Renato Cisneros se ha tomado una foto en la Plaza Mayor de Trujillo. El escritor brinca delante del Monumento a la Libertad y estira las piernas como Mario Bros, ese muñeco del videojuego. Es evidente su alegría en la ciudad, que, de manera excelsa, ha retratado en su última novela, El mundo que vimos arder.
Comparte la imagen por sus redes sociales. Es el ángulo, es el encuadre, es el personaje, es la posición del cuerpo que convierte la foto en singular y trascendente. O, tal vez, es la necesidad de estampas que muestren la belleza y majestuosidad del parque principal de Trujillo, en momentos cuando el tipo que administra la municipalidad provincial está empeñado en destruir.
Trujillo palpita en las páginas El mundo que vimos arder, una de las obras más vendidas en la Feria Internacional del Libro de Lima, la más importante del Perú.
Es una ciudad que ya no está, pero también, uno que perdura con sus miedos (el fenómeno de El Niño) y sus orgullos (el Monumento a la Libertad).
Renato Cisneros, el periodista, el escritor, el migrante —ahora vive en España— estuvo el viernes 17 y sábado 18 de noviembre en Trujillo para presentar, firmar y hablar sobre su libro. También, contestó sobre política, fútbol, noticias y del Perú. “El Perú es un burdel”, citó.
-¿Cuáles son tus vínculos con Trujillo? ¿Te une una relación familiar?
-Una rama de mi familia Cisneros está asentada en Trujillo, y en una reunión en el 2014, una de mis tías trujillanas contó esta historia y a mí me llamó mucho la atención. Ella habló de un tío que había nacido en Trujillo y combatió en la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, soy franco, estaba tan metido en la novela sobre mi padre (La distancia que nos separa) que escribí una columna y me olvidé del asunto. En la pandemia, ese texto reapareció y me hizo mucho sentido. Entonces, sí, ese es un primer vínculo con Trujillo: el lado familiar. Después, yo vengo desde el 2007 a presentar libros, cuando la feria la organizaba Adriana Doig e, incluso, antes también vine cuando campeonó la ‘U’ (2002) y en misión periodística, ya que fui reportero de El Comercio. En conclusión, mis recuerdos con Trujillo están vinculados con trabajo, con una alegría deportiva, con mi familia.
-Es singular la forma como describes a Trujillo. Es un Trujillo que está, pero también uno que ya no está. ¿Para retratar a esa ciudad, te bastaron tus recuerdos, las referencias o cumpliste con un viaje ad hoc para ese fin?
-Cuando yo me reencontré con la historia, sentí un impulso de querer escribirla; pero estábamos en plena pandemia. Ese impulso se debía a que yo, ahora, era un migrante, como el personaje. Cuando escuché la historia, por primera vez, vivía en Lima, nunca había tenido la experiencia migratoria, la cual activa una serie de impresiones, miradas del mundo, sobre ti mismo y tu relación con tu país. Mi primer gesto fue periodístico. Lo primero que quise hacer fue sacar más del personaje; pero como no podía viajar a Trujillo ni ir a bibliotecas; tomé la decisión de escribir en clave de ficción.
Cuando yo me reencontré con la historia, sentí un impulso de inmediato de querer escribirla; pero estábamos en plena pandemia. Ese impulso se debía a que yo, ahora, era un migrante, como el personaje
-La ficción también necesita de la realidad.
-Lo único que tenía de material, digamos de información fidedigna, era la historia que había escuchado de mi tía trujillana. Empecé a escribirla como ficción; pero, evidentemente, la ficción necesita información para volverse, verosímil y persuasiva. Entonces, ya cuando pude viajar, viene a Trujillo, me contacté con tres historiadores: el profesor Juan Castañeda, Frank Díaz Pretel y Sergio Aguado. Ellos me ayudaron un montón.
-En esa búsqueda de información, ¿cuál era tu brújula, tu hoja de ruta?
-Me interesaba mucho establecer de qué manera podría vincular al protagonista —Matías Giurato Roeder—, quien nació en las postrimerías de los años 30 del siglo XX aquí en Trujillo, con la comunidad alemana. Creo que fue el profesor Juan Castañeda, quien me comentó que la escultura del centro de la plaza de armas había sido elaborada por un escultor alemán. En un texto de Ciro Alegría cuenta que la obra de Edmund Moeller fue construida pieza por pieza en Hamburgo (Alemania). Entonces, ahí encontré que todo tenía sentido, que todo estaba encadenado.
