I
El día 9 de junio del 2024, el presidente francés Emmanuel Macron decidió disolver la Asamblea General del país galo; lo hizo después de que su partido Renacimiento fuera avasallado por el partido ultraderechista Agrupación Nacional en las elecciones para el Parlamento Europeo. En consecuencia, el mandatario convocó a nuevas elecciones legislativas en Francia.
La medida ha sido calificada como reaccionaria, arriesgada, derrotista y difícil de defender, incluso para los diversos militantes de Renacimiento. El ¿daño? está hecho y, de no acontecer algún imprevisto, se realizarán las elecciones de los nuevos miembros de la Asamblea General francesa en los días 30 de junio (primera vuelta) y 7 de julio (segunda vuelta).
Como si la polémica no fuera suficiente, ha entrado al campo de debate una peculiar controversia. El día 16 de junio, el famoso futbolista francés Kylian Mbappé usó los micrófonos de una rueda de prensa para exteriorizar el siguiente mensaje:
“Quiero dirigirme a todo el pueblo francés y, especialmente, a la generación joven. Creo que somos una generación que puede marcar la diferencia. Estamos viendo hoy que los extremistas están a las puertas del poder. Tenemos la oportunidad de elegir el futuro de nuestro país. Por eso, pido a los jóvenes que salgan a votar, que sean conscientes de la importancia de la situación. Espero usar mi voz lo mejor que pueda porque necesitamos identificarnos con los valores de la diversidad, la tolerancia y el respeto. Eso es innegable (…)” (Transcripción del vídeo subido por el diario Expansión a su canal de YouTube).

Podrían haber sido palabras sin mayor relevancia, de esas que se pierden en el vertiginoso transcurrir de las noticias, pero múltiples sectores no han querido dejar pasar este suceso. En efecto, ciertos miembros de la sociedad civil, asociaciones ultraderechistas que se consideran aludidas, los furibundos usuarios de redes sociales, entre otros, protestaron indignados: «¿Qué hace un futbolista opinando de política?».
II
¿Quién debe hablar de política?
Resulta sorprendente que en pleno siglo XXI todavía exista esta pregunta oscilando entre los países democráticos, pues cualquiera creería que ya están enterradas aquellas teorías elitistas donde se postula que solo determinados grupos, estratos o profesionales pueden tomar la palabra pública, relegando al resto de ciudadanos.
Cualquiera aseveraría que, por muchas y hondas que sean las diferencias entre los sectores sociales, hoy ya se da por sobreentendido que todos tienen el derecho a manifestar de forma libre su pensamiento político (por supuesto, esto no incluye discursos de odio).
Sin embargo, queda en evidencia que aún hay gente que considera que el hablar de política es un atributo exclusivo de unos pocos virtuosos. Un atributo que nadie fuera de este círculo debe osar vulnerar ni usurpar.
Aunque el sueño platónico de numerosas personas sea que solo los cultos, los académicos, los filósofos, los líderes de masas, los bien educados, dicten lo que se tiene que hacer o no en la política, lo cierto es que hoy esto resulta inadmisible.
Los derechos políticos se encuentran diseminados en tratados internacionales, constituciones, jurisprudencia, doctrina y teorías filosóficas contemporáneas. El reconocimiento de estos derechos garantiza que ningún individuo sea privado de participar en la vida política de su país. Elegir, ser elegido, tomar acción en los mecanismos de control de autoridades, la libertad de expresión en materia política: estos y más son los derechos abarcados aquí.

