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Turismo en Trujillo: un invidente descubre con las manos los tesoros de la ciudad

En el Día Internacional de la Persona con Discapacidad es oportuno reflexionar sobre la rimbombate y anhelada inclusión. Eugenio Clemente nos los recuerda cuando descubre la ciudad a través del tacto.

Vamos, Eugenio, hoy tocarás esta ciudad que ya conoces. Hoy palparás esta urbe por la que siempre caminas, hoy mandarás al tacho ese estudio que dice que el 80% de los estímulos recibidos por las personas son visuales.

Tú no has necesitado los ojos para que intimes con esta localidad de la cual tuviste noticia, por primera vez, después de que los terroristas te dejaran ciego.

Te desplazas por las calles con facilidad. Caminas desde Monserrate hacia tu lugar de trabajo, en el centro histórico.

Cruzas semáforos, resistes el tráfico infernal, luchas contra los ambulantes que son unos “conchudazos porque dejan sus triciclazos en la vereda”, enfrentas a la gente que bloquea las aceras con material de construcción y a los transeúntes insensibles que prefirieren el insulto antes que cederte el paso.

Hoy vas a experimentar la otra cara de la ciudad fundada por Diego de Almagro para que su socio Francisco Pizarro extrañara menos a su natal Trujillo de Extremadura.

Tú no has necesitado los ojos para que intimes con esta localidad de la cual tuviste noticia, por primera vez, después de que los terroristas te dejaran ciego

Hoy vas a ser optimista. Eugenio, vas a convertir en verdad, con la ayuda de tus manos, la sospecha de que la capital de La Libertad, incluso vista en esa oscuridad sin sol, sin luna y sin estrellas, tiene algo de bello.

Es justo y necesario que después de tantos años de andar por el centro de Trujillo disfrutes de algunos de sus principales atractivos turísticos.

 Empiezas en la casona de La Emancipación, esquina de Pizarro y Gamarra.

Persona ciega. turismo., Trujillo.

Avanzas hacia la puerta del caserón pintado de oropimente, color parecido al de la mostaza. El inmueble es una especie de museo que alberga exposiciones, presentaciones artísticas y culturales.

Lo primero que encuentras cuando traspasas la puerta es una figura de un material raro. Lo tocas y empiezas a ver con tus manos.

“Es una estatua”, dices y las yemas de tus dedos siguen explorando. “¿Es una mujer?”, preguntas cuando tus manos están sobre los cabellos de la representación.

¿Qué sostiene en las manos?, escuchas que te retan y tú, rápido, vas hacia el objetivo.

“Ah, unas piedras o unos adobes”, contestas y ganas.

Te piden que sigas tocando por detrás de la figura. “¿Qué es esto?”.

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Parece que te asustas, pero sigues. “¿Es un hombre inclinado, verdad?”. Ahora tú preguntas y te responden que sí porque has reconocido las dos partes de la primera estatua de la exposición que, por estos días, se presenta en la casa de la Emancipación.

¿Te imaginas de qué color es lo que has tocado, Eugenio? Una sonrisa de resignación lo atrapa. “Eso no”, dices apenado. Hay un halo de crueldad en esa pregunta.

¿De qué color es el polo que vistes, Eugenio? “¡Verde!” Entonces, lo entiendes todos. “La estatua es verde”, expresas y tu alegría se expande por el ingreso de la casona, donde, según los historiadores, se reunieron los antiguos trujillanos para organizar el primer grito de libertad en el país.

Parece que te asustas, pero sigues. “¿Es un hombre inclinado, verdad?”. Ahora tú preguntas y te responden que sí porque has reconocido las dos partes de la primera estatua de la exposición que, por estos días, se presenta en la casa de la Emancipación.

Antes de pasar al patio, regresas a la puerta para que conozcas las singulares tranqueras de las casonas trujillanas. “¡Son tablas!”, exclamas porque pensabas encontrar un tallado. “¡Qué grandes!”, agregas. Lo que tocas es apenas una de las hojas de la puerta. “¿Y estos fierros?”. Son adornos.

Ahora estás en el patio. Escuchas que la casona pertenece al Banco Continental y te desorientas. “¿El banco?; pero ¿ese no queda en Gamarra? y nosotros hemos entrado por Pizarro”, reclamas.

Te explican que la casona tiene dos ingresos. La parte financiera, que conoces, está en Gamarra y la cultural, en Pizarro. Vuelves a tener control sobre el espacio físico y subes unas escaleras.

