En una lujosa mansión de ocho habitaciones en las afueras de Madrid, un hombre sobrevive. No es cualquiera, es claramente un personaje que tras décadas no ha pasado indiferente, ha sabido erigir su nombre como referente de las letras hispanoamericanas, y hoy se posiciona como el único sobreviviente de aquella época dorada del boom latinoamericano. Ahora no solo perdura, sino que celebra ochenta y seis años de vida incansable. Aunque no lo parezca, mencionar su nombre no parece necesario: se le intuye, se le conoce de memoria como quien aparece repentinamente en la búsqueda inmediata de atención.
El hombre se vuelve personaje, se adentra en su propio universo literario en donde será escudriñado por quienes lo observaron con atención a través del paso del tiempo. El repaso de sus facetas como escritor, figura pública y político serán necesarias al momento de hablar de Mario Vargas Llosa, el hombre que creyó en la aventura de los libros y para quien la escritura siempre fue “un arma contra el despotismo y la desesperanza”.
El escritor
El 7 de octubre de 2010, se anuncia oficialmente la entrega del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa “por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, rebelión y derrota del individuo”, anuncia la Academia Sueca. Han pasado 59 años desde la publicación del primer libro del escritor, La ciudad y los perros, y muchos literatos consideran muy bien merecido el premio. Jaime Bayly declara que Vargas Llosa es “un portentoso creador de ficciones. Escritor tenaz, apasionadamente comprometido con su oficio”.
Desde Colombia, Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, responde con emoción a la noticia: “Es un autor que abre camino, tanto para un tipo de literatura como para la geografía en la que ubican sus libros”; y Jeremías Gamboa, escritor peruano, considera “que el premio de Vargas Llosa haya sido recién concedido manifiesta la actualidad de una obra que trascendió largamente el momento específico del boom y ratifica el papel que ostenta el peruano como verdadero “escritor de escritores” en nuestro idioma”.
Sobre la prosa del escritor se suman más opiniones. Rafael Lemus cree que el peruano es el mejor novelista del boom latinoamericano: “El más riguroso, el menos folklórico, el más duradero”. La escritora colombiana Laura Restrepo recordó, luego de ganar el Premio Alfaguara 2024, que en sus épocas universitarias la publicación de un libro de Vargas Llosa era un acontecimiento significativo y expectante. Desde adolescente, la argentina Leila Guerriero lee al peruano: “Escribió algunas de las mejores novelas del idioma español, ganó el Nobel, fue candidato a presidente por su país, era de izquierda y, ahora, es liberal. Me parece que es un viajero y tiene una disciplina de trabajo fuerte”.
Rafael Lemus cree que el peruano es el mejor novelista del boom latinoamericano: “El más riguroso, el menos folklórico, el más duradero”.
De lo que en algún momento dijo Borges cuando se le preguntó sobre Vargas Llosa, “a ese no lo conozco”, muy poco ha quedado. El nombre del escritor da la vuelta al mundo, se escribe en cientos de titulares y, para muchos, es sinónimo de orgullo por ser el único peruano, hasta la fecha, en recibir tal distinción.
Hay mucho de dónde mirar en la producción narrativa de Vargas Llosa. El cantautor y poeta Joaquín Sabina considera a El sueño del celta uno de sus libros favoritos: “El último de Vargas Llosa que es una maravilla, El sueño del celta, que está tan a la altura de cualquier otro de sus libros, ese hombre no tiene declives”. El reconocido cineasta peruano Francisco Lombardi también tiene su preferido: “La ciudad y los perros fue la primera novela que me impactó, la literatura estaba mucho más cerca de mi vida cotidiana que todo lo que había leído anteriormente”, el libro lo inspiró hasta tal punto que fue el responsable de adaptarla a la gran pantalla.
La disciplina de Vargas Llosa es protagonista en la dinámica de su oficio. Es bastante recurrente el consejo que tomó de Flaubert de “corregir, corregir y corregir hasta que un texto esté listo”. Para Fernando Iwasaki, escritor y gestor cultural, esto le permitió desarrollar una técnica narrativa que se evidencia en la “la precisión de su prosa, la plasticidad de su lenguaje, la ambición de su escritura.” En este universo literario resulta irónico que “haya convertido en memorables personajes literarios todo cuanto rechaza en la realidad”, continúa Iwasaki. “Disiente del fanatismo religioso y creó al Consejero. Rechaza al marxismo, pero fraguó a Mayta. Discrepa del nacionalismo, pero le dedicó una novela a Roger Casement.”
En una carta de 1965, Julio Cortázar le escribe a Vargas Llosa para expresarle sus comentarios sobre la última novela que leyó del peruano, La casa verde: Luego de un claro elogio lo considera como la nueva revelación del continente. “Vos sos América, la tuya es la verdadera luz americana, su verdadero drama, y también su esperanza en la medida en que es capaz de haberte hecho lo que sos”. El uruguayo Mario Benedetti consideró que la narrativa de Vargas Llosa es “comprometida pero no militante”.
Sobre su novela La ciudad y los perros, Washington Delgado dijo que había una admiración secreta por el autoritarismo militar que aparentemente critica. Sobre la misma novela, el escritor mexicano Carlos Fuentes refiere en una misiva de 1964: “Siento envidia, de la buena, ante una obra maestra que, de un golpe, lleva la novela latinoamericana a un nuevo nivel y resuelve más de un problema tradicional de nuestra narrativa”. José Carlos Yrigoyen dice que el requisito principal para odiar a Mario Vargas Llosa es no haberlo leído. “O no haberlo leído bien”, remata.
