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Diabetes: falta de información y desinterés mata a miles de pacientes

La diabetes no tiene cura, pero sí un tratamiento efectivo. La Organización Mundial de Salud (OMS), advierte que esta patología no controlada puede acarrear graves complicaciones a largo plazo en el corazón, los vasos sanguíneos, los ojos, los riñones y los nervios.

Escribe Luis Guillermo Álvarez Castillo

Una carretera que, parece, no lleva a ninguna parte. Una iglesia, con pocos fieles. Un caserío disperso y abandonado. Una casa apenas de ladrillos. Cerca de la puerta, una silla de plástico azul. Sobre ella, un hombre sin una pierna y con nombre de rey: Luis. 

Tiene 47 años y está perdiendo frente a la diabetes, una guerra que nunca quiso lidiar. Su vida, desde que le diagnosticaron con esa enfermedad, es la refutación del significativo etimológico de su nombre. Luis significa ‘ilustre en combate’.

Ha desarrollado la cualidad, que se creía exclusiva de las mujeres: la espera. Espera la muerte. “O me mata el hambre o esta maldita enfermedad, pero de que me voy, me voy”, notifica amargado, resignado y sin una pizca de melodrama, como aceptando todo lo que venga.

Tiene 47 años y está perdiendo frente a la diabetes, una guerra que nunca quiso lidiar. Su vida, desde que le diagnosticaron con esa enfermedad, es la refutación del significativo etimológico de su nombre. Luis significa ‘ilustre en combate’.

Diversos estudios advierten que los pacientes con diabetes sufren con más frecuencia de depresión, esa patología que causa sentimientos de tristeza y la pérdida de interés por las actividades que antes les gustaba desempeñar. 

Se llama Luis Morales Niño, es tocayo de todos los Luises que reinaron Francia. Incluso, de Luis XVI, el último monarca antes de la Revolución Francesa, quien murió decapitado, de 39 años. A la misma edad en la que Morales perdió, por completo, la vista de su ojo Izquierdo.

Un enemigo invisible

La diabetes es una enfermedad crónica que afecta la capacidad del organismo para regular los niveles de glucosa o azúcar en la sangre. En condiciones normales y en ayunas (antes de comer), las cotas suelen estar entre 70 y 110 mg/dl.

Luis Morales había cumplido 30 años y la diabetes se presentó en su vida como una fatiga constante. Se cansaba con facilidad y comenzaba a sentir que no tenía energía. En paralelo, bajaba de peso. Sin embargo, no le dio importancia a las advertencias que le gritaba el cuerpo.

Diabetes. Luis Morales trabajó como estibador —cargador de bultos— en el mercado de Piura.
Luis Morales trabajó como estibador —cargador de bultos— en el mercado de Piura.

“No podía perder un día de trabajo, solo porque me sentía cansado […] Yo pensaba que era porque cargaba mucho peso o quizá por el estrés o la falta de sueño”. 

De cualquier modo, ahora, sentado en una silla de plástico, en su ciega mirada, se nota el arrepentimiento de no haberle prestado atención a esos síntomas. El cuerpo no avisa por las puras. 

Al sufrir de diabetes, el cuerpo deja de generar la insulina necesaria, la cual es la hormona que regula los niveles de glucosa en la sangre. Entonces, los alimentos no pueden ser aprovechados. En respuesta, el organismo emplea las reservas de grasa como combustible, lo que provoca la pérdida de peso.

Según la Organización Mundial de Salud (OMS), la diabetes no controlada puede acarrear graves complicaciones a largo plazo en el corazón, los vasos sanguíneos, los ojos, los riñones y los nervios. 

Caso omiso

Luis continuó con su vida sin brindarle la apropiada importancia a las señales de su cuerpo, esto, debido a las limitaciones de tiempo, ausencia de dinero; pero, sobre todo, falta de interés.

“Así habré estado por unos meses”, recordaba, mientras sobaba con la punta de sus dedos la parte posterior de su mano. Es evidente su incomodidad. 

Su mirada perdida, confirmaba, ahora, que fue su error no hacer caso a sus síntomas. 

“No podía perder un día de trabajo, solo porque me sentía cansado […] Yo pensaba que era porque cargaba mucho peso o quizá por el estrés o la falta de sueño”. 

