Escribe Sandy Crespo Carrasco
Antes de convertirse en un deportista reconocido, el ‘Periquito’ era un adolescente que asistía al colegio solo hasta las once de la mañana, hora en la que iniciaba el recreo y la que él aprovechaba para emprender la vuelta a casa. Cuando tenía prisa, lo hacía corriendo y, en escasas ocasiones, pedaleando su bicicleta. 🚲. Una vez en casa, se dirigía a la chacra de su tío Walter, donde trabajaba su papá. Ahí William pastoreaba las vacas. “Pero eso sí. A partir de las cinco me iba a la plataforma a jugar”, recuerda riendo William Chiroque Távara.
A pesar de perder casi la mitad de horas de clases, nunca jaló un curso ni reprobó de año en secundaria. “En ese sentido era un capo”, evoca entre orgulloso y algo avergonzado.
“Por un lado, mi papá estaba tranquilo porque le ayudaba; por el otro me ha sacado el ancho”. La última frase dibuja palizas, ese método tan familiar para educar a los hijos, que los padres aplican porque así los educaron a ellos. Eran otros tiempos, otras éticas, otras crianzas.
Cuando el exfutbolista habla de las reprimendas, su voz es otra; una voz de lamento que revive el dolor que sintió cuando su padre le marcó la espalda con una brestra de caballo, tras enterarse que había faltado una semana al colegio. Los suspiros que se sienten son una señal de que en su otra vida no volvería a hacer lo mismo. Aconseja a los niños a que no repitan sus travesuras.
Sueño cumplido
Lo que sí deben tomar como ejemplo es su perseverancia. Desde pequeño soñó con ser un gran futbolista, a pesar de que sus padres no estuvieran de acuerdo. Ellos querían que fuese mecánico; sin embargo, no se opusieron a que se enfocara en el balón.
Desde los seis años, comenzó a jugar en una cancha de tierra junto a sus amiguitos de barrio. Años más tarde, en 1998, inició su carrera en el Sport Pilma, el club de su tierra natal. El equipo más importante para el que jugó fue la Selección Peruana de Fútbol. Cuando formó parte de la Bicolor fue el mejor día de su vida y el peor, cuando colgó los chimpunes. El ‘Periquito’ hubiese querido estar más tiempo en un campo de fútbol, pero el destino y las lesiones lo impidieron.
Fútbol, agricultura y pueblo
Ya han pasado muchos años, los suficientes para que Willliam deje de lado la inmadurez, pero no sus pasiones: el fútbol y la agricultura. Siempre ha estado de la mano con las dos. Cuando saltó a la fama deportiva, a pesar de encontrarse lejos de su pueblo, aprovechaba sus tiempos libres para dedicarse a la siembra. Es así que, en las ciudades en las que vivió en su época de futbolista alquilaba terrenos y cosechaba. En Cusco sembró papa; en Chiclayo y Sullana, maíz y frijol. Ahora, a sus 42 años, lejos de los grandes escenarios deportivos, pero cerca de su pueblo, se dedica por completo a la agricultura y, de vez, en cuando se reúne con sus amigos de barrio para jugar una pichanga.
Cuando el exfutbolista habla de las reprimendas, su voz es otra; una voz de lamento que revive el dolor que sintió cuando su padre le marcó la espalda con una brestra de caballo, tras enterarse que había faltado una semana al colegio
Y es que la tierra siempre jala, y quién más que William para confirmarlo: regresó a La Pilca, al pueblo que lo vio nacer. Este centro poblado alberga aproximadamente a ochenta familias y es uno de los que conforman el distrito de Buenos Aires (provincia de Morropón), ubicado a casi cien kilómetros de Piura, la capital de la región. La mayoría de casas son de adobe, incluyendo la de la mamá del ‘Periquito’, doña Sabina Távara.
La Pilca le debe su nombre a un enorme cerro cubierto de piedras, ubicado cerca del centro poblado. Aquí abundan los algarrobos, los ríos, los pájaros; pero, sobre todo, el amor entre los unos a los otros. El futbolista de sangre pilqueña es testigo y protagonista de ese sentimiento. “La gente, los amigos; te estiman mucho, te quieren. Uno se siente muy contento, y más allá de eso, sabes que tu trabajo, todo lo que has hecho valió la pena”, confiesa.
