Anghelo Vera Villanueva es ciego, pero la tiene clara: “Lo daré todo, pese a todo”. Siempre repite esa frase. “Lo daré todo, pese a todo”. En especial, cuando sufre en carne propia la discriminación directa y, a veces, soterrada de personas y de la sociedad. “Lo daré todo, pese a todo”.
Su rostro es una canción de Paez: Tu sonrisa inolvidable. Anghelo, con una de determinación inquebrantable, enfrenta el mundo.
«Lo daré todo, pese a todo». Esta afirmación armoniza cada paso que ha dado, pulverizando los obstáculos propios y ajenos que rivalizan con las personas en condición de discapacidad.
El mundo, el Perú, La Libertad y Trujillo se presentan como desafíos para cualquiera que goza de todos sus sentidos; sin embargo, para este joven, nacido sin la capacidad de ver, esos retos se agigantan como demonios. «Lo daré todo, pese a todo».
Su rostro es una canción de Paez: Tu sonrisa inolvidable. Anghelo, con una de determinación inquebrantable, enfrenta el mundo.
Anghelo cursa el sexto ciclo del programa de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Privada Antenor Orrego (UPAO). Alcanzar este nivel académico le ha costado mucho.
Se ha enfrentado a un sistema educativo que —parece— aborrece a las personas como él. Sin embargo, su primera gran barrera fue su familia. «Lo daré todo, pese a todo».
Perú ciego y profundo
Anghelo nació en Huamachuco, en la sierra de La Libertad, el 28 de septiembre de 2002. Su familia arraigada en la fe y los desafíos de la discapacidad, le brindó el amor y el apoyo para navegar por un mundo lleno de obstáculos.
Desde su niñez, marcada por la dualidad de la alegría del juego y la dificultad para integrarse a un mundo visual, Anghelo enfrentó la discriminación. Colisionó con rechazos y el gozo de los momentos gratificantes con sus compañeros de juego.

Sin embargo, su vida dio un giro radical gracias a la intervención de un ingeniero llamado Jaime, quien le abrió las puertas a un mundo de oportunidades educativas para personas con discapacidad.
A pesar de la inicial resistencia, la familia aceptó la matrícula de Anghelo en una escuela especializada porque recibieron la amenaza de una denuncia por violación al derecho a la educación.
Ciega educación
Su travesía en aulas no fue sencilla. Desde el Colegio Javier Heraud, el Centro de Educación Básica Especial, hasta la UPAO, Anghelo se ha dedicado a luchar. «Lo daré todo, pese a todo».
En cada sombra y destello descubrió el brillo oculto de su espíritu inquebrantable. Las limitaciones no eran barreras, sino portales a un mundo donde las formas y colores se desdibujan para dar paso a la esencia pura de la existencia.
Según la Unesco la educación es un derecho humano fundamental que permite el desarrollo pleno de las personas, la reducción de la pobreza, la superación de las desigualdades y el logro de un progreso sostenible.
Su vida dio un giro radical gracias a la intervención de un ingeniero llamado Jaime, quien le abrió las puertas a un mundo de oportunidades educativas para personas con discapacidad.
Los elementos que conforman el derecho a la educación son la gratuidad, la obligatoriedad, la universalidad, la accesibilidad, la calidad, la equidad y la libertad de elección.
En otras palabras, nadie, pero nadie, por nada del mundo, se debe quedar sin estudiar. Los Estados están obligados a garantizar este derecho.
Empero, Anghelo experimentó que ello no ocurre. En el nivel inicial, no halló la condiciones de estructura y de personal que lo ayuden. Esta primera experiencia educativa es fundamental para la persona, porque busca desarrollar aspectos básicos, pero importantes para su crecimiento.
“Nunca me enseñaron nada, ya que no sabían qué hacer más que ponerme a jugar con chapitas”, recuerda Anghelo.
De especial al normal
Cuando cursaba la primaria en el Centro de Educación Básica Especial, los profesores advirtieron que Anghelo podía estudiar, sin mayor complicación, en una escuela básica normal.
Y así fue.
Se matriculó en el colegio Javier Heraud; pero no todo fue color de rosa. Los métodos no siempre se ajustaban a sus necesidades. Ya que algunos docentes no estaban preparados.

La Ley N.° 28044, Ley General de Educación, establece que el Estado garantiza la creación e implementación de los servicios de apoyo educativo para la atención en educación inclusiva; desarrolla acciones de sensibilización, capacitación y asesoramiento a la comunidad educativa en materia de atención a la diversidad.
La ley prevé multas, suspensión o cancelación de la autorización de funcionamiento de las instituciones educativas que no cumplan con estas atenciones.
En el Javier Heraud y con Anghelo esta fue una ley muerta.
Educación superior
En la universidad, encontró un ambiente más inclusivo y de apoyo, lo que se distancia de las dificultades de los niveles inicial, primaria y secundaria.
Sus compañeros reconocen su compromiso, talento y alegría con la que enfrenta las responsabilidades propias de su formación como comunicador social.
Hace algunas semanas circuló una foto de una locación de la grabación de un documental. Allí a Anghelo se le ve con audífonos, un micrófono boom y su sonrisa inquebrantable.
La ley prevé multas, suspensión o cancelación de la autorización de funcionamiento de las instituciones educativas que no cumplan con estas atenciones.En el Javier Heraud y con Anghelo esta fue una ley muerta.
En ese trabajo del curso de Realización Audiovisual I cumplen el rol de sonorista. Sus compañeros valoran que tiene un oído realmente increíble, capta y escucha detalles mínimos que los demás no pueden oír. Esa habilidad aporta de manera significativa al contenido audiovisual que producen.
Rescatan que está presto a ayudar y a cumplir con todo lo que se le encargue. Da puntos de vista serios, como divertidos. Entretiene a sus compañeros con su mera presencia. “Tiene un no sé qué, que siempre estás feliz, cuando estás con él”, cuenta su compañera Keysi Valle Gonza.
El temor y el ejemplo
Su historia es un faro de inspiración y un llamado a la inclusión y a la educación temprana para personas con discapacidad. Anghelo Vera Villanueva, ha convertido la oscuridad en un aliado, enseñándonos a ver más allá de las limitaciones impuestas por el entorno y a perseverar frente a las dificultades.

Como él, hay infinidad de guerreros, que luchan por estar tranquilos y felices pese a todo y todos. Que tratan de asumir la discapacidad no como un lastre, sino como un impulso.
“Lo daré todo, pese a todo”, repite Anghelo, pero, también, reconoce que teme. “Hasta ahora sigo teniendo miedo de ciertas cosas, pero aun así me arriesgo, porque sino seguiré en lo mismo y no sabré sí puedo ser capaz”, dice el joven que sabe que «lo esencial es invisible a los ojos».
Escribe Mayssa Santisteban Diaz.