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Tonika: una vengadora LGBTIQ+ que reivindica los derechos de la comunidad trans en Piura

Es romántica. Boleros y baladas. Su predilección musical. No se pierde una pieza de cumbia y merengue. Se define como ‘bien movidita’ a la hora de disfrutar y bailar.

Hace 35 años, Tonika Izamar Antón Farfán, activista trans piurana, salía de la secundaria. Estaba dispuesta a ser una gran psicóloga. Sin embargo, los comentarios de sus compañeros se pintaban de discriminación. Abandonó la carrera, pero no la carrera de la vida.

Decidió estudiar estilismo y abrir una peluquería. «Sidoso», les gritaban los mononeuronales, mientras su temple germinaba en espectaculares caminatas junto a sus amigas. La epidemia del SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) ya conmocionaba a la humanidad. Eran mediados de los años 1997 y 1998. 

¡Agarren a esos maricas! —gritó el jefe de los ronderos.

—¡No estamos haciendo nada malo! ¡No nos persigan! —dijo Tonika.

—¡Aquí en Santa Julia no permitimos mariconadas! —indicó otro rondero.

—¡No somos delincuentes, somos personas como ustedes! —aseveró.

—¡Péguenle con el chicote, carajo! ¡Somos hombres y nada más!

—¡No, por favor! ¡Ya van dos días! —lamentó.

En 1992, el Ministerio de Salud informó que dicha enfermedad estaba afectando severamente a la población gay, transgénero y bisexual. Por ello, se implementó el Programa de enfermedades de transmisión sexual y SIDA (PROCETSS). Para 1998, había 7734 casos nacionales; 133 en Piura.

La relación comunicacional entre los especialistas y la comunidad vulnerable no era la mejor. Así, en el centro educativo rural de La Unión (CER), se formaron grupos de líderes del público objetivo (jóvenes entre 10 y 24 años) y fueron capacitados para promover el diagnóstico, los chequeos y el tratamiento. Tonika pertenecía a esa selección.

¡Agarren a esos maricas! —gritó el jefe de los ronderos.

—¡No estamos haciendo nada malo! ¡No nos persigan! —dijo Tonika.

—¡Aquí en Santa Julia no permitimos mariconadas! —indicó otro rondero.

Ella iba a zonas estratégicas como campos de vóley o parques tertulianos. Conversaba con personas trans. El lenguaje era el mismo. Sus días, sus semanas, sus años y sus vidas, probablemente, también. Siempre cumplía con la cifra solicitada: 12 jóvenes incentivados. 

Estas metas la llevaron a una reunión, de la misma índole, en Sullana. Quien presidía el evento era miembro del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL) —fundada en 1982. Ella le comentó la necesidad de «activar el movimiento» en la región y le mostró sus fichas de registros públicos. Le indicó que organizara otra reunión con ese propósito.

Así fue. Hizo un llamado colectivo, se formó una junta y la seleccionaron como presidenta del Movimiento Homosexual en Piura. Viajó a Chiclayo y a Lima para encuentros macrorregionales que se desarrollaban en hoteles y centros campestres. No es el lugar, son las personas.

En la capital, conoce un grupo de mujeres transgéneros que eran parte de colectivos homosexuales. No obstante, su comunidad tenía que establecer un nombre propio. Se acomodaron en una habitación de alojamiento y crearon la Red Trans-Perú.

Cuando regresa a la ciudad del eterno calor, renuncia a dicho grupo para establecer un sueño aún más grande.  Fundar su propio proyecto local.  

Ahora, con 52 años, sin miedo y habiendo sufrido persecuciones, violencia física y rechazo social, es directora de la Organización de mujeres transgénero Brenda Alayo (en honor a una amiga trans que falleció) y Coordinadora Regional de la mesa de Concertación LGTBIQ+.

Según el informe Características criminológicas de las muertes dolosas de personas LGTB (2022), publicado por el Ministerio Público, entre el 2012 y el 2021, se presentaron 84 denuncias vinculadas a muertes de víctimas LGTB y la población transgénero era la segunda mayor (37.5 %).

Además, en el relato de las circunstancias del 68.9 % de las víctimas, se muestran posibles indicios de Violencia Basada en Prejuicio (VBP). Dicho rasgo no habría sido recogido en la investigación fiscal.

Por ello, la aparición de estas asociaciones es vital para el empoderamiento de personas trans que están comenzando a involucrarse en el activismo o que están enfrentando la exclusión de sus derechos: identidad de género, igualdad en la salud y el empleo, educación no discriminatoria y una vida libre de violencia.

