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Estadio Miguel Grau: escenario donde se jugó Copa América y un Mundial convertido ahora en un campo de ruinas

¿Qué pasa cuándo el fútbol está rodeado de ruinas? El balompié es el principal deporte que despierta pasiones y jamás duerme. El hábitat de esta disciplina nace y revive en cada hincha que asiste a un estadio.

En ese mismo lugar donde un país, como Perú, se puede unir. Si aquel espacio llega a desaparecer, ¿dónde se encuentra el fútbol?, ¿está en el recinto, en los fanáticos o en la política que lo dirige? 

En la década de los 50 se construyó el estadio Miguel Grau de Piura con una capacidad para 10 mil espectadores. Es el primer espacio deportivo oficial de la región.

Se remodeló para la Copa América del 2004 y el Mundial Sub 17 del 2005. Así, aumentó su aforo a 23 mil espectadores. También, se edificó un segundo anillo de gradas, se colocó césped sintético y un techo a la tribuna preferencial.

Era un mausoleo deportivo. Para entonces, era uno de los estadios que mejor representaba la inversión de un país que llora y mama por el fútbol. Cada partido era una escena mundialista. El deseo de victoria estaba enmarcado en un cuadro verde.

Se remodeló para la Copa América del 2004 y el Mundial Sub 17 del 2005. Así, aumentó su aforo a 23 mil espectadores. También, se edificó un segundo anillo de gradas, se colocó césped sintético y un techo a la tribuna preferencial.

En el 2019, el coloso, ubicado en la avenida Luis Montero, fue clausurado por la municipalidad distrital de Castilla debido al incumplimiento de las normas de seguridad. El primer anillo de graderías tiene 70 años.

El fútbol sangró.

En el 2020, el gobierno regional de Luis Neyra León intento rescatar el lugar. Por ello, ordenó iniciar excavaciones en la cancha e intervenir en algunas gradas. Sin embargo, luego los trabajos se paralizaron y se convirtió en un campo de cultivo infeliz.

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El Estadio Miguel Grau de Piura lleva una década en abandono. La unidad de obras del gobierno regional tiene previsto actividades que lleven a su reconstrucción. No obstante, esta medida es una tabla que tiembla frente a la inestabilidad política.

Una mirada de 90 minutos

A minutos de la nueve de la mañana, la entrada del estadio está de espaldas. Desperfilada. Ignorante de su propósito. Sus paredes grises de ladrillo grueso, el portón de fierro y los muros de rojo troceado son gestos oxidados.

Los avisos sobre distancia social, lavarse las manos, utilizar mascarilla y desinfectar el calzado aún no se caen. No están despintados, solo están débiles. Aún se puede leer ese pasado que paralizó al país. Es una huella que mancha.  

Miguel Grau, estadio de Piura

El terreno nos persigue hacia la izquierda. Hay pedazos de telas cercas. Se vislumbran algunos colores. Es el rojo y blanco. Es el Perú en una esquina. Las camisetas nacionales y de otros clubs populares se exhiben en la vereda.

Una cantidad de polos están tendidos en una puerta apta para el ingreso de buses. Mantienen un orden extraño. El vendedor sexagenario observa un punto sin marca. No hay tráfico, hay nubes entrelazadas de grises. No hay compradores, hay gente que camina y trabaja.

El efecto de girar el contorno de aquel lugar es decadente. Una pared tiene la firma de un artista callejero. Un grafiti desconocido como el estadio donde está hecho. Mientras recorres ese sendero arenoso, aparece un defecto físico que hace que nos alejemos de sus exteriores: basura acumulada. 

Mientras volvemos a la puerta principal, vemos algunos árboles con más corteza que vida. Apenas respiran por aquellas raíces delgadas. Sus ramas parecen fuertes, pero quieren mirar para abajo.

El portero anula el paso de visitantes curiosos. Les informa que el estadio lleva años en ese lamentable estado. Se queja de las autoridades e indica, incluso, un monto de inversión de grandes números. Finalmente, señala que los sábados puede dar acceso a algunos interesados.

La pelota no se mancha

En 2020, el presupuesto destinado para la remodelación del estadio se vio afectado por la pandemia de la covid-19. A pesar de que se habían planeado mejoras como el cambio del césped artificial por césped natural y la instalación de un sistema de riego por aspersión, muchos proyectos quedaron paralizados debido a problemas burocráticos.

Durante ese año, se invirtieron más de 3 millones de soles en medidas preventivas, aunque no se especificaron las obras concretas realizadas. La incertidumbre nació desde aquella inversión. Poco a poco se depositaban sumas que no lograban renacer la esperanza para que la pelota ruede con libertad.

