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Sobre una canción, Koяn y el ‘new metal’ de mi generación

Gusto de la música, de todo tipo de música: he aprendido a educar poco a poco mi oído para disfrutar con algarabía diversos géneros sin miramientos ni exclusiones: voy desde la música clásica hasta la rica cumbia, de los pasos de break dance hasta la coreografías de k-pop, del infinito jazz de New Orleans hasta el metal progresivo underground, desde el blues que entristece el alma hasta el huayno que en todas la penas habita, y más, siempre más porque los días no se detienen ni la necesaria búsqueda que el tiempo permite. 

Pero en medio de todo siempre los favoritos, los siempre escuchados, y con más cariño los de mi generación, las bandas con las que crecí, los primeros acercamientos juveniles, las primeras experimentaciones tridimensionales, porque en los noventas la música, el rock para ser más exacto, tuvo un giro muy peculiar. 

Menciono esto porque desde la aparición de The Beatles, todas las bandas han buscado marcar un estilo propio, lleno de paradigmas, donde el arte sonoro mismo tuviera imágenes cargadas de un pretexto necesario para imitar. Pero fue en los noventas cuando un ciclo de energía y poder explotó con pasión en las consolas y disqueras de todo el mundo, de todos los mundos: era el new metal, una variante que mezclaba el rap con las potentes guitarras en distorsión. 

Pero parte de la historia nació con una banda en especial, un pequeño ‘maíz’ que dio sus frutos con esmero. Ahora, no pienso hacer un análisis estructuralpsicotécnicoparadigmático del género (cosa que sería un jolgorio total para mía) ni mucho menos hacer un ranking con las mejores bandas de la historia del un metal (que sí las hay, siempre las hay), sino detenerme en un disco en especial, el que iniciara todo, y del que el tiempo me ha permitido hablar a propósito de un taller que se me ocurrió dictar en el colegio, como una aproximación a la música, como una pequeña muestra de lo que no perece. Ahí le voy con cariño.

Integrada en sus inicios por Jonathan Davis (voz), Brian Welch (guitarra), James Shaffer (guitarra), Reginald Arvizu (bajo) y David Silveria (batería), la bandaza KoЯn edita en 1994 su primer disco homónimamente titulado. He aquí una ruptura, un nuevo inicio. Aunque ya en 1993, Deftones, otra de las bandas fundadoras del género, había lanzado su primer demo, (Like) Linus, del cual solo algunas canciones han quedado en la memoria, y luego el Adrenaline en el 95, es el disco de KoЯn el que termina abriendo un espacio que decididamente, y con la efervescente aparición de numerosas bandas, se nutrió del nuevo aire de lo que pasaría a convertirse en una de las movidas musicales más influyentes de la década. 

Fusionar el rap con el metal fue una idea descabellada pero fulminante para una generación que había caído con ganas en el nihilismo. El muro de Berlín fue la imagen decadente para el morir de las ideologías que se habían esparcido por el mundo con tanta vehemencia como su falta de solvencia. 

Producto de ello, la llegada de los noventas fue un vacío para todas las artes: los paradigmas desaparecieron y el concepto de las repeticiones empezaba a abordar todos los equipajes generacionales. El disco debut KoЯn(Immortal/Epic Records) abre las persianas de lo que sería una corriente que rompería esquemas totales y que al parecer lo tenían ya planeado.

El disco abre con la canción Blind, un temón que arranca con la frase que es como un grito de guerra definitivo e inicial de todo lo que luego vendrá: “Are you ready?” ¡Para qué más! Ese fue el emblema de toda una generación, la frase que esperábamos escuchar para pogear por todo el cuarto alocando nuestras neuronas evitando romper alguna cosa que infelizmente se encontrase cercana, mientras nuestra madre nos miraba y decía que uno parece loco moviendo la cabeza así, que esa música te va a dejar sordo o que con qué clase amigos te juntarás que escuchan esas cosas. 

Intensos recuerdos, aunque aún no sé si estábamos listos para tanta energía, y los que nos rodeaban también, pero fue el rugir de un generación que vio en aquella música una forma de desfogar algo que pocas veces podemos explicar, y que desde la separación de Nirvana junto con la inminente decadencia del grunge de aquellos años, no podíamos sintetizar en algo que pudiésemos seguir y empatizar. 

Así fue el principio de todo, mientras las canciones giraban y giraban en cintas regrabadas de la radio para compartir, intercambiar, descubrir. Ahora, si bien en el disco algunas canciones resultaron un tanto polémicas (Faget o Daddy), no podemos negar que este primer álbum es uno de los mejores que la banda ha producido, y tal vez uno de los mejores que el new metal ha visto nacer.

Y ya, y pongo el disco para escuchar el tintinear de los platillos en un comienzo emblemático e inconfundible, mientras la guitarra hace lo propio con timidez al principio, encaminando el sonido como quien sube a la cúspide de la montaña rusa para luego escuchar el grito como una puerta que nos deja caer en picada a cientos de kilómetros por hora sin nada más que el vértigo de la libertad. Nada más.

La banda tuvo sus experimentaciones en años recientes buscando mezclar diversos sonidos y estilos que le permitan generar un rango mayor, un espectro más amplio, pero para los que amamos este viaje, nos quedaremos siempre con ese disco inicial, y con otras joyitas como el Follow the Leader, el Issues o el Untouchables

Y traigo esto a la memoria porque se me ocurrió dictar un taller con mis estudiantes en el cual puedo compartir esta magia, este gusto, invitando a quitarnos esos estereotipos que han marcado a los rockeros por años, a los metaleros desde el inicio de los tiempos, los prejuicios que se nutren de una realidad pausible y no negable, pero que no debe ser estigmatizadora o de generalidad. Me permito mostrarles solo un poco de este camino, solo un poco de la luz que les permitirá brillar. Punto.

Oscar Ramirez
Oscar Ramirez
Oscar Ramirez (Lima, 1984). Docente de Lengua y Literatura y promotor cultural. Viajero incansable, reside por largos periodos en Trujillo. Dirige Ediciones OREM. Ha publicado los poemarios "Arquitectura de un día común" (2009), "Cuarto vecino" (2010), "Ego" (2013) y "Exacta dimensión del olvido" (2019); y el libro de cuentos "Braulio" (2018). Finalista del Premio Copé de Poesía 2021.Contacto: oscarramirez23@gmail.com