La simetría del azar, dice Julio Cortázar.
-Exactamente, y en la novela el azar cobra protagonismo. Es decir, las cosas que le pasan a este sujeto, son por un asunto fortuito.
-Entonces, sí, realizaste un viaje a Trujillo para la documentación respectiva.
-Sí. Me encerré en la biblioteca y fui al puerto de Salaverry, busqué luego fotos.
-¿Ya habías estado en Salaverry?
-No.
-¿Qué te pareció?
-Increíble, porque para mí Trujillo se había limitado solo a las impresiones urbanas y Huanchaco, Chan Chan; pero Salaverry me encantó, me sorprendió. Además, se come muy bien.
Descripción sensorial
Con respecto a las características que debe tener un buen relato. Hay quienes ponderan la potencia narrativa de las acciones, otros el vigor de los diálogos, pero hay pocos escritores y académicos que apoyan la descripción. La descripción es una virtud en tu libro. ¿ Qué debe tener una buena descripción literaria?
-Debe tener información sensorial, información que emocione al lector. Al final, todo texto, sea un cuento, un relato, una novela, nos plantea la lógica de dos cuerpos que se relacionan: el cuerpo del escritor —uno escribe con el cuerpo— y el cuerpo del lector— uno lee los libros con el cuerpo—. Entonces, esas descripciones tienen que apelar a todos los sentidos, porque hay cierto abuso de la descripción visual. Para mí era muy importante que hubiese lluvia, que también se sintieran los olores de esas tumbas que eran removidas por los huaicos durante el fenómeno de El Niño. Y hacerlo verosímil con nombres de calles reales, con imágenes que pudieran quedarse grabadas en la mente de los lectores; pero, sobre todo, que haya emociones que se transmitan. Y en esa Trujillo, el personaje de Matías crece, se hace adolescente, hasta que llega a la primera juventud.
Para mí era muy importante que hubiese lluvia, que también se sintiesen los olores de esas tumbas que eran removidas por los huaicos durante el fenómeno de El Niño. Y hacerlo verosímil con nombres de calle reales.
-Un Trujillo que él aborrece, pero que también quiere, más aún cuando está lejos.
-Él huye de Trujillo y se va del Perú porque está enfrentado y detesta al padre; pero cuando, un tiempo más tarde, está en el avión a punto de soltar las bombas sobre Hamburgo, se arrepiente de haber dejado Trujillo. Tal vez, debió quedarse aquí, con su madre; tal vez, este era su lugar; tal vez, desafió la ley de la naturaleza y del destino y le correspondía permanecer aquí.
El mundo que vimos arder es un libro de amor y de guerra. Esta relación que refieres de Matías con su padre es una guerra. En mi caso, ha sido inevitable no evocar, al leer tu libro, el estribillo “el amor, la peor de las guerras”, de la Liga del Sueño. ¿Siempre fue tu intención escribir sobre estos grandes temas?
-De la guerra, sí. El conflicto que más me atrapaba era la encrucijada que vivía Matías, respecto de su identidad, porque él, en ese avión, con un uniforme norteamericano, empieza a dudar a quién le debe ser leal; si a Estados Unidos, que le ha dado un cargo, que le ha dado un uniforme, le ha dado unos galones, que lo ha convertido en oficial de bombardero con 24 años o si le debe ser leal a Alemania, a su familia alemana, que está abajo, en esa ciudad o, incluso, si le debe ser leal al Perú, es decir, el Perú de su madre. Me interesaba eso porque yo ahora, también, desde lejos del Perú, me hacía preguntas en estos años convulsos, donde la política hacia más complicada esas interrogantes y porque ese mundo que yo conocía antes de irme está ardiendo, un mundo donde las certezas de la democracia, de la libertad de expresión se están diluyendo si es que no desapareciendo. Para mí esa fue la intención principal: generar, a través de la historia de esta persona, una reflexión sobre el lugar de nacimiento, la relación con la patria y la identidad del migrante.
Ping pong
-Dina Boluarte.
