¿Te ha pasado algo similar? Quizá no sea solamente timidez, carácter serio o personalidad introvertida como solemos pensar. Tampoco es que sean comportamientos para llamar la atención.
Desde pequeño prefería pasar el tiempo entre libros y dibujos, antes que socializando con otros. Y es que no entendía los gestos faciales de otras personas al punto que me costaba descifrar sus emociones. También encontraba contradictorio que alguien afirme una cosa, pero luego actúe de la manera contraria.
Para confrontar protocolos sociales, prefería evitar situaciones no rutinarias o escribir un “plan de acción” consistente en una serie de pautas para poder realizar dicho protocolo. Muchas veces he tomado al pie de la letra ciertas frases, incluso memorizando rutinas para la espontaneidad y el humor (algunas veces sin éxito). Por eso es que, desde temprana edad, inventé rutinas y reglas –casi al punto de la obsesión– para preservar la tranquilidad.
Situaciones como las descritas antes, son características de personas con rasgos de autismo. En mi caso, es el antiguamente llamado síndrome de Asperger. Actualmente clasificado por el DSM-5 como parte del espectro autista de alto funcionamiento debido a que, a diferencia de sus contrapartes de bajo funcionamiento, quienes nacen con esta condición pueden desenvolverse casi con normalidad en la vida cotidiana, excepto en situaciones sociales.
De hecho, los individuos con ásperger pueden pasar desapercibidas y ser confundidas con personas excéntricas, que emplean un lenguaje culto, pomposo y hasta pedante.A diferencia de un neurotípico, que es como se le llama a quienes no presentan comportamientos neurológicos inusuales, a las personas que no lo somos nos cuesta enfrentar ciertas situaciones del conocimiento y del aprendizaje.
La neuropsicología nos clasifica como neurodiversos y, aunque puede sonar a originalidad y creatividad, no es fácil llevar este ‘superpoder’ en una sociedad acostumbrada a ver y llevar las cosas de forma ortodoxa. Es casi como le sucede a los zurdos –que, dicho sea de paso, también lo soy– cuando deben enfrentarse a un sistema concebido para derechos.
Hay algunos clichés sobre el síndrome de Asperger. Se cree que las personas que lo tienen, poseen un cociente intelectual de genio, son monotemáticos, antisociales, arrogantes, y caen en anécdotas pintorescas cuando se les rompe el guion de su rutina. Quizá el personaje más famoso que encarna el ásperger, y que nos ha mostrado su lado cómico y tierno, sea Sheldon Cooper de Big Bang Theory. Pero la otra parte del espectro no se ha mostrado. O se ha distorsionado.
Aunque tengo una memoria privilegiada para recordar de todo y me desenvuelvo muy bien en el campo intelectual, como arquitecto teórico y docente universitario, tengo algunas limitaciones que me demandan mayor esfuerzo para superarlas. Me apasiona construir muebles y dibujar con cualquier técnica, pero me tardo más con los detalles meticulosos debido a que me cuesta controlar la fuerza de mis manos.
Me gusta leer y escribir, pero prefiero el silencio de la madrugada porque el ruido del día genera demasiados estímulos que me desconcentran. Me agrada manejar mi propio auto, pero evito hacerlo en horas punta porque el estrés del tráfico es mucho más insoportable para mí. Siento alegría enseñando a mis estudiantes, pero me cuesta notar cuando los estoy aburriendo por hablar demasiado sobre un tema. Me es fácil concebir y diseñar una casa, pero me toma mucho esfuerzo explicársela en un lenguaje simple al constructor.
De hecho, ante las demás personas, he aprendido muletillas para socializar, pasando como alguien extremadamente serio y formal, pero me cuesta mirarlos directamente a los ojos por mucho tiempo. Incluso, el afecto que demuestro a mis seres queridos es atípico: prefiero escribirles un texto profundamente afectivo antes que abrazarlos.
Mi percepción del entorno es diferente. Por eso, manejar situaciones que para un neurotípico son pan comido, me ha sido complicado; llevándome inclusive hasta la depresión. En mi desesperación por intentar comprender el comportamiento de otros como si se tratase de un algoritmo de computadora, he tenido ataque de ansiedad y explosiones de ira que muchas veces han bloqueado mi sentido común y me han dejado vulnerable no solamente en la calle; sino, también, en mi propia casa.
No obstante, de la mano de la paciencia infinita de mi esposa, cada día voy aprendiendo a vivir con esta condición especial. Tal vez por eso Lionel Messi, quien también es ásperger, ama tanto a Antonella Rocuzzo, de quien jamás se separó desde que fue su primera y única enamorada.
Y es que, así como el futbolista, hay muchos autistas que conviven dentro de la sociedad y han hecho de esta situación su superpoder con el que, sin duda, no pasan desapercibidos y que les hace poner esa neurodiversidad a su favor. Infortunadamente, como dice el psiquiatra Fred Volkmar: “hay una especie de industria casera dedicada a descubrir que cualquiera tiene ásperger”.
De allí, la importancia de contratar los servicios del profesional especialista en la evaluación. Yo recibí mi diagnóstico hace dos meses y me sirvió de mucho para encaminar las estrategias para sobrellevarlo. Si bien es cierto que aún tengo problemas con la flexibilidad en las rutinas, postergar o interrumpir compromisos en la agenda y mentir socialmente para no caer en la honestidad excesiva, también he aprendido a aprovechar las características de un ásperger con técnicas como usar mi obsesiva voluntad para programar hábitos saludables, emplear mis habilidades de escritura para organizar mis pensamientos en un diario y utilizar mi mente rutinaria para llevar un horario equilibrado de actividades.
El Día Internacional del Síndrome de Asperger es el 18 de febrero. Como dije líneas atrás, esto es una condición especial y no una enfermedad. Pero aún hay algunas personas que siguen pensando que el autismo es algo que se debe de curar en pro de ser “normal”. Y, aunque no es tan intenso como las campañas de concientización sobre la discriminación LGBTQ y la lucha contra el maltrato hacia la mujer, en estos últimos años también se ha masificado una importante preocupación social al respecto. Esta es mi contribución para reflexionarlo.