Entonces, ¿por qué hay sectores que consideran nocivo que Kylian Mbappé haga un llamado para que las juventudes voten contra lo que él entiende como «extremos que dividen»? ¿Son los argumentos de estos críticos lo suficientemente rotundos para que uno caiga en la cuenta de que Mbappé está actuando mal?
III
Los argumentos que más se repiten contra el pronunciamiento del deportista son los siguientes:
- Mbappé es futbolista, no debe opinar sobre temas ajenos al fútbol.
- Mbappé es multimillonario, no tiene derecho a dirigirse a la clase baja (argumento de Jordan Bardella, líder del partido ultraderechista Agrupación Nacional).
- Mbappé es famoso, puede influenciar a las masas para que decidan según sus preferencias (argumento de Bertrand Ndongo, activista del partido ultraderechista Vox).
Si revisamos de forma atenta estas premisas, lo primero que entenderemos es que son falacias ad hominem.
Descalifican a Mbappé por lo que es, no por su mensaje en sí. Ese “es futbolista” lo ubica en el bando opuesto al de los dizques autorizados para hablar de política (cultos, académicos, filósofos, líderes de masas, bien educados, etc.). Se le discrimina por no pertenecer al selecto club de los ilustrados.
Miembros de la sociedad civil, asociaciones ultraderechistas que se consideran aludidas, los furibundos usuarios de redes sociales, entre otros, protestaron indignados: «¿Qué hace un futbolista opinando de política?»
El “es multimillonario, no debe dirigirse a los pobres”, además de constituir una falacia, es una burda mentira. Hasta el momento de la redacción de este artículo, el deportista no se ha dirigido única y exclusivamente a una clase social específica, sino a la población joven de Francia.
Un mensaje general que va para adinerados y pobres por igual. Asimismo, se trata de un pronunciamiento carente de violencia y apología feroz. Siendo así, ¿por qué mentir para desacreditar una perspectiva política? ¿Es ese el nivel de discusión al que tenemos que rebajarnos por exteriorizar lo que pensamos? Si es que Mbappé está equivocado, ¿no bastaría con que sus ahora adversarios lo demostraran con datos, evidencias e ideas?
Por último, el hecho de que sea una persona famosa no asegura que todo lo que diga será obedecido por la población.
Esto no es similar al influjo del flautista de Hamelin sobre los roedores. Pues, de ser así, ni Donald Trump en Estados Unidos, Javier Milei en Argentina o Pedro Castillo en Perú, habrían triunfado en los comicios, ya que tuvieron un ejército de celebridades en su contra.
Vamos más allá: incluso en el disparatado supuesto de que lo que opine Mbappé sea lo que al final se imponga en las elecciones de su país, cabría preguntarnos si esto deviene un motivo de peso para que él o cualquier otro famoso silencie su postura ideológica.
IV
El caso Mbappé es una excusa ideal para revalorizar lo que se conoce como derechos políticos, los cuales van aunados a la libertad de pensamiento y expresión. Que una situación tan fácil de comprender haya generado tal magnitud de polémica es significativo, ya que increíblemente se pone en tela de juicio si un ciudadano debe manifestar su opinión política respecto a la coyuntura de su país.
Comprendamos que lo que ha hecho Mbappé no es autodefinirse como un profeta ideológico, un experto en politología o un representante de la verdad absoluta. Pues, si ese hubiera sido su accionar, el debate hubiera girado en torno a interrogantes muy distintas.
Por ejemplo: ¿cómo contrarrestar al que dice hablar en nombre de la verdad absoluta, al que asegura estar del lado correcto de la historia? ¿Qué saberes mínimos se le exigen a los que garantizan tener el discurso político definitivo?

Aquí sí tendría lógica señalar que Kylian Mbappé carece de los conocimientos técnicos necesarios para darle un sentido de infalibilidad a su pronunciamiento. Nunca sobra recalcar que hablar/opinar de política no es semejante a emitir un discurso técnico-académico.
El caso Mbappé no está en aquel avanzado grado de reflexión y análisis. En cambio, se halla en un nivel arcaico, primitivo, donde muchos encuentran oprobioso que un ciudadano se comporte como tal.
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Es un problema tan vetusto que hasta levanta sospechas. ¿Por qué hay grupos que se sienten ofendidos cuando un determinado ciudadano ejerce su derecho a hablar de política? ¿Se trata únicamente de la rivalidad propia de los comicios? ¿Lo que en verdad les enoja es que un hablante no apoye su bando o es que hay algo más profundo y grave que nos corresponde advertir? ¿No será que, de manera soterrada y estratégica, lo que estos grupos buscan es que se le comience a negar la palabra pública a cierto tipo de personas?
Atención a las (no tan) nuevas ideologías que hacen creer a las masas que es indispensable superponer al Pueblo sobre el pueblo, bajo el fundamento de que el primero tiene las características ideales para ejercer una voz pública, mientras que el segundo debe actuar con resignada decencia, callándose y dejándose guiar por los ‘predestinados’ a gobernar.