-Es una lástima que la primera presidenta del Perú haya desperdiciado la oportunidad de hacer historia y, en vez de ello, está haciendo un papelón.
-Keiko Fujimori.
-Una de las grandes causantes de la polarización que nos está arrastrando a todos a no ver el futuro con claridad.
–Vargas Llosa.
-Un escritor intachable. El gran escritor peruano del siglo XX, cuyas equivocadas ideas políticas no deberían alejarnos de sus libros.
–Busco novia. (blog del 2027 que luego se convirtió en película).
-Una experiencia que me acercó más a los lectores.
–Sálvense quien pueda.
-Un proyecto que va a regresar tarde o temprano.
El mundo que vimos arder es un libro, también, de la migración.
-Absolutamente, todos los personajes tienen una experiencia migratoria propia o traen unas a sus espaldas.
-En los últimos años, 400 mil jóvenes han salido del Perú en busca de oportunidades. ¿Cómo hacer entender al peruano que la migración es parte de nuestra naturaleza? La pregunta es pertinente por la relación violenta que hemos establecido con los extranjeros que han llegado al Perú.
-Allí hay dos cosas. Por un lado, la migración es parte de la dinámica de la especie humana. Este no es un mundo, ni la nuestra, una especie que, desde un inicio, haya sentido la necesidad de delimitar su territorio, su política o su cultura. El movimiento original es migratorio. Somos sujetos que circulan, que pertenecemos a todas partes. Sin embargo, uno se asienta en un lugar, echa raíces y es triste cuando tiene que irse. Hay tres millones de peruanos que viven fuera del Perú, de ellos, somos una minoría los que nos hemos ido pudiendo habernos quedado. A mí nadie me forzó a irme. Yo tenía trabajo, no la estaba pasando mal, de hecho el 2015 era todavía un año en el que se sentía que la estabilidad del Perú era más o menos buena.
-Andábamos en piloto automático
-Sí, vivíamos con la falsa ilusión de que el Perú estaba encaminado hacia algo. La mayoría es migrante porque el Estado no puede ofrecerles lo mínimo: alimentación, educación, seguridad. Lo que quiero decir es que el migrante es, en el fondo, un síntoma triste de un Estado que no pudo cobijarlo. Pero, por otro lado, solo la migración te da la experiencia de vivir en otros mundos, de mirar tu país con otros ojos. Entonces, creo que hay una doble tensión. Ninguna persona debería tener que irse de su país. Todo país debería darles a sus ciudadanos las mínimas coberturas para que se desarrollen; pero al mismo tiempo migrar te permite crecer en varios sentidos.
-En tu novela, la forma en la que cuentas las batallas es un valor.
-Fue lo que más me costó, pero al mismo tiempo lo que me gustó hacer. Leí muchísimo y busqué que la gente sintiera el horror de la guerra. Sin embargo, lo que más me ha impresionado es cómo, hace dos años, este libro que podía ser anacrónico, porque habla de la guerra, que es un tema tan revisitado, tan asociado con el pasado; pero ahora dialoga con la actualidad de una manera muy apremiante. Yo escribía el libro y de pronto Rusia invade Ucrania y hace unos meses empezó toda esta desgracia en Gaza. Cómo 80 años más tarde, la humanidad no solo no aprendió las lecciones que se juró no olvidar, sino que las ha dejado de lado por su eterna vocación para instalar el terror.
Todo país debería darles a sus ciudadanos las mínimas coberturas para que se desarrollen; pero al mismo tiempo migrar te permite crecer en varios sentidos.
-La guerra es inherente al ser humano.
-Sí, la guerra siempre ha estado allí, la guerra siempre va a volver. Para Heráclito era la dinámica de la realidad. Creo que nuestra generación, a nivel mundial, ha crecido creyendo que las guerras son eventos, que puntúan eventualmente la vida de las sociedades; pero lo real es que las guerras son mucho más frecuentes de lo que uno piensa y hay que escribir sobre ellas para alertar que no vayan a repetirse, aun cuando sepamos que se van a repetir.
Periodismo por Cisneros
-¿Qué pasó con Sálvense quien pueda? (programa periodístico que conducía con Josefina Townsend).
-El modelo digital vinculado con la información está pasando por una crisis que tiene que ver, no tanto, con los contenidos; sino con la falta de cultura de suscripción.