El político
Muchos lo confirman: Vargas Llosa es un escritor notable, pero su presencia política es, por decirlo poco, polémica. “La norma es que cuando la sabia natura concede una cualidad, concede un don, concede uno solo, nunca dos. Mario Vargas Llosa es un destacado hombre de letras, es un reconocido novelista, pero no hubiera sido un destacado político porque no tiene el don de la política”, declara en uno de sus tantos programas el destacado intelectual Marco Aurelio Denegri.
En los últimos comicios para la presidencia del Perú, la figura de Vargas Llosa apareció de forma recurrente. Su apoyo a Keiko Fujimori fue, para muchos, el punto de quiebre de una desgastada carrera a favor del liberalismo. El constante respaldo hacia un supuesto fraude electoral significó el descrédito para figuras como César Hildebrandt, quien en una de sus columnas reconoció verse decepcionado por quien es ahora “un anciano lagunoso, desmemoriado, distraído. A veces pienso que Vargas Llosa ha desaparecido.”
Sus posturas conservadoras han comprometido, en ocasiones, su carrera literaria. Luego de su reciente ingreso a la Academia de Letras Francesas, un número de intelectuales se mostraron en contra de su acceso por representar “graves problemas éticos con respecto a sus posturas en la política sudamericana”, para los opositores, la figura del escritor “mancilla la imagen de Francia en América Latina, donde sus posturas extremistas son bien conocidas y suscitan un fuerte rechazo”.
Para María Rostworowski, aunque los tópicos de Vargas Llosa parecen comprometerse con la realidad nacional y busquen darle una explicación, lo cierto es que “se quedan en la superficie y no logran profundizar en el mundo andino como sí lo hizo José María Arguedas”. La aparente distancia de la sociedad peruana, prosigue la historiadora, hizo “que no gane ninguna elección”, en especial, en la que postuló como candidato en los años 90 donde fue derrotado por Alberto Fujimori.
“Mario Vargas Llosa es el gran perdedor de la elección que definió la presidencia para el hermano @PedroCastilloTe. Perdió ante Fujimori padre en 1990 y pierde con Fujimori hija en 2021. Escribe mucho a favor del neoliberalismo pero no sabe leer la realidad de nuestros pueblos”, publicó en sus redes sociales, el expresidente de Bolivia, Evo Morales, quien antes tildó al peruano de tener una mentalidad neocolonial, racista y defensor de democracias impuestas por Estados Unidos.
Aunque los tópicos de Vargas Llosa parecen comprometerse con la realidad nacional y busquen darle una explicación, lo cierto es que “se quedan en la superficie y no logran profundizar en el mundo andino.
“Me dio gusto escuchar, observar, constatar, la decadencia de Vargas Llosa”, expresó el presidente de México, Manuel López Obrador. Cuando apoyó al derechista José Antonio Kast, en las elecciones de Chile, el experto en políticas pública, Alonso Cárdenas, dijo que Vargas Llosa traiciona su propio ideario, “porque él ha condenado tanto la dictadura de Augusto Pinochet como la dictadura de Fidel Castro”.
La figura pública
En 2012, el escritor publicó un lúcido ensayo sobre la influencia de las pantallas en la vida moderna, La civilización del espectáculo, en un claro homenaje reinterpretativo al clásico de Debord La sociedad del espectáculo. Aunque entre sus líneas la crítica sea mordaz y la postura del escritor parezca bastante clara, tres años después Vargas Llosa se volvería el centro de atención de la farándula española luego de anunciar su relación con la socialité Isabel Preysler, exesposa del cantante Julio Iglesias, quien dijo del escritor peruano: “De vez en cuando le leo y me parece un tipazo”.
De hecho, Vargas Llosa nunca fue ajeno al cotilleo. A la par que su figura como escritor iba en ascenso, también lo hacían las habladurías sobre sus compromisos personales. Luego de conocer su relación secreta con su tía política diez años mayor que él, Dora Llosa, la madre del literato, se lamenta: “Hijito, cholito, amor mío, qué te han hecho, qué ha hecho contigo esa mujer, esa vieja, esa abusiva, esa divorciada”.
El escándalo se volvería aún más grande cuando apareció una tercera persona en la relación: la sobrina de Julia y prima carnal de Vargas Llosa, Patricia, quien fue su esposa durante cinco décadas. La mirada que ofrece Guillermo Cabrera Infante sobre Patricia es la de “una bella joven muy mimada que, para el momento en que vivían en Londres, estaba muy poco preparada para vivir en lo que era casi un sótano. Allí Mario se encerraba a escribir desde temprano hasta terminada la tarde y había que dejarle el almuerzo (un sándwich o un plato ligero) en una bandeja a la puerta”.
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Como cual escena de El Padrino, Vargas Llosa, finalmente cierra la puerta. Pero no por mucho. Hasta el fin de sus días es probable que el escritor mantenga despierta la llama de la curiosidad por su figura y la polémica se mantenga inagotable en el debate sobre quién es en realidad el autor. Aunque los caminos convergen en una sola certeza, quizás la única de aquella compleja personalidad: la de un hombre inagotable.