Hay un mural que tiene otras representaciones. Tus manos empiezan a explorar. “Es la cara de alguien —descubres—, pero estos cachitos…”. Estás tocando la máscara de un dios cornudo. Tus manos descienden y encuentras otra máscara.

“¿Es el Sol?”, consultas. Sí, pero tiene un componente más. Te esfuerzas. Sigues. Parece que te rindes, pero continúas. ¿La Luna? Aciertas, y te vas a la plaza de Armas de Trujillo.

Trujillo y el turismo inclusivo

Turismo accesible para todos. Suena bonito, ¿verdad, Eugenio? Es una de esas frases que el Perú copia del extranjero para sentirse menos pobre, pero cuando no puede aplicarlas se siente más miserable.

Caminas por el jirón Pizarro. Vas con tu bastón, que dominas a la perfección. El bastón —cuerpo y alma de la técnica Hoover— representa algo así como la extensión de tu dedo índice sobre el piso y te devuelve el control de movimientos y desplazamientos.

Turismo accesible para todos. No es otra cosa que la adaptación de los productos turísticos a las necesidades de personas en situación de discapacidad.

Promperú divulgó una evaluación sobre el nivel de accesibilidad de la infraestructura turística de más de cien establecimientos, entre hoteles, restaurantes, centros comerciales, aeropuertos, iglesias y museos, en las ciudades de Cusco, Iquitos, Lima y Trujillo.

El informe es alentador, pues considera que el país se encuentra en camino a la accesibilidad, pero quedan muchos retos. Algunos de ellos, Eugenio, se encuentran en Trujillo.

—Estamos llegando —dices cuando te detienes en la esquina de Pizarro con Orbegoso.

En el 2002, Leonor Janampa Vidal presentó el proyecto de un espacio para el desarrollo sensorial de los invidentes y discapacitados de Trujillo.

Ninguna institución ha intentado llevarlo a la práctica. “Son muchas las oportunidades que se le presentan al Perú si se desarrollara el turismo para personas con discapacidad, un segmento que se estima en 61 millones de personas provenientes de Canadá, Estados Unidos y Europa Occidental”, afirma la organización Kéroul, que trabaja para promocionar el turismo y la cultura accesibles, para personas de capacidad física limitada.

Las personas en situación de discapacidad se caracterizan por permanecer más tiempo en el destino, gastan más dinero, hacen turismo en temporadas bajas, demandan más servicios y requieren atención personal y especializada.

El estigma del ambulante

—¿Cómo te imaginas a la plaza de Armas? —Grande, grandota.
—¿Cómo así?
—Cuando la cruzo, me canso.

La referencia más cercana de una plaza de Armas es la que viste con tus propios ojos en Mazamari, distrito de la provincia de Satipo, en el departamento de Junín.

Antes de que perdieras la vista —en ese ataque terrorista cuando tú, con fusil en mano y dieciséis años a cuestas, representabas al Estado en la lucha antisubversiva—, te paseabas en ese parque de palmeras y de juegos recreativos con tus seres queridos, de quienes no supiste nada desde que la noche se hizo perpetua para ti.

“Esta plaza debe tener palmeras”, especulas. Te dicen que no; pero después oyes que sí. “¿Y tienen cocos?” Ahora, con toda la seguridad del mundo, te responden que no.

En Mazamari, la plaza de Armas tenía juegos para niños, ¿crees que esta, la de Trujillo, los tenga? “No”, respondes con absoluta certeza y con una sonrisa. ¿Por qué tanta seguridad?

-Porque si tuviera, mi hijo me tendría aquí todos los domingos.

Te detienes en uno de los postes que instaló la anterior gestión municipal como parte del mejoramiento del parque. “No son como los de luz que hay en la calle, ¿verdad?”

Estás en lo cierto, Eugenio, son coloniales o republicanos. Vuelve el halo de crueldad y te preguntan por su color. “Verdes”. Otra vez tu absoluta seguridad.

¿Estás adivinando, Eugenio? “No —contestas—, creo que son verdes para que combinen con las palmeras y las otras plantas que debe haber”.

Los postes tienen una figura grababa en alto relieve. Las empiezas a ver con tus manos. “Es un escudo, pero no el de Perú”, descubres.

“Pero tiene patas y esto… es un pico y una cresta”. Es el grifo, Eugenio, un animal mitológico, mitad león y mitad águila, que representa la fuerza y la audacia, y es parte del escudo de Trujillo.