Según el informe Características criminológicas de las muertes dolosas de personas LGTB (2022), publicado por el Ministerio Público, entre el 2012 y el 2021, se presentaron 84 denuncias vinculadas a muertes de víctimas LGTB.

Todavía soy yo

Son las cuatro de la tarde, Tonika está en una charla de capacitación, brindada por la Oficina Nacional de Proceso Electorales (ONPE) en la urbanización Miraflores. Está rodeada de 16 mujeres transgéneros, interesadas en comprender el protocolo para la atención sin discriminación en los procesos electorales. Lleva 8 años impulsando estas iniciativas.

Ese día, ella viste una blusa marrón con diminutas flores que duermen hasta sus hombros, unos pantalones valientes y unos lentes difuminados que combinan con los rojos negros de su labial. Parece la protagonista de la mejor obra de Pancho Lombardi.

De acuerdo al informe Garantizando el derecho al voto de las personas trans en Perú (ONPE, 2022), para la Encuesta Mundial de Valores, el índice de la aceptación de la homosexualidad en nuestro país es el más inferior de Latinoamérica. Se estima que la población LGBTIQ+ alcanza los 1.7 millones de ciudadanos; el 8 % de los adultos, según IPSOS.

Tonika es una periodista, pero aún no lo sabe. Registra todo. Escucha la información de la especialista que indica que el presupuesto para medidas intensivas no alcanza. El Perú es una coladera embarazada de naderías. Ella se levanta de su asiento y en cada esquina fotografía. Plano conjunto y plano general. Graba y atiende. Atiende y graba.

«No basta con ser tolerado, debemos ser aceptados y respetados en nuestra plenitud», Marshal Johnson, icónico activista del Movimiento de liberación LGBT.

Se estima que la población LGBTIQ+ alcanza los 1.7 millones de ciudadanos; el 8 % de los adultos, según IPSOS.

En el 2021, el Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos (Promsex), con el apoyo de la Unión Europea, aplicó una encuesta a 90 personas LGTBI. El 87 % no cuenta con un documento de identidad de acuerdo a su identidad de género.

Seguidamente, el 48 % de personas transgénero ha sido ridiculizado cuando son llamados por su nombre legal. También, al 19 % le negaron el derecho a registrar una identidad y el 39 % fue expulsado por expresar dicha cualidad.  

«En principio, la apertura se está dando en todos los gobiernos. Existen algunas políticas centrales que tienen que transversalizarse y exigen que exista inclusión de las comunidades. En conclusión, tienen que buscar a las organizaciones que forman parte de esos lineamientos. Y así vamos formando un acercamiento”, señala con una sonrisa plana.

Durante los últimos siete años, la Organización de los Estados Americanos respaldó la creación de cuatro protocolos para esta problemática. En el 2021, se dieron acciones para el garantizar el derecho a votar y el derecho a las candidaturas en las personas transgéneros. Fueron aplicados en las elecciones de abril y en las votaciones presidenciales del 6 de junio.

¿Qué plantea? Una serie de acciones informativas, preventivas y de movilización hacia la comunidad trans. En consecuencia, se capacitaron al panel de la ONPE, se diseñaron los materiales, se consultó a instituciones alineadas (Defensoría del Pueblo, Ministerio del Interior, Reniec, entre otros) —el único organismo que se abstuvo fue el Ministerio Público (Oficio n.°000007-2021-GG/ONPE) — y se difundieron.

Algunos productos abordan temas informativos sobre el debido trato (cartillas para electores/as y miembros de mesa, versiones amigables, afiches. Incluso, los manuales para miembros de mesa se tradujeron en varios idiomas para mayor alcance de actores.

El 48 % de personas transgénero ha sido ridiculizado cuando son llamados por su nombre legal. También, al 19 % le negaron el derecho a registrar una identidad y el 39 % fue expulsado por expresar dicha cualidad.  

Así mismo, algunas adaptaciones digitales incluyeron un flujograma para detallar el proceso de queja durante esa jornada electoral.

En 2022, Perú actualizó su Protocolo Trans incluyendo doce medidas, pero aún no establece una preceptiva para cambios administrativos de nombre y sexo. Se asoma otro obstáculo seboso y viejo. Una piedra en el taco.

Lo común es que somos otros

El tiempo recorre la sala. Tonika sabe que se termina la actividad. Ha pasado una hora y ninguna solución desfila. Recuerda que otros países han aprobado, democráticamente, un escenario que parece lejano: la identidad de género. Una ley olvidada por un país que parece tatuarse sus tragedias como el protagonista de Memento (Nolan, 2000).