-El famoso ‘modelo de negocio’.
-La gente todavía está muy habituada a que la información sea gratuita. Además, estamos en un momento de recesión y se sacrifica cosas que, tal vez, en otra coyuntura no sacrificarían. Decidimos cerrar porque el proyecto dejó de ser rentable. Estamos estudiando la posibilidad de volver, por lo menos, una vez por mes para no perder el vínculo con los cien mil suscriptores que teníamos, que es una comunidad importante. Sin embargo, también veo que César Hildebrandt le está costando mantener su proyecto, igual a Marco Sifuentes.
Ping pong II
-Congreso de la República.
-Una alcantarilla.
-Periodismo o literatura.
-Literatura.
-Poesía.
-Yo quiero creer que en mis novelas aparece, de vez en cuando, la poesía. La leo y aunque no la escribo, quiero creer que la poesía vive en mí.
-El Perú.
-Una incógnita que cuando más parece resolverse, de pronto, vuelve a su condición de enigma.
Para unas Fiestas Patrias, hiciste un recuento de frases al Perú.
-De esas me quedó con la de (Pablo) Macera ‘El Perú es un burdel”, con el perdón de los burdeles.
-La cultura de la suscripción es un tema del Perú. Es decir, en otros países, tipo en Europa, ¿estos modelos aplicados al periodismo funcionan?
-Es un buen punto. Yo creo que tiene que ver, sobre todo, con un tema de cultura de suscripción, y tenemos que aprender. Ahora sigo creyendo que lo digital es el modelo del futuro, no creo que vayamos a volver a imprimir periódicos y revistas. Es cuestión de encontrarle el ángulo. En el Perú el modelo digital para espectáculos funciona muy bien. Hay gente que ha montado buenos programas de conversación; pero cuando hablamos de política y de información, allí nos cuesta más, porque, también, los empresarios no se arriesgan a colocar sus auspicios en estos espacios. Esto es una consecuencia de la polarización y fragmentación que estamos atravesando.
El fútbol
-¿Reynoso es el pretexto y se le está acusando de todos los males de la selección actual? ¿Cuál es tu reflexión?
-Luego de la última fecha de las clasificatorias ocurrieron situaciones en las que se puede hablar perfectamente de una doble actitud. Por un lado, el técnico de Chile (Eduardo Berizzo), quien después de empatar cero a cero en casa, decide renunciar, y, por otro lado, Reynoso, quien, después de perder una vez más, no solamente no renuncia, sino que enarbola un discurso muy poco autocrítico. Su autocrítica es muy superficial, no está asumiendo responsabilidades reales. Dice la ‘culpa la tengo yo’, pero eso no es ser autocrítico. Ser autocrítico es identificar exactamente cuáles fueron esas decisiones caprichosas que podrían haberse revertido: ¿Se solucionan las cosas con la salida de Reynoso? Parcialmente.
En el Perú el modelo digital para espectáculos funciona muy bien. Hay gente que ha montado buenos programas de conversación; pero cuando hablamos de política y de información, allí nos cuesta más
-La Federación Peruana de Futbol es la madre de cordero.
-La Federación está sufriendo un cáncer que se llama Agustín Lozano, que más tarde o temprano va a arrastrar a todo el estamento del fútbol. Lo que pasa es que todavía vivimos, un poco, de la ilusión del 2018, de la campaña con Gareca, que fue milagrosa. El haber llegado a pelear otra opción al Mundial —para el 2022— con esa federación, a mí me parece, un milagro. Es verdad, lo de Reynoso es un síntoma, pero la verdadera enfermedad está en la Federación.
-En el campo, hay jugadores que no están en el nivel requerido.
-Sí, también. Y tampoco hay un relevo generacional que nos permita pensar en transiciones naturales. Es que en el fondo lo del 2018 fue una excepción y nos hizo creer que teníamos ya un sistema competitivo.
-En el 2018 se alinearon los astros.
-Sí, una vez más lo fortuito a favor nuestro, pero no quiere decir que hayamos hecho lo que, en su día, hizo Ecuador, que fue generar todo un sistema de divisiones menores. En el Perú ocurrió un verdadero milagro, con unos artífices muy puntuales y con una generación que coincidió en su mejor momento.