Inmóviles, firmes, allí los ves. Sin respirar, sin comer, sin conocer la muerte, sin vivir, careciendo de toda gracia divina y librándose de la condena del infierno que jamás sus aparentes ojos verán.
Durarán lo que tengan que durar. Y, a veces, solo a veces, dicen mucho más que cualquiera. Algo así son los monumentos que Exlibris, con la dirección de Érika Caballero y Luis Paliza, nos llevan a conocer para contarnos lo que representan.
Estamos en la avenida España, cerca de la avenida Miraflores, en donde se encuentra un pedazo de lo que alguna vez fue la muralla que rodeaba Trujillo, construida en el gobierno del virrey Melchor de Navarra y Rocafull —siglo XVII— para proteger a la pequeña ciudad de los probables ataques de piratas y corsarios.
El viento es acogedor y el cielo melancólico dice que la tarde está dando sus últimas horas.
“Por aquí, vamos esperando a que venga el resto”, dice, con una sonrisa, Érika, historiadora de profesión. Lleva puesto un micrófono de diadema y un pequeño parlante que sujeta de su cuello.
Los siete monumentos
Érika comienza a repartir lo que parecen ser unos folletos y que en su interior contienen siete imágenes, los siete monumentos que aguardan pacientemente por nosotros: la muralla de Baluarte, el de Francisco Bolognesi, la Caja de Agua y su famosa pileta, la imagen del Comercio, el busto de O ‘Dónovan, la estatua carente de hombría de la plaza mayor y el relegado José de San Martín.
“Desde Exlibris y desde mi investigación tratamos de rescatar la memoria histórica, y eso es lo que sucede con el recorrido de hoy”, dice Érika.
Cada pieza sirve para contar un momento de la historia, oficial o no oficial de la ciudad. “Este recorrido es para darle justicia, es para que los trujillanos y los no trujillanos entiendan y se conecten también con la ciudad”, agrega.
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Luego de recorrer la estatua de Bolognesi y otras más, nos detenemos frente al famoso monumento de La Libertad de la plaza mayor. El cielo ya se ha tornado oscuro y algunos ambulantes se van asomando por el lugar.
En la plaza mayor
“Hay un relato sobre el Monumento de La Libertad que siempre está presente, y es de si se ‘lo han cortado o no’. Pero no nos quedemos solo con eso. ¿Saben cuándo empezó esta especie de mito?”, pregunta Érika, con cierta timidez y procede a abrir un libro titulado Historias trujillanas.
Todos tienen la cara de asombro por lo que ella acaba de leer, y ahora saben el por qué de tan famoso mito del miembro viril perdido.
En cada parada hay distintas lecturas sobre las historias que rodean la ciudad y esto es algo que vale destacar en el recorrido.
“Siempre se escribe una historia oficial, pero siempre hay una historia más allá. Por ejemplo, el de las personas que sufrieron de la pandemia de la peste bubónica”,añade.
Plazas de Trujillo y el descuido
Al llegar a la plazuela de Don José de San Martín, ubicada frente al famoso edificio Servat, la noche es plena y los carros van y vienen contribuyendo al bullicio que caracteriza a Trujillo.
Y mientras la directora de Exlibris nos va contando un poco sobre el monumento y a que se debe de que la ciudad sea más bolivariana que sanmartiniana, me percato de que a don José lo han grafitado y no solo eso, sino que el pedestal está recién pintado sin ningún criterio aparente.
“Es la ciudad que habla y los personajes que se expresan porque también los monumentos fueron eso. Pero claro que es importante protegerlos. Y allí viene el trabajo de los historiadores. Tiene que haber una comunicación entre la sociedad, los Ministerios y el Estado para llegar a un acuerdo, y justamente estos recorridos sirven para que las personas se conecten con estos espacios” menciona.
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Todos miramos el edifico Servat al escuchar la maravillosa historia que lo envuelve, un edifico desde donde se podía ver todo. Pero que con el tiempo ha sido relegado por la modernidad, una modernidad que tiene que aprender a convivir con el pasado y con la historia.
Texto y fotos: Luis Alejandro García.