En una oportunidad, mientras estaba en la ferretería esperando mi turno, no pude evitar escuchar a dos señores que también estaban en sus propios asuntos. El primero le decía al otro que necesitaba urgente alguien que le haga los planos de su nueva casa y que, para ellos, andaba en la búsqueda de un arquitecto. Casi agitado, y como si tratase de prevenir una catástrofe, el segundo le respondió: “¡No, amigo! Ni se te ocurra… Ellos complican todo. Yo conozco un constructor que te resuelve el problema más rápido.”
Un problema frecuente cuando se trata de materializar la tan ansiada vivienda. No es la primera vez que escucho que se puede prescindir de un arquitecto y, a lo sumo, buscarle si se trata de hacer un boceto para los acabados de la fachada o un dibujo del departamentito que el hijo quiere construir en el techo de la casa. Aun la excusa del presupuesto termina siendo peor a la larga pues el propietario que creía que los arquitectos únicamente sirven para arreglar algún problema estético, debe volver a buscarlo para sanear la propiedad que se hizo de manera informal.
Incluso en edificios multifamiliares prevalecen los intereses de las áreas vendibles, a veces pasando por alto las normas y lineamientos de calidad que conoce el arquitecto. Salvo colegas de mucha experiencia que saben darse su lugar, muchos jóvenes son contratados para cumplir con el plano reajustado de la especialidad o con la supervisión del tarrajeo de muros, acabados en pavimentos, pintura de superficies y otras partidas que no comprometan la estructura de la edificación que comercialmente ya se publicitó.
El propósito de este artículo, además de hacer oficial mi presentación como colaborador de la página, es explicar cuán necesario es un arquitecto en la concepción de una vivienda. Y –por qué no– intentar ilustrar un poco el pensamiento aparentemente tan complicado que tenemos al participar en el diseño y construcción de una casa.
La vivienda ha sido la primera necesidad y el primer problema que ha preocupado al ser humano desde la prehistoria. Empezó como un refugio modesto y se ha hecho más compleja a medida que aparecían más requerimientos sociales que únicamente el pernoctar. En este punto, la vivienda también pasó a ser una tesis de deleite estético, pues se convirtió en la evidencia del estilo de una época conformando la tríada de Artes Mayores: pintura, escultura y arquitectura.
Comprensiblemente, el arquitecto fue formado históricamente como un artista hasta la llegada de la arquitectura moderna donde, la variedad de sectores socioculturales, le supuso el desafió de idear una nueva manera de diseñar viviendas buscando el equilibrio entre utilidad y estética sin importar a quién estuviese destinada la casa.
A través del tiempo, el pensamiento del arquitecto se ha hecho más complejo y este ha tenido que integrar la parte artística e intuitiva junto con la parte tecnológica y racional. El resultado es una vivienda que resuelve el espacio físico para ser habitado adecuadamente de acuerdo a cada actividad, pero también genera estados de confort mediante estímulos sensoriales.
El sufrir las consecuencias de una casa improvisada me ha pasado también como a muchos: la ventana que debemos cerrar porque entra el ruido del taller de motos o la pestilencia del basural cercano y que, al hacerlo, nos deja el sufriendo el calor del verano. La escalera de pasos tan angostos que tenemos que bajarla colocando los pies de lado para no pisar en falso y caernos de un sentón. Las cortinas que cerramos porque nos incomoda que nos vean desde la calle pero que nos deja sin luz de día en el cuarto. El fastidio de picar las paredes hasta encontrar la filtración de agua porque no sabemos dónde está la tubería. La extensión horrible que debemos sacar con canaleta porque el tomacorriente no está en el lugar adecuado. El baño que debemos limpiar con lejía tres veces al día porque no hay ventana que disipe el olor. Los pasillos tan angostos que el familiar en silla de ruedas debe hacer piruetas contorsionistas para circular. Las puertas tan estrechas y en ubicaciones incómodas que es necesario desarmarlas para pasar muebles en una mudanza a costa de rayar las paredes. Incluso las caras largas cuando se trata de vender o heredar la casa y darse con la sorpresa que esta no tiene los papeles en regla.
Se cree que, con una fachada vistosa se ha solucionado el problema del lugar para habitar y si esta presenta problemas a futuro, no queda más que acostumbrarse. Lo he escuchado en algunos clientes: “arquitecto, háganos un planito sencillo para la casa y de ahí vemos cómo nos acomodamos”. Pero el componente inmaterial de un edificio contiene aquello que no se ve; es decir, la respuesta que tendrá la casa al enfrentarse al tiempo y a las diferentes personas que la ocuparán.
Lo bello se puede satisfacer sobre el inmueble ya construido porque, después de todo, la belleza es subjetiva y hay un abanico de opciones para que el propietario quede satisfecho. Pero antes de iniciar la construcción también se toma en cuenta que una casa sea lo más ambientalmente agradable, con una ventilación constante, refrigeración o calefacción según la estación, suficientemente iluminada, acústicamente favorable e incluso que sea olfativamente placentera. Tal atmósfera es lo que complementa el carácter de hogar además de las paredes que diferencian un dormitorio de un baño. Por último, se debe pensar también que la casa cumpla con todas las exigencias reglamentarias a fin de que no caiga en la informalidad y se lleve multas que incluso pueden superar el valor de la obra.
La profesión de Arquitectura está enmarcada dentro de las ciencias y también dentro de las humanidades. Por su componente tecnológico, comparte conocimientos con la ingeniería de la construcción. Pero por su componente humano, es que tiene afinidad con la persona quien finalmente habitará ese inmueble. Una vivienda necesita de un arquitecto porque este será quien integrará las expectativas de la familia en el plano de la casa que luego les alcanzará: su presupuesto, sus costumbres, sus rutinas, sus gustos y hasta sus planes a futuro.
El maestro Lao Tse decía que la arquitectura no está en sus cuatro paredes y un tejado; sino en el espacio y el espíritu que se genera dentro. Y el espacio habitable es lo hace que demos el valor a aquel lugar que elijamos llamar hogar.