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Yekyll Iparraguirre, «el mejor padre del mundo»: soportó el techo del Real Plaza para salvar a su hijo de 2 años

Al otro lado del WhatsApp, una mujer destrozada no quiere dar entrevistas, pero sí desahogarse. Necesita hablar de su amor.

“Yekyll me amó mucho y me hizo muy feliz hasta el último día. Fuimos una familia muy feliz. Detallista, siempre me sorprendía. Fuimos una familia muy feliz”.

 “Creo que las mejores personas se van más rápido. Yekyll, una persona muy buena en todo el sentido de la palabra, solidario, le gustaba ayudar al que lo necesitaba. Era muy desprendido, amaba mucho a su familia, a sus hermanos y, sobre todo, a su padre”.

“Como padre fue el mejor del mundo. Él cumplía con todas sus responsabilidades. Era una persona muy dedicada a su hogar, a sus hijos”.

“Yekyll me amó mucho y me hizo muy feliz hasta el último día. Fuimos una familia muy feliz. Detallista, siempre me sorprendía. Fuimos una familia muy feliz”.

“Para concluir, Yekyll para mí es un héroe y demostró ser el mejor padre del mundo dando la vida por su hijito Emir; lo cobijó en sus brazos, su cuerpo soportó el peso y salvó la vida de mi niño. Por el mismo peso, mi hijito se estaba asfixiando; pero gracias a Dios lo sacamos a tiempo de sus brazos”.

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Señores:
Carlos Antonio Rodríguez Pastor, dueño de Intercop;
Fernando Martín Zavala Lombardi, CEO de Intercop;
Shimizu Mitsumasu, gerente general del Real Plaza;
Luis Alonso Santa María Torres, gerente general del Real Plaza de Trujillo;
Presente.-

De nuestra mayor consideración:

El techo que construyeron para ganar dinero, pero armaron como si fuera una bomba; caía, la noche del 21 de febrero del 2025, directo hacia el cuerpo de un niño de dos años, pero un padre puso sus espaldas para salvarlo.

Ese padre murió, como nadie debe morir: inocente, bueno. Tenía, apenas, 38 años.

Ese hombre llegó con su familia al negocio de ustedes, y lo mataron, como a las otros cinco inocentes.

A ese hombre no lo rescataron ni los bomberos ni la Marina de Guerra del Perú ni la parafernalia de las autoridades ni sus benditas brigadas de las que tanto se ufanan; sino su familia.

Señores, hay que ser «malo químicamente puro» para hacer empresa sabiendo que esperas a tus clientes con munición en el techo.  

Ese padre fue un deportista; arquero. Ese padre, como todo humano, fue migrante. Nació en Cajabamba y se enamoró en Pataz, donde echó raíces.

Aquel viernes, el día de Venus, la diosa del amor, expresaba a plenitud el cariño y afecto hacia su familia. Llegó al Real Plaza con sus tres hijos, su esposa, un sobrino y dos parientes más.

Los llevaron a los pequeños a los juegos. Después, se sentaron a cenar. Luego cayó el techo. El techo que ustedes armaron como bomba.

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Como todo; los valores, conductas y creencias vinculadas a la figura del padre han cambiado a lo largo de la historia.

De ser el abastecedor de alimentos, pasando por el educador-castigador, hasta llegar al modelo paternal de la cercanía afectiva y la ternura.

“Se ha pasado del proveedor de alimentos al proveedor de afectos”, escribió Luis Manuel Estalayo Martín.

Yekyll Iparraguirre Palomino respetaba la tradición de la paternidad. “Era muy trabajador. Como padre fue el mejor del mundo. Él cumplía con todas sus responsabilidades”, resalta su esposa y sus amigos, también, subrayan esa cualidad.

Pero, además, incorporó rasgos afectivos amplios y profundos para con sus crías. “Era una persona muy dedicada a su hogar, a sus hijos”, repite su esposa.

Yekill Iparraguirre Palomino, víctima del Real Plaza Trujillo

El destino quiso que Yekyll dimensionará la figura paterna hasta llevarla a la noción tangible y real de héroe. Es común que el hijo llame héroe a un padre responsable, amoroso y cercano.

Pero Yekyll dio un salto cualitativo en ese modelo. “No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre”, escribió Sigmund Freud.

Cuando más resguardo necesitaban sus hijos, él estuvo allí. En el lugar y el tiempo correctos. La exacta dimensión del amor.  

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Cuando la fatalidad llegó a la familia Iparraguirre y el cuerpo de Yekyll estaba atrapado bajos los escombros en el patio de comidas del Real Plaza, a cientos de kilómetros, en Pataz, en la sierra de La Libertad, dos personas rompían su cotidianidad y alistaban sus pertrechos para ‘correr’ a Trujillo.

Víctor Sánchez y Roy la Rosa, hermano y tío de la esposa de Yekyll, viajaron toda la noche, sorteando las inclemencias de las carreteras estropeadas por las lluvias que golpean esa parte del Perú.

Llegaron al día siguiente, a las nueve de la mañana. No eran personas ordinarias. Su conocimiento y experiencia en el trabajo de minas los convertía en profesionales idóneos para participar en las labores de rescate.

Nunca Trujillo estuvo frente a una emergencia de ese tipo: personas y cuerpos atrapados bajo toneladas de concreto inestable. El temor de que el armazón ceda era indudable y retrasaba las acciones de los bomberos. 