La tierra pilqueña, también, es la tierra de la cumanana y sus compositores no desaprovechan la oportunidad para dedicar unas cuantas a quienes aprecian. En Youtube se encuentran registradas algunas dirigidas al exfutbolista de cuerpo de niño, pero de corazón grande: “Todo resuelves con tu toque, eres pícaro de ágil cintura, tu gambeta es una pintura, señor William Chiroque”.
Así como sus goles alegraron a más de uno, su voz se convierte en una de ellas cuando continúa hablando de lo bien que la está pasando. “La relación con la agricultura y el deporte siempre ha estado conmigo”, dice contento. Desde hace dos años, se dedica de lleno al mundo del limón, porque, considera, es una buena forma de invertir tiempo y dinero del que no solo se beneficia él; sino, también aquellos que trabajan a su lado.
El limón se cosecha todo el año, principalmente, en la zona norte del país. De acuerdo a la Dirección Regional de Agricultura de Piura, esta región registra un área aproximada de 18 353 hectáreas de cultivo de limón, y sus principales valles productores son San Lorenzo (Piura), el valle del Chira (Sullana) y el valle de Chulucanas (Morropón).
Sus acciones son su reflejo
Está claro que el Negrito, como su mamá lo llama de cariño, sigue siendo él mismo; preocupado por él, pero también por los demás. Esteban Adanaqué Ramos, un poblador del caserío vecino de La Pilca, da fe de ello: “William es bien amable y bueno. Si está en sus manos poder ayudarte, lo hará”.
Y si de sentimentalismo se trata, el exjugador aparenta ser un poco frío en ese tema. “No soy de extrañar tanto”, sostiene cuando le preguntan cuánto le dolió alejarse de sus padres para comenzar su recorrido en el fútbol. A la vez, recuerda emocionado las infinitas alegrías que le brindó este deporte; una de ellas fue su participación en la Copa América 2011. Es imborrable el recuerdo del pequeño ‘Chiroque’ cuando anota ante Venezuela en el partido que la postre (4-1) le permite a Perú alcanzar el tercer lugar del torneo continental.
Está claro que el Negrito, como su mamá lo llama de cariño, sigue siendo él mismo; preocupado por él, pero también por los demás. Esteban Adanaqué Ramos, un poblador del caserío vecino de La Pilca, da fe de ello: “William es bien amable y bueno. Si está en sus manos poder ayudarte, lo hará”.
“Cuando recién llegué de la Copa América no pude salir a la calle una semana porque paralizaba el tránsito. Sin mentirte un día unos policías me salvaron porque habían más de 300 personas que rodearon a mí y a mi hijita que se puso a llorar porque no llegamos al centro comercial a comprarle el juguete que le había prometido”, le contó a El Comercio en el 2011.
Para Pitágoras, vale más decir muchas cosas en pocas palabras, que pocas cosas en muchas palabras, y William lo aplica cuando revela ser feliz por las experiencias en el fútbol; pero advierte no saber cómo explicarlo con más palabras porque siente que no son lo suficientes para llenar todos los sentimientos que hasta hoy siguen generándole.
Trabas que impidieron su recorrido
Entre sus obstáculos como futbolista se encuentran, en primer plano, las constantes lesiones que sufrió y que lo condujeron a dar un paso al costado. El 2005 fue uno de sus peores años. De 38 partidos, solo jugó seis. “Tuve desgarros y lesiones que me marginaron y me alejaron de las canchas”, relata como la voz de un estudiante al que le faltó un punto en su examen para ser admitido en la universidad.
La situación lo llevó a renunciar del club de Sporting Cristal, en Lima. Tomó un descanso, volvió y nuevamente renunció. ¿Cuál fue el motivo? El mismo de siempre: las lesiones.
A grandes rasgos, una lesión es cualquier cambio en la morfología de alguno de nuestros órganos o tejidos a causa de un accidente traumático o a un daño interno. Estas forman parte del mundo del deporte y son una realidad que cualquier persona que lo practica debe aceptar. Son resueltas si se respeta el descanso y si se cumple con las indicaciones de los profesionales. Otras, en cambio, son más graves y el organismo no es capaz de corregirlas por sí solo, por lo que a menudo las lesiones requieren pasar por el quirófano para reparar el daño.
