Escribe Ángel Caballero Santillán
En una muy marcada polarización se encuentra nuestro país. Se libra una guerra entre la izquierda contra la derecha, pero la única víctima es la población. Una izquierda la cual cree que ver el mundo arder es la única forma de hacerse sentir contra una derecha que no entiende que existen grandes brechas en nuestra sociedad porque viven dentro de la burbuja de su status quo.
En medio del conflicto social, se encuentran los ciudadanos que a diario registran pérdidas en sus negocios, viven en una incertidumbre total y, lo peor de todo, cada día se cuentan nuevos fallecidos, según el Ministerio de Salud hasta el momento son 26 víctimas mortales producto de las manifestaciones que bloquean carreteras, toman aeropuertos y atacan instituciones estatales.
Todas estas situaciones lamentables no son de ahora, no son responsabilidad de la actual presidenta Dina Boluarte ni del expresidente Pedro Castillo (vacado este último 7 de diciembre). Venimos arrastrando por décadas grandes problemas que, por más gestiones y autoridades que llegan al poder, no se les soluciona. El centralismo y falta de empatía nublan la vista de nuestros mal llamados representantes del Congreso y el Ejecutivo.
Asimismo, la desigualdad y la falta de valores son los ingredientes básicos de este plato de comida llamado ‘Perú’. Podemos distinguir grandes diferencias en temas de acceso a la salud, educación y servicios básicos entre pobres y ricos. Hay que entender que las protestas de los peruanos del ande son justas; pero la forma no, muchos de ellos son azuzados por gente que bordea la línea del terrorismo y la excesiva violencia. Es necesario recordar que en los años 80 y 90 ese tipo de acciones solo generaron más atraso en el país.
Por otra parte, la falta de valores y educación son factores determinantes dentro de la complejidad peruana. Estos aspectos degeneran en la corrupción, ese cáncer que carcome la sociedad y todas las instituciones. La corrupción —el Perú perdió más de S/ 24 mil millones de soles durante el 2021 por la corrupción según la Contraloría General— implica que el dinero del Estado se ejecute de mala manera y se dejen de ejecutar obras.
Además, es necesario respetar a las empresas, ellas son parte muy fundamental del motor de la economía nacional, nada se gana con incendiarlas o atacarlas; pero sí se les debe exigir que cumplan con sus trabajadores, les otorguen los beneficios sociales y no se les explote. Recordemos, el sector privado no es malo, los malos empresarios son los que les generan esa mala imagen.
No obstante, es preciso oír las exigencias y reclamos de todos los que ahora se encuentran en las calles protestando, hay mucho resentimiento y necesidades no atendidas por años, lo que se convierte en una olla a presión que en cualquier momento explota. Existe mucha población desatendida y postergada; pero para entenderl debemos quitarnos nuestra óptica costera, dejar de lado el centralismo —el Instituto de Estudios Peruanos señala que el 45% de la población busca promover la regionalización— que genera más divisionismo, salir de las oficinas, pisar su mismo suelo, convivir con ellos, vivir su realidad para, de esta manera, comprender de forma asertiva lo que necesitan para alcanzar su tan ansiado desarrollo personal y colectivo.
Para poder lograr ese bienestar social que tanto deseamos en el país, es fundamental el diálogo entre todas las partes. Entender que las diferencias son las que hace al Perú tan especial, la pluriculturalidad que es “la coexistencia en un mismo espacio geográfico de diferentes culturas” y diversidad que son lo que más nos identifica y diferencia del resto.
Es por ello que debemos buscar siempre una comunicación efectiva y asertiva, identificar puntos en común y trabajar en las diferencias, sobreponiendo la empatía, tolerancia, el respeto por el otro y la otredad, sobre los intereses y egos particulares, solo de esa manera podremos caminar como una verdadera nación.