Para el año 2021, se esperaba que el estadio estuviera listo para albergar la Copa Mundial Sub-17. Sin embargo, el evento fue cancelado por la pandemia del coronavirus.

A pesar de este hecho, las autoridades  continuaron trabajando en la elaboración del expediente técnico necesario para las futuras remodelaciones.

En este proceso, se identificaron áreas críticas como la rehabilitación de las tribunas y la mejora de los servicios higiénicos. Lo que es cierto, es que la reforma debía ser interna. Una purga al cuerpo político que postergaba el inicio de los trabajos.

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Recién en 2022, el Gobierno Regional de Piura anunció un nuevo plan para revitalizar el Estadio Miguel Grau con un presupuesto proyectado de S/ 81.7 millones.

Este ambicioso proyecto contemplaba la construcción de una pista atlética y otras instalaciones complementarias. La meta era transformar el estadio en un espacio multifuncional que pudiera acoger diversas disciplinas deportivas y eventos culturales.

En este proceso, se identificaron áreas críticas como la rehabilitación de las tribunas y la mejora de los servicios higiénicos. Lo que es cierto, es que la reforma debía ser interna. Una purga al cuerpo político que postergaba el inicio de los trabajos.

Durante el 2023, se formalizó un convenio específico entre el GORE Piura y el Instituto Peruano de Deporte que autorizó la administración conjunta del estadio por un período de diez años.

Este acuerdo fue fundamental para garantizar que las obras necesarias se llevarán a cabo y que se mantuvieran los estándares de seguridad requeridos para eventos deportivos.

A partir de ese reciente suceso, el estadio sigue en coma. No es necesario entrar en sus locaciones para respirar la mortalidad de la acción deportiva. Solo se necesita un breve asome para saber que noventa minutos se volvieron diez años de mediocridad política.

Entra y rodarás

Una mañana sabatina es testigo de la pequeña recepción que está en la entrada del estadio: una silla inválida y unas lunas sepias. Al ingresar, las grandes oficinas son opacadas, a su lado, por una escalera que pierde su amarillo. No hay colores enteros.

Antes de ingresar a las gradas, existe una fila de asientos sin relleno y tachos de basura que quedarían bien afuera donde más se los necesita.

Los primeros asientos son casi blancos. Probablemente, fueron inaugurados con el rojo de la bicolor. Luego, están sillas azules que se acurrucan cuando ve presencia humana. Se aprietan. No son fotogénicas.

Después, se unen sillas marrones. Allí, hay un visitante: las chanchas de cervezas. Signo de jarana y bohemia extinta. Cerca de ahí están bancos de cementos partidos por nulos partidos.

Mientras bajas camino al campo, hay una sensación de vértigo. Ruedas. Ruedas porque no hay nada seguro. Ni siquiera las cercas que separaban a hinchas de futbolistas. Ahora separan a hinchas del fútbol.

Se deja ver obras inconcretas en zonas específicas que son cráteres rellenos de una especie de caucho. Algo negro los cubre y los expande. Hay capas desorbitadas de ese material lúgubre.

El letrero de “salida” nos llama. Parece la entrada de un parque turístico en Halloween. Grande, rectangular y hondo. En sus pisos albergan varias capas de un césped percudido. Esperan ser utilizados en algún siglo.

Nos adentramos en la pista de atletismo y está rota en sus márgenes. Una página roja que se abre en sus líneas. En algún kilómetro, descansa un par de botines celestes y negros. No están desgastados. Solo en abandono. Un arbusto y una zona con profundidad los acompaña en su soledad.

Hay algo vivo. Son humanos. Un niño. Un entrenador. Un futuro futbolista. Un antiguo futbolista. Dos generaciones desempeñando lo que aman en medio de un terreno infértil. Los conos coloridos son obstáculos, pero se vuelven una oportunidad cuando ves el brío y la pasión con que practican dicho deporte.

La madre del niño lo alienta con la mirada.

En enero de 2024, se anunció oficialmente que las obras para mejorar la infraestructura del estadio comenzarían en breve. Se prevé que las mejoras incluyan un sistema moderno de iluminación, nuevos vestuarios y una sala de conferencias completamente renovada.

No obstante, es incierta su mejoría hasta la fecha. 

La comunidad deportiva local ha expresado su entusiasmo por volver a utilizar este recinto emblemático. Las autoridades han señalado que este proyecto es crucial para devolver al estadio su antiguo esplendor.

Es importante señalar que el camino hacia la modernización del Estadio Miguel Grau no ha estado exento de desafíos. La falta de financiamiento constante ha retrasado los avances en las obras.

Texto, foto y vides Johan Fiestas Chunga