Pero con el tiempo los estragos de la diabetes, comenzaron a manifestarse con más intensidad. Hasta que notó la pérdida gradual de uno de sus ojos, el izquierdo. “Ahí ya dije, que tenía que hacerme ver”

Retinopatía diabética es el nombre clínico de esa enfermedad, que afecta los vasos sanguíneos de la retina, la capa sensible a la luz en la parte posterior del ojo. Esta dolencia le dificultó su capacidad para trabajar y llevar una vida normal.

Era consciente de que un tratamiento podría mejorar su situación “¿Pero con qué plata?, si no había, pues”, se pregunta Luis. No podía costear un procedimiento. Él formaba parte del 27.5 % de la población peruana en condiciones de extrema pobreza, la cual subsiste con lo que gana a diario, no tiene acceso a internet y gasta en lo que realmente es importante para vivir.

Luis nació en Piura, en el distrito de Castilla. Es el quinto de ocho hermanos. Desde pequeño trabajó, de ambulante en el mercado y, además, de chatarrero. En su adolescencia, empieza a laborar como carretillero para luego pasar a ser estibador, uno de los oficios más riesgosos, porque debía cargar, al hombro o espaldas, sacos cuyo peso no baja de los 50 kilos. 

Con un ingreso diario de apenas 30 soles, las posibilidades eran limitadas. Un día sin trabajar significaba, un día sin comer. Tiempos difíciles, donde se experimentaba una sensación de estar atrapado en un túnel interminable sin una luz al final de este.

La enfermedad no dio tregua y avanzó implacablemente, como un río que se desborda. Luis desarrolló gangrena en su pierna izquierda.

La falta de acceso a la atención médica y la imposibilidad de costear los tratamientos lo condujeron a una situación crítica. 

Como resultado, sufrió la dolorosa realidad de la amputación de su pierna por debajo de la rodilla. Fue entonces, el inicio de su depresión, se sumió en una profunda tristeza que perdura hasta hoy.

Diabetes: depresión

Contemplar su rostro es presenciar la manifestación del decaimiento. Su mirada es seca, ploma y fija en un punto del espacio mientras yace postrado en una silla. “Más que hacerme perder plata, me ha hecho perder mi pierna y también la vista”, reconoce Luis mientras acaricia su mano izquierda con la derecha, dando indicios de ansiedad, de quien rememora un pasado trágico.

El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos seña que solo entre el 25 y el 50 % de las personas con diabetes que sufren de depresión reciben el diagnóstico y atención. El tratamiento —ya sea terapia, medicamentos o ambos— es habitualmente muy eficaz. Y, sin tratamiento, la depresión suele empeorar, no mejorar.

Como resultado, sufrió la dolorosa realidad de la amputación de su pierna por debajo de la rodilla. Fue entonces, el inicio de su depresión, se sumió en una profunda tristeza que perdura hasta hoy.

Luis comparte su hogar con su esposa y su hijo, Óscar Morales Chunga. La situación los llevó a ajustarse a un nuevo modo de vida, ya que la enfermedad afecta no solo al enfermo; sino, también, marchita al núcleo familiar.

La falta de recursos es evidente, si se considera que cuando estaba en sus condiciones plenas, Luis Morales, era el que proveía el sustento material.

“Fue entonces cuando me dije: ‘O me mata el hambre o esta maldita enfermedad, pero de que me voy, me voy’”. La familia se sumergió en una profunda tristeza. 

Con Óscar aun asistiendo al colegio y Luis lidiando con la pérdida de una extremidad y la ausencia de visión, su esposa, Verónica Chunga Peña, debió salir a trabajar.

Ella asumió la carga de la situación. Partía de casa todas las mañanas para lavar ropa ajena. Aunque lo que obtenía no era mucho, cubría los gastos diarios. Mientras tanto, su hijo Óscar seguía en el colegio y, al regresar, se encargaba de su padre, quien ya no podía valerse por sí mismo.

Una vez pasada la tempestad 

Hoy Luis vive con la huella de lo que dejó la diabetes. Su hijo trabaja en el mercado en un pequeño puesto de abarrotes. El dinero que gana sirve para que su padre viaje a Piura, dos veces por semana, a fin de que reciba el procedimiento de diálisis.

La historia de Luis Morales es el ejemplo de lo que muchas personas experimentan al momento de desarrollar una enfermedad incurable y no tratada. 

La ausencia de hábitos en el cuidado de la salud, el desinterés o la falta de dinero empuja a miles de ciudadanos a una precariedad de bienestar que se puede evitar. 


Este contenido es resultado del curso Introducción al Periodismo del programa de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada Antenor Orrego.