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Sobre animes, mangas y algunas enseñanzas que compartir-vol. 1

Suelo conversar con mis estudiantes de diversos temas: política, cultura, historia, música, identidad, libros, dibujos animados y más. Siempre una pregunta que va hilvanando nuestro diálogo, la marea de las palabras, el tema que tenemos que desarrollar en el curso, pero que nos permite abordar muchos temas más.

De esos diálogos guardo muchísimas enseñanzas, el aprendizaje de los días, ese intento constante por ser mejor docente en cada día por venir. Y confieso: he aprendido más con ellos, con mis estudiantes, que en cualquier clase de pedagogía, que en cualquier taller de metodología, que en cualquier capacitación que haya tenido, a la firme. Pero regreso a la idea, porque fue en uno de esos diálogos que surgió esta anécdota.

Enseñar a estudiantes de cuarto o quinto de secundaria es una constante en el preguntar qué van a estudiar, y no para atosigarlos, sino para compartir experiencias, comentar sus habilidades, descifrarles el universo de posibilidades que tienen, y al mismo tiempo darles la serenidad, la seguridad necesaria al saber que uno también pasó por ello, por la pregunta inevitable del “¿qué vas ser cuando termines el colegio, a qué te vas a dedicar?”, y decirles que no fue tan desastroso como se creía, como tal vez se esperaba.

En algunos casos no tan difícil, cierto, porque cuando respondías Medicina, Ingeniería, Derecho o Administración, nadie se sorprendía ni se incomodaba, sino que todos alababan esa decisión. 

“Has elegido correctamente”, decían con una sonrisa, pero cuando tu respuesta era educación, cuando decías que querías estudiar para ser docente, maestro, profesor, todos los comentarios negativos sorprendían el camino: te vas a morir de hambre, deberías pensar en otra cosa, yo que tú voy buscando un extra, o el que más guardo en la memoria: “¿acaso tu cerebro no da para más?”. 

Memoria de aquellas decisiones infinitas, decisiones que me hicieron feliz (y cada día en clase lo sigo comprobando), y que espero mis estudiantes también tomen para que sus días puedan en un futuro terminar muy cansados, pero nunca aburridos, nunca, porque cuando haces lo que te gusta, terminarás con el cuerpo maltrecho por el trabajo en sí pero nunca el espíritu, ese nunca. 

Vuelvo. Siempre la pregunta a mis estudiantes para al responderles darles esa seguridad necesaria, esa vitalidad que deben tener para afrontar lo infinito y coronar, coronar siempre. Y fue en una de esas sesiones que varios estudiantes me dicen que no lo tienen definido, que quieren hacer mil y un labores a la vez, experimentar el todo y más. “¿Qué debo hacer, profe, a qué me debo dedicar si me gustan muchas cosas?” Para la respuesta, mi mente viaja a un anime, a un dibujo japonés que he venido disfrutando desde hace un tiempo.

“Kimetsu no jaiba” es un manga que inició su publicación en 2016, y vio una serie anime en 2019 que ya cuenta con dos temporadas y una película (la más taquillera en la historia de Japón después de “El viaje de Chihiro”). 

En ella se narra la historia del joven Tanjiro Kamado, quien vive en las montañas y ve su vida cambiar radicalmente cuando luego de vender todo el carbón que llevó al pueblo y regresar a casa, encuentra a todos los miembros de su familia asesinados por un demonio, todos excepto su hermana menor, Nezuko. 

A raíz de ello, él inicia una exhaustiva preparación física y mental para poder convertirse en un cazador de demonios y poder vengar así a los seres amados que perdió. En el camino vivirá experiencias más que asombrosas y se topará con personajes que acompañarán su camino, su día a día. Y de uno de ellos tomo el aprendizaje. 

Zenitsu Agatsuma es un personaje que se nos muestra timorato cuando aparece en escena (dato curioso: se nos explica que su cabello era negro, pero el que le cayera un rayo lo hizo rubio, ¡ja!). 

A simple vista es un cobarde que llega a ser hasta irritante con sus lloriqueos (sobre todo en la voz en japonés, un buen trabajo del seiyū), pero con el paso de los capítulos descubrimos su verdadero yo: cuando entra en una especie de estado berseker, logra dominar la Respiración del Rayo a la perfección en su primera postura, convirtiéndolo en un oponente extremadamente rápido y poderoso. 

Ahora, ¿por qué este personaje me resulta interesante? Porque aplica algo que deberíamos seguir en buena parte de nuestra vida: enfocarnos en lo que sabemos hacer. Y es que sucede así: a veces dedicamos la eternidad en la búsqueda de lo que nos haga felices y experimentamos mil y un veces diversas posibilidades, pero no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo bien y que solo debemos pulirlo para que podamos hablar de perfección; ocurre que probamos y quedamos insatisfechos, y a raíz de ello nos vamos de un viento a otro sin encontrar el rumbo ideal, dejando muchas cosas a medias solo por probar alguna novedad, pero sucede que por querer acaparar todo casi siempre nos quedamos en nada. 

El maestro y abuelo de Zenitsu, Jigoro Kuwajima, expilar del Rayo, entendía el carácter de su nieto, por lo que decide encaminarlo correctamente. Y aquí entra el poder del guion, porque las frases que le dice son hermosas y profundas, dignas de toda una clase de motivación para mis estudiantes: “Enfócate en lo que sabes hacer. Si solo puedes hacer una postura, domínala hasta la perfección. Refínala y llévala más allá de tus límites.” Y Zenitsu lo hizo, el muchacho lo logró, tanto así que en esa perfección crea una nueva postura con la que logra derrotar a una Luna Superior (aquí dejo el spoiler). Regreso.

Cuando pregunto a mis estudiantes qué desean estudiar cuando salgan del colegio, y ellos me dicen que no saben, que van a probar varias alternativas, que ahí verán cuando todo termine, les hablo del anime (y con ello tomo su atención), les comento del personaje, les comparto esta enseñanza vital y los invito a pensar en sus habilidades, en lo que saben hacer y si les gustaría disfrutar de ello por mucho tiempo, porque si lo hacen con pasión, con amor, no será un trabajo: será un motivo para sonreír, para cada día mejorar en esa búsqueda de perfección de lo que se aman así nadie lo entienda, de ese pulir nuestro arte y llevarlo más allá de nuestras expectativas, de nuestras fronteras, de aquellos límites que suele ponerse la gente cuando hace algo que no le inspira, que no gusta, que no quiere. Porque podemos, porque siempre se puede.

Considero que en contadas cosas soy bueno y es por ello que busco mejorar día a día, perfeccionar las técnicas, las palabras, encontrarme con esa felicidad que siento cuando me conecto con esas contadas cosas, buscando no ser mejor que otros, sino mejor que el que fui hace un tiempo. Y así sucesivamente, así. Enseñanzas que obtengo de algunos animes que me permito e invito a observar. Punto. 

Oscar Ramirez
Oscar Ramirez
Oscar Ramirez (Lima, 1984). Docente de Lengua y Literatura y promotor cultural. Viajero incansable, reside por largos periodos en Trujillo. Dirige Ediciones OREM. Ha publicado los poemarios "Arquitectura de un día común" (2009), "Cuarto vecino" (2010), "Ego" (2013) y "Exacta dimensión del olvido" (2019); y el libro de cuentos "Braulio" (2018). Finalista del Premio Copé de Poesía 2021.Contacto: oscarramirez23@gmail.com