«Es una ley que se presentó con otras organizaciones a nivel nacional cuando pertenecíamos a la Red Trans Perú en el congreso. El proyecto fue archivado en el 2016 y en esta gestión la congresista Susel Paredes ha logrado desarchivarlo”, cuenta.  

La identidad de género se refiere a cómo una persona se percibe a sí misma en términos de género, es decir, si se ve como hombre, mujer, una mezcla de ambos, o ninguno. Esta íntima convicción puede coincidir con el sexo biológico o puede diferir de él.

¿Qué se busca? Además, de beneficios al acceso a la justicia, educación, salud y empleo; tiene como propósito ejecutar el proceso de cambio de nombre y sexo en el DNI. Sin embargo, en Perú, este procedimiento solo puede aplicarse de forma administrativa. 

«Pero con este gobierno y poder legislativo dictador y patriarcal, no tenemos esperanza. Nos queda seguir incidiendo o dejarlo para cuando ingrese un mejor gobierno con mejores legisladores”, describe con una voz agitada. Su mirada abraza a la resistencia.

Tonika tiene razón y pasión. Deliciosa fusión. En el 2014, esta solicitud fue negada por la Corte Institucional del Perú. Luego, en el 2016, revoca su decisión y las personas transgéneros pueden solicitar el cambio de género.

La burocracia comienza cuando tienen que demandar al Registro Nacional de Identidad y Estado Civil (Reniec) y el Ministerio Público ante el Tribunal Constitucional. Se deben ofrecer los «motivos justificados», lo cual despierta una serie de interpretaciones.

La identidad de género se refiere a cómo una persona se percibe a sí misma en términos de género, es decir, si se ve como hombre, mujer, una mezcla de ambos, o ninguno. Esta íntima convicción puede coincidir con el sexo biológico o puede diferir de él.

El proceso se pone más lento cuando dichas instituciones consideran apelar. No hay que olvidar los altos gastos económicos que se generan. En 2021, la Fundación Mujer & Mujer y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) identificó en 21 provincias que la mayoría de personas LGBTQI+ trabajaba más de 40 horas semanales y/o no recibían el salario mínimo. Viendo esta situación, solo el 3.5 % logró este cambio (Instituto Nacional de Estadística e Informática, 2017).

Estos hechos aún suceden, a pesar de que la Opinión Consultiva 24 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoce la identidad de género como categoría protegida por la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

«Pero con este gobierno y poder legislativo dictador y patriarcal, no tenemos esperanza. Nos queda seguir incidiendo o dejarlo para cuando ingrese un mejor régimen con mejores legisladores”, describe con cierta duda. Parece acostumbrada a la ceguera conveniente del estado. Su cabello aletea. Es energía en un país en off.

Los jueces encargados de dictaminar utilizan tres discursos centrales: la patologización, la binarización y la genitalización de las identidades trans. Usualmente, se apegan a creencias conservadores o de tipología religiosa.

Tonika es probable que sea parte de las doce mil personas que encuestó el INEI en el 2017. Único año donde se ha implementado una encuesta digital para conocer el características verídicas de estos públicos. Ningún ente estatal ni judicial recopila información LGBTQI+.

Según Promsex (2021), esta escasez de datos es uno de los problemas a la hora de exigir justicia: si no te muestras, no existes. Por ello, las autoridades no emprenderán acciones enfocadas en necesidades actuales.

Pasadas las cinco de la tarde, Tonika está en su casa, ubicada en Santa Julia (Veintiséis de octubre). El ambiente es acogedor, amarillo y con buen gusto por las manualidades y la decoración pictórica. Está con una blusa negra con bordeados floreales. Se acomoda sus mangas y juega con su brazalete dorado. Así como jugó con la idea de no vivir. 

“El proceso de aceptación y de reconocimiento es muy complicado. Sí he tenido momentos depresivos muy fuertes. Pero, ese temperamento y ese perfil de liderazgo me ha ayudado a salir adelante. […] Incluso he pensado en el suicidio y no solo yo; muchas personas de mi comunidad”, relata.

En el sector salud, el último reporte fue en 2017 con minúsculas actualizaciones en el 2018. En la comunidad trans, la salud mental es impactante y acaba en lesiones graves o la muerte. Así mismo, se señala que la depresión (60 %), la baja autoestima (75 %) y el suicidio pueden atribuirse a la exclusión social y la exposición continua a la discriminación y agresión en su entorno.

Ese mismo año, se aprobó la norma técnica de salud para la atención integral de mujeres transgénero, enfocada en la prevención y control de las ITS y el VIH/SIDA (Resolución Ministerial 980-2016-MINSA) con equipos multidisciplinarios.

