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Christian Cueva está feliz, pero da pena

A Cueva se le ve feliz, pero da pena. Un diamante que se enfanga. Un talento taponeado o, lo que es peor, un animal que se come la cola.

Se parece a Eresictón de Tesalia, ese personaje de la mitología griega condenado por los dioses a estar hambriento eternamente y terminó devorándose a sí mismo. El problema con Christian es que es Cueva.

“No tengo que darle explicaciones a nadie”, responde cuando se le pregunta por la pichanga que jugó con sus amigos de barrio, en los días que debía pensar en su operación para regresar al deporte profesional.

El primer enemigo de Cueva es el fútbol amateur, aquel que no exige mayores responsabilidades, al que le basta solo el talento o la destreza innata, el que se juega con medias cortas y lejos de las organizaciones jerárquicas o clubes.

Se parece a Eresictón de Tesalia, ese personaje de la mitología griega condenado por los dioses a estar hambriento eternamente y terminó devorándose así mismo. El problema con Christian es que es Cueva.

Ese enemigo es el primero de los muchos que ha combatido en sus 32 años. “El enemigo de una primera guerra que, quizás, puede explicar las otras”, escribió Juan Cristóbal Peña en un perfil de Manuel Contreras El Mamo, el brazo ‘justiciero’ del dictador chileno Augusto Pinochet.

Hay un vino argentino que se llama El enemigo: “Al final del camino solo recuerdas una batalla, la que libraste contigo mismo, el verdadero enemigo, la que te hizo único”, dice en su etiqueta. 

Cueva es una futbolista amateur atrapado en la historia de un deportista profesional. He allí su guerra. Y la está perdiendo.

El espejo en el que se mira Cueva lo deforma. Le engaña. Justo en esos episodios de turbulencia, el mediocampista debe trasmitir tranquilidad, confianza e ilusión.

“También es momento de mostrar frialdad y valentía. Lo primero favorece el sentido común y el segundo la determinación, porque los problemas no se resuelven solos”, propone Jorge Valdano.

Cuando se embriaga, Cueva actualiza sus redes sociales con mensajes a sus otros enemigos: los dirigentes de Alianza Lima que le cerraron las puertas del club.

Cueva patea el balón en el estadio Matute.

Además, parece un deportista que piensa en los negocios, antes que en los entrenamientos, por eso se asoma para promocionar un nuevo torneo de fútbol de su amigo Carlos Zambrano.

Lejos están sus videos que compartía con su entrenador personal, en el que le ganaba un par de batallas al jugador amateur y se portaba como un ambicioso y riguroso profesional, aquel que entrenaba de manera constante y aumentaba su rendimiento fuera de las canchas.

Cueva está feliz y a todos nos da pena, porque parece un joven futbolista retirado y no el mediocampista que hace falta en la moribunda selección peruana. El técnico Jorge Fossati ha dicho que lo buscará, Cueva prometió que se operará y que se acomodará para regresar a la bicolor.

Según el portal Son datos no opiniones, en los dos últimos procesos por clasificatorias al mundial, el trujillano ha sido el futbolista más influyente, un indicador que considera goles y asistencia.

Para el mundial de Rusia, anotó 4 goles y brindó 4 habilitaciones. Para el certamen de Qatar, marcó 5 tantos y ofreció 2 pases de gol.

En el 2024, Cueva, el pichanguero, está lejos de esos números. Sin equipo, con una rodilla marchita y con el enemigo —el amateurismo— devorándoselo.

El gran dios del fútbol es el presente. “El presente manda porque en el fútbol mandan las emociones”, escribió Jorge Valdano. La pena es un sentimiento grande de tristeza.

Cueva está feliz y a todos nos da pena, porque parece un joven futbolista retirado y no el mediocampista que hace falta en la moribunda selección peruana.

Sin emociones no entenderíamos los grandes acontecimientos de nuestra historia, de nuestra vida: la muerte de un familiar o el nacimiento de un hijo sería tal cual como escuchar música, comer un bocado. Todo sería plano, igual, chato.

Cueva nos da pena, porque él fue el responsable de muchas alegrías en el pasado. Y ahora, en el presente, se comporta como alguien que puede dar y no se le da la gana de darlo. Alguien que juega fulbito en una losa de cemento con la rodilla enferma.

Sin embargo, la esperanza de que cumpla con su recuperación y, en especial, el apapacho que reciba de Fossati, alimentan la idea de que lo mejor de nuestros días siempre, como canta Fito Páez, está por venir. 

Cueva: video recomendado

César Clavijo Arraiza
César Clavijo Arraiza
Nació en un desierto frente al mar, donde solo crecen árboles de algarrobos. Dice que le gustan todas las frutas, pero en los últimos meses se ha decantado por el pepino, de origen andino; pero con una mala fama: se cree que si se consume después de beber licor puede causar la muerte. Periodista, escritor, docente, padre y esposo. Es torpe con la pelota, pero ama jugar fútbol. En el 2018 publicó "Tercera persona" y ahora está a punto de terminar un doctorado en comunicaciones.