Elías Rodríguez Polo tiene 18 años y busca tesoros en la casa enterrada de su tío, uno de los sobrevivientes de Wichanzao. Le han pedido ayuda para recuperar la vivienda y a cambio le han ofrecido que se puede quedar con todo lo bueno, útil y beneficioso que saque del barro.
La tarde del martes 21 ha recuperado un juego de sillas que está limpiando porque serán suyas. En la casa de su familiar, funcionaban cabinas de internet. “Eran 20 máquinas en total”. Ha recuperado tres y un técnico lo ha emocionado: le ha asegurado que sí se pueden arreglar. “Se quedan para mí”.
Elías lleva una semana en el sector más golpeado de Wichanzao y dice que tiene para rato porque hay bastante trabajo. Hoy lo ayuda un amigo, a quien agradece. En cambio, está molesto con el personal que envía el Gobierno Regional de La Libertad para apoyar las labores de limpieza.
“No tiran palana bien. Solo arenita sacan. Tienen unas ‘palananas’ y yo ando con una gruesaza. Hoy vinieron tres, dos hombres y una mujer; pero la mujer no ha trabajado. No sé por dónde se ha ido”, cuestiona.
Llega Margarita Llanco Gabriele (64), su tía y dueña de casa. “Estábamos adentro normal, cuando el huaico entró. Solo agarramos a la bebé (5 años) para salvarnos y dejamos la puerta abierta. Todos los vecinos gritaban. La vez pasada (en el 2017) no nos afectó las cabinas, ahora nos fregó todo”, confronta.
Muestra una herida en el pie que evitó su desplazamiento ligero la noche del 10 de marzo. Luego, muestra una fachada de madera para ilustrar que allí está la solución para evitar nuevos empozamientos de agua y lodo.
“Queremos que la autoridad hable con el dueño y compre ese local para que el agua salga para el otro lado, a la avenida, porque qué hacemos de nuevo si hay otro desborde, porque va venir, pues, va venir otro. Por eso estamos preocupados”, lamenta.
Sobrevivientes: en el dolor, primos
José Rodríguez Murga (53) es maestro de obra y estima que se tardará unas tres semanas más sacando el barro de la casa de su prima, una madre soltera, que vive con su hija, también, madre soltera, de una adolescente.
Él vive en El Milagro, pero desde el lunes 13 de marzo pasa todo el día en Wichanzao limpiando la casa de su familiar (65), quien hace quince días fue operada para salvarle la vida. “Han estado sacando la arena sola, por eso he venido a apoyarlas”, explica.
Cuando el huaico llegó, su prima subió al techo de la vivienda a guarecerse, pero todo empezaba a salirse de control. Entonces, los vecinos fueron a rescatarla y la llevaron a un lugar seguro. “Sino hubiera actuado, de otra cosa estuviéramos hablando ahora”, dice. Las tres mujeres viven, por estos días aciagos, en un cuarto alquilado.
José Rodríguez expresa sus conocimientos de construcción. “El problema es que este es un sitio bajo y tiene forma de embudo. No hay desfogue. Cuando colapsan los desagües acá revientan, y no es la primera vez que ocurren un desborde. La solución es abrir una calle para que al agua corra a la avenida”, postuló.
Luego habla del Estado peruano, al que Manuel González Prada llamó un organismo enfermo. “Tiene que ponerse las pilas”, recomienda. “Pero al Estado nunca le ha importado esto”, lamenta. “Solo vienen a ganar popularidad, a tomarse fotos”, critica. “Siempre ha sido así”, se resigna.
¿Es el Estado o el hombre el que tiene que cambiar para evitar una tragedia similar? Tragedia que está a la vuelta de la esquina, a merced de anuncio de la presencia del fenómeno de El Niño para los próximos meses.
José Rodríguez expresa sus conocimientos de construcción. “El problema es que este es un sitio bajo y tiene forma de embudo. No hay desfogue”.
“Antes de ‘hacerce’, el hombre parece ‘hecho’ por el clima y la tierra, la raza, la clase, la lengua, la historia de la colectividad de la que forma parte, la herencia las circunstancias particulares de sus infancia, las costumbres adquiridas, los grandes o pequeños acontecimientos de su vida”, sentó el filósofo Jean-Paul Sartre.
¿De qué esta hecho el peruano que enfrenta los huaicos como una situación perenne? José Rodríguez Murga, maestro de obra, no sabe la respuesta, pero sí está que la gente de la calle de Wichanzao no se moverá de allí por los siglos de los siglos.