En Mazamari, la plaza de Armas tenía juegos para niños, ¿crees que esta, la de Trujillo, los tenga? “No”, respondes con absoluta certeza y con una sonrisa. ¿Por qué tanta seguridad?

-Porque si tuviera, mi hijo me tendría aquí todos los domingos.

Ahora estás en medio de la plaza, frente al monumento a la Libertad, estructura que se erigió en homenaje a las personas que gestaron la independencia del Perú, en Trujillo, y que fue inaugurado el 4 de julio de 1929.

¿Es una persona o solo su rostro?, preguntas. “En Mazamari —cuentas— en el centro de la plaza había una estatua y en otros parques solo caras”.

Esta escultura, obra del alemán Edmund Moeller, es enorme. La parte inferior posee cuatro bases o pedestales que soportan otros tantos grupos escultóricos; estos representan el arte, la ciencia, el comercio y la salud pública.

El segundo nivel, o cuerpo, tiene la forma triangular. En cada uno de sus vértices se encuentran vigorosas figuras que simbolizan los tres momentos del proceso de la libertad: depresión, acción y liberación.

Luego, se levanta una columna en forma de prisma; es la base sobre la que descansa el mundo. Más arriba está la figura que personifica a la juventud, que sostiene en su mano derecha una antorcha, signo evidente de la derrota de las tinieblas en tiempos de opresión.

Vamos, Eugenio, sube las escalinatas. Estás en el primer nivel. “¿Hay gente?”, indagas. Abajo, sí; acá, arriba, no.

Subes más gradas para llegar al segundo cuerpo donde están la depresión, la acción y la liberación. Tocas los pies de una de ellas. “¿Pucha, estos son sus dedos?” Sí. “Es grandaza, ¿no? Inmensa. “Ya me imagino”.

—¡Señor, baje de allí!

Una robusta policía municipal, uniformada de celeste y azul, se dirige a este periodista que te acompaña. Ahora, con un movimiento de manos reitera que desciendas.

—Hemos subido porque para que el señor conozca tiene que tocar —le explica el periodista a la mujer.

—Sí, pero él vende en Gamarra, lo conozco.

—¿Y porque vende en Gamarra no puede conocer el monumento? —Alza la voz el periodista.

Una robusta policía municipal, uniformada de celeste y azul, se dirige a este periodista que te acompaña. Ahora, con un movimiento de manos reitera que desciendas.

La gorda uniformada se ruboriza. Eugenio Clemente Ñaco no está siendo discriminado por ciego, sino por su oficio de vendedor ambulante.

Todos los días recorre Gamarra y parte del jirón Pizarro ofertando hisopos y tiras para celulares.

La mujer no responde. Cuando nos ve descender se marcha. Minutos más tarde, Eugenio, estás sentado en una de las bancas de la plaza.

Quietos, el frío se siente más. No dejas de frotarte las manos. “¿Alrededor de la plaza qué hay?”, consultas. Casonas. Luego escuchas el nombre de las instituciones que las ocupan. Cuando oyes “el municipio”, interrumpes. “¿Ya lo pintaron de nuevo?” Sí. “Ese Acuña se pasa, ¿es verdad que le puso el color de su partido?” Sí, ¿cómo te has enterado? “Así dicen en la radio”.

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En Trujillo se cuenta también, querido Eugenio, que la figura que representa la juventud en el monumento a la Libertad fue castrada para guardar el recato y las buenas costumbres.

“¡Nooo!”, te sorprendes. Dicen que era una cosa grotesca. “¿Qué? ¿Está calatito?” Sí. “¡Ah!, no pues, está bien, seguro lo han hecho por los niños”.


*Texto publicado en el 2014 en el diario La Industria. Luego reeditado en el 2018 en el libro Tercera persona, de César Clavijo.

César Clavijo Arraiza
César Clavijo Arraiza
Nació en un desierto frente al mar, donde solo crecen árboles de algarrobos. Dice que le gustan todas las frutas, pero en los últimos meses se ha decantado por el pepino, de origen andino; pero con una mala fama: se cree que si se consume después de beber licor puede causar la muerte. Periodista, escritor, docente, padre y esposo. Es torpe con la pelota, pero ama jugar fútbol. En el 2018 publicó "Tercera persona" y ahora está a punto de terminar un doctorado en comunicaciones.