En los EE. UU., en la misma semana que Trump fue acusado, se completó la extradición de Alejandro Toledo, quien ha tenido una vida política marcada por las mentiras.
Ya en el gobierno sus excesos y exabruptos fueron continuos. Su regreso al Perú ha sido forzado con más vergüenza ajena, sin pena y nada de gloria.
Con la extradición y el regreso de Alejandro Toledo al Perú está sucediendo algo que nunca antes había sucedido en la historia contemporánea: tres expresidentes de un país acusados por la justicia se encuentren al mismo tiempo en prisión.
Toledo y la larga lista de exmandatarios presos
Al haberse entregado el expresidente Alejandro Toledo a la justicia en EE. UU. para completar el proceso de extradición al Perú, ya son tres los exmandatarios peruanos que se encuentran tras las rejas: Alberto Fujimori, Pedro Castillo y Alejandro Toledo; teniendo en cuenta que Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski también estuvieron en prisión preventiva y sus respectivos procesos continúan.
Ante este hecho histórico sin antecedente alguno, cabe preguntarnos cómo es que hemos llegado hasta ese extremo. En ningún país y en ninguna democracia hay antecedente de algo similar.
Por supuesto que ha habido presidentes corruptos que han sido juzgados, pero son sólo casos aislados, nada como en el caso peruano que, incluso, dentro de las noticias y la agitación que siempre producen las acciones judiciales como la detención de un expresidente, supuso el suicidio de una de ellos: Alan García Pérez.
El problema del Perú es la clase de liderazgo político que se viene formando desde los años 1990. Estamos hablando de un proceso social que se origina en la migración provinciana y en su ascenso en la escala social, el peruano provinciano, campesino, humilde, llega a la gran ciudad y triunfa, con esfuerzo, con trabajo, pero llega a la clase media, los hijos estudian en la universidad, etc. Es la imagen que ha servido para construir la imagen de los líderes políticos que gobiernan el país desde los años 1990.
El discurso es válido porque representa la historia personal de millones de peruanos que se ven reflejados en la imagen pública de los políticos de una raza distinta, todas las sangres, los cuatro suyos, identificando como a líderes a políticos como César Acuña, Alejandro Toledo, Pedro Castillo, Ollanta Humala, etc.
Sin embargo, pese a fundamentarse en un hecho real y concreto como la migración de millones de peruanos desde la sierra a las grandes ciudades de la costa, la formación de líderes políticos con una imagen de peruanos migrantes, de origen andino, indígena o mestizo, socialmente perteneciente a los sectores más humildes es, en realidad, de trascendencia internacional; como Lava Jato, una vulgar mentira que ha desprestigiado no sólo la democracia peruana, sino a todos nuestros compatriotas.
Mucho tendría que hacer la apariencia de peruano provinciano de origen andino, mestizo o indígena con la honestidad y el buen gobierno si es que desde los años 1990 se hubiese educado a los peruanos en los valores correctos. Es mundialmente reconocida la capacidad intelectual y moral de peruanos andinos y mestizos que han destacado en diferentes campos de las artes, las ciencias, los negocios, enumerarlos resulta inútil porque todos sabemos quiénes son a través de sus obras y grandes empresas.
Pero, lamentablemente, en la política peruana se utilizó la imagen del provinciano migrante de origen andino para engañar al electorado y robarle al Perú, posicionando en el poder a personajes sin la calidad moral, ni mucho menos el nivel técnico o profesional para asumir la responsabilidad de gobernar un país.
La cantidad de gobernadores regionales y alcaldes que han estado o están presos por corrupción en Perú es importante, los acusados por corrupción en estos cargos superan el 70 %, en mi opinión muchos de nuestra llamada clase política son de bajo nivel y preparación, entran con la intención de obtener dinero mal habido, bastará con mirar al actual Congreso de la República y los casos de corrupción o ambición que en el vemos.
El verdadero problema es que en nuestro país no hay partidos sólidos; por un lado, hoy se forman grupos regionales que están, en la mayoría de gobiernos regionales o alcaldías a nivel nacional, personas nada preparadas en manejo de Estado. Lo que separa a la democracia de la autocracia es su capacidad para mantener el imperio de la ley y hacer rendir cuentas a los poderosos
Finalmente hay que reconocer algo que es bueno y es que la Justicia peruana envío a prisión a presidentes de la República, gobernadores regionales y alcaldes.
César Ortiz Anderson
Presidente de Aprosec