Las lesiones no entienden de aficionados o de profesionales, y pues, si bien algunas son prevenibles si se lleva una alimentación sana y se entrena como es debido, otras son fruto del simple azar o por circunstancias puntuales del juego. ¿Cuál fue la causa de las lesiones de William? Pues, ni él realmente sabe.
Pasado un tiempo, tomó de nuevo las canchas, pero esta vez en un nuevo equipo: Alianza Atlético. También ocurrió lo mismo. Lesiones, lesiones y más lesiones. “Fue un año malísimo. Así que decidí retirarme del equipo”, confiesa William, a quien no le gustaba la idea de seguir en un equipo en el que sentía que estaba aportando tan poco.
A pesar de las barreras, no se daba por vencido y lo siguió intentando. Posteriormente jugó para cinco clubes más: Cienciano, Juan Aurich, Sporting Cristal, Universidad César Vallejo y Defensor La Bocana. La mala racha continuó. A los tres meses en su nuevo equipo, Los Caimanes, se rompió el dedo pulgar del pie derecho; requirió de una operación y de medio año de descanso. Ya recuperado, volvió, pero en poco tiempo renunció.
El ‘Periquito’ quería seguir en la lucha, pero le fue imposible. Así que no le quedó de otra que retirarse por completo de las canchas, no sin antes jugar, como acto de agradecimiento para el Atlético Grau de Piura. “El amor por la pelota es insaciable. No cobré ni una monedita y lo hice porque fue trampolín a la fama”, expresa con total satisfacción.
Había planeado jugar durante un año, pero solo lo hizo por tres meses porque volvió a lesionarse. Fue duro, complicado, pero su prioridad era la salud, así que decidió ponerle punto final a su carrera. Era el año 2018.
Tras su retiro, William comenzó a trabajar en la Municipalidad de Tambo Grande (Piura). Ahí se encargaba de organizar campeonatos para promover el talento de nuevas promesas del balompié. Sin embargo, la llegada de la covid-19 impidió que siguiera con sus actividades en el municipio. Ahora solo es la agricultura y su familia. Su esposa, sus tres hijas y su perro Gol viven en Sullana junto a él, pero sus padres viven en La Pilca, así que, viaja semanalmente para verlos. A veces viaja en familia y otras veces, solo.
Ocupado en lo suyo
De haber tenido dirigentes que lo ayudaran a jugar en el extranjero, otra habría sido la historia del ‘Periquito’, quien lamenta no haber sido más drástico en ese entonces para emprender fuera del país. Pero, tampoco se queja del rumbo de su vida, sino agradece por la misma razón. El fútbol le ha dado muchas cosas, sin embargo, aún faltan más por lograr, como tener su propia casa en la ciudad del eterno calor (Piura), y qué mejor que para conseguirlo sea trabajando en la otra actividad que lo apasiona: la agricultura; una de las fuentes de trabajo de la mayoría de pobladores de su tierra natal y de sus alrededores.
Había planeado jugar durante un año, pero solo lo hizo por tres meses porque volvió a lesionarse. Fue duro, complicado, pero su prioridad era la salud, así que decidió ponerle punto final a su carrera. Era el año 2018.
No cabe duda de que William le está echando ganas al trabajo. Así como antes tenía una recargada agenda en el deporte, ahora la tiene con sus chacras, tanto así que, no tiene tiempo para ir a la ciudad a reunirse con sus compañeros de la selección Blanquirroja. Pero con quien sí se reunió hace poco fue con el ‘Cuto’ Guadalupe, quien llegó por primera vez hasta su pueblo para conocerlo y pasar un día a su lado.
Antes de colgar el teléfono, desde una de sus chacras, a punto de despedirse para ir a almorzar, el exdeportista y ahora agricultor deja en claro el motivo de su felicidad: “Dios, mi familia, mis amigos, mi gente y mis logros hacen que me sienta afortunado de la vida”.