Sin embargo, esta regulación aún no se da en todas las regiones y la distribución de la terapia hormonal es inconsistente en los establecimientos pertinentes. 

A Tonika le cuesta hablar de su familia. No quiere hacer santos óleos. Comprende que esa educación tradicional de sus padres les impedía aceptar una orientación sexual diferente. Ella padeció ese rechazo y tuvo que marcharse.

digamos que ganaste la carrera

y que el premio

era otra carrera

(Curriculum Vitae, 1978)

Su mirada advierte que no quería huir. Su formalidad para hablar se desenfoca y revela un motivo afectivo: el amor. Ese sentimiento que deconstruye. Parece que se habla a ella misma. Una introspección solvente. Sin dudas. Los ademanes no desaparecen.

“Parafraseando a Foucault, queremos saber del amor y creemos que el amor sabe de nosotros. Creemos que hay un saber en el amor. ¿Qué sabe el amor de nosotros?” (El amor es imposible, 2023).

La primera marcha

Ahora, el rostro de Tonika rebosa vivacidad. Se acomoda sus frescos rizos y parece prepararse para una declaración televisiva.

2006. Parque San José. La primera marcha gay en la región contó con diez personas. Era 28 de junio. Día central del Orgullo LGBTQI+. Debido a su cargo como presidenta del Movimiento Homosexual en Piura, decidió organizar esa actividad. Fue una acción cívica, en sus palabras.

Cortaron el cabello gratis, hubo campeonato de fulbito gay y, después, marcharon. Eran muchos más, pero por el temor a la reacción de individuos homofóbicos, solo una decena se propuso ir por toda la avenida Vice hasta el cementerio San Teodoro.

Este hito trans se volvió carne y habitó entre nosotros.

Allí, hicieron una romería como señal de respeto y homenaje hacia las personas fallecidas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). La bendita mirada de la gente revestida de compasión pero que expolia repulsión.

Según el boletín epidemiológico mensual (MINSA, 2006), para esa época, existían 79 casos notificados de VIH en la región; Lima tenía más de mil y Apurímac solo uno.

Al año siguiente, se reunieron en el centro de la ciudad y congregaron a más de 200 personas. No era un sueño. Era la vida. Como nunca la vimos y como siempre la buscamos. 

En el 2023 se dio una marcha histórica en Piura. Por primera vez, centenares de adolescentes, jóvenes y adultos se reunieron durante dos horas y recorrieron las principales avenidas hasta el coliseo Los Bolivarianos donde se exhibió un espectáculo. 

Con el lema «Las vidas trans informan», en memoria de las siete mujeres trans asesinadas en 2023, los ciudadanos exhortaron a las autoridades locales y nacionales a promover políticas inclusivas para la comunidad.

«Nos da tanta alegría que la juventud de hoy sale a la calle sin esconderse, a gritar aquí estoy», aseguró Patty Alburqueque, coordinadora macrorregional de Trans Organización Feminista.

Tonika Antón también estaba, está y siempre estará para conmemorar ese día de lucha social.

Gustos culposos

Su recuerdo más feliz es sentirse una persona valiosa y reconocida. Fue la primera mujer transgénero laborando en una municipalidad. Contribuyó en el área de desarrollo social, descentralización y en la subgerencia de servicios comunales y medio ambiente.

Católica por sangre. Ha recibido el bautizo y la primera comunión. Cree en Dios y le agradece todos los días por querer con igualdad.

“Si él me va a juzgar algún día, me tendrá que juzgar. Nadie más”, sentencia.

Es romántica. Boleros y baladas. Su predilección musical. No se pierde una pieza de cumbia y merengue. Se define como ‘bien movidita’ a la hora de disfrutar y bailar.

“Si no puedo bailar, no es mi revolución”, Marsha P. Johnson, icónico activista del Movimiento de liberación LGBT.

No tiene un prototipo de chico para enamorase. Si hay auténtico cariño, sobra y basta, afirma.

Sus actores favoritos son Jean-Claude Van Damme por su simpatía y destreza sobrehumana; y Liz Taylor, ganadora de Oscar por mejor rol femenino, primera actriz en ganar 1 millón de dólares y activista en la recaudación de fondos para la investigación del VIH/SIDA. Prefiere las películas dramáticas porque se considera “bien llorona”.

Aconseja a las personas trans que están enfrentando dificultades solo por su orientación sexual que analicen de forma correcta donde buscar información y compañía, ya que tienden a equivocarse y terminan en espacios de violencia, proxenetismo, explotación y delincuencia. Las puertas de su Organización Trans Brenda Alayo siempre estarán abiertas para todos, todas y todes.

Escribe: Johan Fiestas

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