“La empresa Ormazán ingresó al lugar con un equipo compuesto por 14 obreros y cinco soldadores de su propia planilla. Además, llevaron, estructuras de madera, tubos metálicos para facilitar las labores de rescate. Roy La Rosa, ingeniero de minas, y su tío, el señor Víctor Orlando, lideraron el operativo para recuperar el cuerpo de su familiar y el de las otras víctimas”, afirma una publicación compartida por varios usuarios en Instagram y TikTok.

La esposa de Yekyll dice al respecto:

“A mi esposo fue muy difícil sacarlo de los escombros. Fueron mis familiares, quienes vinieron de Pataz y entraron. Ellos con experiencia en la mina lo sacaron y, también, a las otras personas”.

“A nosotros no nos ayudaron ni bomberos ni nadie. Hasta los materiales los llevamos”.

“Si no hubiera sido por ellos, cuantos días más hubieran estado el cuerpo de mi esposo ahí”.

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El fútbol cumplió con Yekyll su estela transformadora: le cambió la vida. Llegó a Pataz para jugar por el Club San Pedro. Allí conoció a Gina Rebaza, su compañero hasta su último día.

El arquero es un mártir, considera Eduardo Galeano. “Es un solo”, agrega.

Elda Cantú define al padre y con facilidad se reconoce virtudes que comparte con el arquero: “Ser padre es también un viaje sin retorno a un imperio doméstico que oscila entre la alegría, el miedo y la vigilia”.

En un segundo, en una sola jugada; el guardavalla se metamorfosea de figura a enemigo. El arquero cuida y defiende lo más preciado de su equipo: el arco y la dignidad de sus colores.

Así es un padre: atisba el peligro para su familia y actúa. Así fue este buen cajabambino. En el momento más oscuro; vigiló, cuidó y se arrojó para proteger a los suyos.

Llegaron al día siguiente, a las nueve de la mañana. No eran personas ordinarias. Su conocimiento y experiencia en el trabajo de minas los convertía en profesionales idóneos para participar en las labores de rescate.

Y no importa el daño en el camino o el quebranto del desenlace. “Los héroes también mueren, y generalmente de mala manera”, desarrolló, en su libro sobre el final de personajes mitológicos, Carlos García Gual.

¿Es un instinto proteger a la cría? Con los hijos somos bestias y ángeles, segregó Blaise Pascal.  Sacan lo mejor de nosotros; pero, también, ese lado salvaje que nos empuja a actuar con arrojo y osadía, como detener un techo en caída libre con nuestras espaldas.

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Gina Rebaza procura no sentir lo que siente; pero una muerte como la de su esposo es —parafraseando a César Vallejo—, un dolor dos veces. El sufrimiento se mezcla con impotencia; el daño, con rabia y el presente con una sensación de vacío, de levitación.

No quiere nada del Real Plaza. No ha atendido las llamadas. Y no pienso hacerlo. “Tengo un dolor muy inmenso y no quiero nada de ellos. Solo quiero justicia. Y lo van a pagar”.

Y el centro comercial sigue violentando a esta familia:

“Mi bebé estaba inconsciente y lo llevé a la clínica. Lo ingresé con un seguro que tiene que lo cubre todo. Al sacarlo, pensé que todo ya estaba cubierto, y me doy con la sorpresa que Real Plaza que habían pagado. Yo nunca los atendí. Pagaron a mis espaldas”.

Leer más: Real Plaza: el dolor no tiene techo (versión pódcast)

Gina se da tiempo hasta para desmentir una noticia falsa, de esas que pululan en torno al homicidio del Real Plaza. Es un video titulado “así sacan y escoden a Mu3rtos en el Real Plaza”.

“Ese TikTok es falso”, espeta. “Es mi esposo. Lo taparon para que no graben su cuerpito, simplemente. A nosotros nadie nos compró como todos comentan ahí (en el video)”. 

Yekyll Iparraguirre, víctimas del Real Plaza

Un hombre soportando con su cuerpo toneladas de concreto corroído y putrefacto para salvar a su hijo es una imagen made in Perú, un país que desde décadas vive un proceso en el que lo económico moldea lo político, en el cual, como apuntó Alberto Vergara, la promesa de república, que buscaba igualdad, ciudadanos e instituciones, fue reemplazado por el neoliberalismo y el mercado.

Todo se compra y todo se vende. Consumes, luego existes. Entonces, todo vale para empresarios sin escrúpulos, para políticos sin moral y para ciudadanos adormecidos.   

Mientras tanto, la esposa del protagonista de esa imagen está en el borde. En un limbo. El saber que tiene una vida y que empezará una nueva. Es una sobreviviente —el techo, también le cayó a ella—, también, una viuda, también, un padre-madre, también, una herida que sangra.

En el borde, versó la colombiana Piedad Bonnett, nunca estamos más solos, nunca somos más huérfanos.

“Solo espero que pase todo”, escribe Gina Rebaza en uno de sus últimos mensajes por WhatsApp. Habla de resignación. Lo único que la salvará.  

César Clavijo Arraiza
César Clavijo Arraiza
Nació en un desierto frente al mar, donde solo crecen árboles de algarrobos. Dice que le gustan todas las frutas, pero en los últimos meses se ha decantado por el pepino, de origen andino; pero con una mala fama: se cree que si se consume después de beber licor puede causar la muerte. Periodista, escritor, docente, padre y esposo. Es torpe con la pelota, pero ama jugar fútbol. En el 2018 publicó "Tercera persona"; en el 2023, "No todo se queda en la cancha". Terminó un doctorado en comunicaciones.