La modernidad y el pasado luchan —y, también, se seducen— en las calles de Trujillo. Caminar por la ciudad para mirar las casas es un viaje al pasado majestuoso, matizado por construcciones opulentas, estrambóticas y voluminosas. Estas joyas arquitectónicas reflejan el gusto exquisito de una época que ya no está.
En su mayoría, las construcciones permanecen deshabitadas y, algunas, esperan el destino incierto de una venta o la destrucción.
Empero, también se levantan edificios o viviendas modernas que buscan singularidad, que destacan sobre la homogeneidad y el común denominador.
Las casas han sido desde tiempos inmemoriales el núcleo fundamental de la vida humana. Sirven no solo como refugio; sino, también, como reflejo de la evolución cultural y social.
Con la llegada de la Revolución Agrícola, hace unos 12 000 años, los humanos comenzaron a establecerse en un lugar fijo y a construir viviendas más permanentes.
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Estas primeras casas estaban hechas de barro, piedra y madera. La agricultura permitió a los humanos acumular excedentes de alimentos, lo que a su vez facilitó la construcción de aldeas y asentamientos más grandes y complejos.
Las casas han sido desde tiempos inmemoriales el núcleo fundamental de la vida humana. Sirven no solo como refugio; sino, también, como reflejo de la evolución cultural y social.
Desde entonces, las casas han evolucionado, adaptándose a las tendencias arquitectónicas y culturales de cada época.
Recorrer estos espacios, donde cada rincón susurra historias de un esplendor olvidado, envuelto en abundantes ornamentos y detalles que aún desafían la lógica del tiempo, es una experiencia bidimensional: el hoy y el ayer en un mismo plano.
Desde las tranquilas calles de la urbanización El Recreo hasta el centro histórico, estas casas son testigos silenciosos de una ciudad que guarda en su corazón la elegancia de antaño, mientras se enfrenta al galopante paso de los años.
Una casa circular
El recorrido comienza en la urbanización El Recreo. En la intersección con la avenida 28 Julio con Cuba se levanta una gran estructura de forma circular, tan particular que es imposible no contemplarla.
Con detalles en madera y un jardín que alguna vez fue el guardián del inmueble, esta propiedad se encuentra descuidado.
Si bien hace un tiempo se mostraba un gran cartel que anunciaba su venta, ahora ha desaparecido, quizás a la espera de nuevos habitantes que la llenarán de vida.
Techado y rejas
El camino de la urbanización El Recreo lleva a la primera cuadra de la calle Colombia. Allí se encuentra una casa de tres pisos que destaca por su vibrante fachada naranja, un contraste audaz con los tonos más apagados de su entorno.
Este inmueble, con un diseño que llama la atención desde lejos, está rodeado por un pequeño jardín que se extiende, tanto en la parte delantera como trasera, cada uno adornado con un árbol que añade un toque de frescura y vitalidad.
La característica más sobresaliente de la propiedad son las elegantes tejas que decoran el techo, ofrece un aire de sofisticación y distinción.
Las rejas blancas de la entrada principal también merecen mención especial. Adornadas con las letras ‘D’ y ‘G’ en color dorado, que podrían ser las iniciales de los apellidos de la familia propietaria.
Esta combinación de elementos decorativos no sólo embellece el inmueble, sino que, también, sugiere una historia rica y un legado atractivo.
Las casas blancas
Entrando más en la congestionada avenida España, entre locales comerciales, pasando la Oficina de Registro (OR) del Ejército Peruano, asoma una blanca, impresionante y delicada estructura.
Sus imponentes cinco pisos rompen con todo el esquema visual de la zona, repleta de locales modernos y espacios reducidos. Esta casa deja pequeñas a las estructuras aledañas.
Con su color blanco intenso y las rejas negras, este lugar presenta un estilo mucho más clásico, con balcones que adornan tres de los pisos y preceden unas bellas ventanas.
El inmueble tiene como guardianes a dos árboles que, sin duda, le soplan un aire londinense.
En la misma recta, pero en la segunda cuadra de la avenida España, se erige una casa que captura la atención de los trujillanos con su presencia discreta e inconfundible.
La estructura, con sus tres pisos y una fachada blanca, se muestra de manera modesta pero elegante. Destaca con sutileza en el paisaje urbano.
El diseño es complementado por las tejas en el techo, que añaden un toque de tradicionalismo, y los marcos azules en las diminutas ventanas, que permiten que la luz natural inunde los interiores.
A pesar de la sencillez aparente, la casa es inmensa, no hay duda, que todo trujillano se ha preguntado si alguna vez fue habitada o si sigue siendo el hogar de alguien en la actualidad. La luminosidad que atraviesa las pequeñas ventanas sugiere que, aunque la fachada pueda parecer deshabitada, la propiedad aún mantiene un aire de vida y misterio.
Callecita escondida
Continuando el recorrido antes de llegar al edificio Servat, entrando por el jirón San Martin, al frente de lo que es el icónico Club Libertad se encuentra un pasaje muy curioso, muy lleno de color y de casas, que parecen sacada de la escenografía de una película de antaño.
Es el pasaje Modesto Blanco. Imposible pasar por ahí y no pensar en cómo todos los vecinos se pusieron de acuerdo para mantener la armonía visual.
Irónicamente, dentro de toda esta callecita tan colorida, la propiedad que más destaca es la que menos color tiene. Combina los grises con algunos tonos verdosos y la estructura simétrica, da un aura un tanto tétrica que rompe con toda la línea visual del paisaje, como si de un Grinch se tratase.
Juntas, pero no revueltas
En la esquina que forman las calles Independencia y Ugarte, dos casas vecinas realzan el encanto del lugar con su diseño singular.
En Independencia, una vivienda de dos pisos presenta un diseño arquitectónico distintivo, con detalles únicos que incluyen aplicaciones de madera debajo de las ventanas y en la puerta principal, aportando un toque de calidez y autenticidad al edificio.
A pesar de que su jardín frontal se encuentra en un estado algo descuidado y marchito, el espacio verde evoca una época pasada de ostentación y esmero en el mantenimiento.
Esta casa, actualmente en venta, conserva rastros de su antiguo esplendor y de la vida de la familia que la habitó.
Frente a ella, en la esquina de Ugarte, se alza una casa blanca de tres pisos que, en la actualidad, alberga el comedor y el gimnasio de la Universidad Nacional de Trujillo.
Esta propiedad, frecuentada a diario por estudiantes, mantiene su rol funcional en la comunidad educativa, ofreciendo un contraste interesante con la vivienda en venta y subrayando la variedad de usos que estas casas pueden tener a lo largo del tiempo.
Es importante reconocer estos lugares. Saber de su existencia es un acto de rebeldía contra la cotidianidad o rutina que nos enceguece.
La belleza, lo genuino está a nuestro alcance. Solo hay que detenerse un poco y analizar un rato nuestro entorno, apreciarlo y hacernos algunas preguntas que quizá nunca tengan respuesta; sin embargo, se convierte en un pequeño paso para desatar la curiosidad.
Texto y fotos: Valeria Ortiz Gutiérrez y Juan Torres López.