Solo un par de minutos vivió Ecuador clasificado. Entre el gol de Moisés Caicedo, ese volante mundialista con cara de churre, que lanzaba a los sudamericanos a la siguiente etapa de Catar 2020, y el tanto del senegalés Koulibaly, apenas el reloj contó algo más de 120 segundos.
El fútbol es de momentos y siempre de momentos cortos. Ecuador abrazó la clasificación y la soltó de forma ligera e inevitable como cuando se aprieta arena del desierto. Ese empate era la vida misma, pero «no se puede amar lo que tan rápido fuga».
«Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido», versó Pablo Neruda, oriundo de Chile, el país, que, junto a Perú, buscó eliminar del mundial a Ecuador en los tribunales, pero que sí lo logró, en la cancha, un competitivo cuadro africano, que a pesar de no contar con su rutilante jugador Sadio Mané, compite y bien.
El promedio de edad de la selección norteña es de 23 años. Es decir, son jugadores con energía para volver por su revancha. Como la revancha no es un instante, sino un viaje. Una parada obligatoria será enfrentar a Perú.

En pocos meses, volveremos a jugar contra este equipo, con quien no hemos perdido desde que lo dirige Alfaro. ¿Qué enseñanzas rescatar de esos partidos y, en especial, del desempeño de los vecinos en Catar?
Ecuador con técnico
La vida, también, son instantes. «Tu materia es el tiempo, el incesante tiempo. Eres cada solitario instante», escribió Jorge Luis Borges, el paisano del técnico Gustavo Alfaro, quien citó a Albert Einstein para explicar el porqué hizo jugar en la cita máxima del fútbol mundial a Kevin Rodríguez un jugador de la segunda división. «Es mucho más difícil de desactivar un átomo que un preconcepto», aludió.
La llegada de Alfaro a la selección de Ecuador también fue un instante y se enfrentó a prejuicios e intolerancias. La federación había presentado con vanidad, en el 2020, a Jordi Cruyff, el hijo de la leyenda Johan Cruyff, como técnico de la selección. Se buscaba dar el gran salto mundial con un técnico que lleva la sangre del Barcelona de España; pero explosionó la pandemia de la covid-19 y el europeo dejó plantados a todo el país.
A pocas semanas para que arranque las clasificatorias, presentaron al argentino Alfaro, un técnico desempleado desde hacía ocho meses, y que nunca había tenido experiencia dirigiendo selecciones. «Fue el contrato más fácil de negociar», dijo presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, Francisco Egas.

Ahora Alfaro no sabe si renovar. «Tengo sentimientos embargados. Tengo que parar la pelota y ver si quiero seguir dirigiendo o no», confesó luego de la eliminación.
Se despide Ecuador y deja una luz. Ganó, empató y perdió. No es una mala campaña. El partido contra Países Bajos será recordado por la técnica, táctica y coraje que desplegaron los sudamericanos para encorvar a una selección siempre favorita. Fue empate, pero debieron ganar.
Hoy, Alfaro, a quien apodan Lechuga, ingresó al terreno de juego del Khalifa International Stadium y levantó a sus muchachos abatidos sobre el césped, quienes habían competido como hombres, pero lloraban como niños. «Este es un equipo con más futuro que presente», dijo él tan conocedor de los momentos.