Sin atropellos

La agresión sexual, una problemática latente no sólo a nivel nacional o local, sino también a nivel mundial, viene cobrando cada vez más víctimas. Según el Ministerio de la Mujer y poblaciones vulnerables (MIMP), durante los últimos años se han atendido 9 993 casos de violaciones sexuales a mujeres en nuestro país. Aunado a ello, en el 2020 ocurrieron 5 985 casos de esta índole, y en el caso de las menores de edad sumaron 3 928 las víctimas.

Citando una situación suscitada hace unas semanas en nuestro país, en la que el hijo de un importante personaje narró de manera poco empática y asertiva como cometió un acto sexual no consentido por la señorita con la que se encontraba, estando acompañado de un amigo, resaltando que la mujer se encontraba inconsciente y en estado de ebriedad, convirtiéndose en un hecho que ha indignado a todo el país, principalmente a los jóvenes.

¿Pero que hay detrás de este panorama desalentador?, entran a tallar factores familiares, culturales y sociales; tomando en cuenta dónde y con quienes crecen los menores, bajo qué contexto se desarrollan. Asimismo, qué cosas han ido normalizando a través de la dinámica familiar, siendo los padres los principales responsables de sus orígenes y de otorgarles herramientas socioemocionales que fortalezcan su salud emocional y mental.

Dentro de la dinámica familiar se observan diferentes estilos de crianza, ligados a la situación que está siendo analizada, predominan mayormente las familias negligentes o permisivas; caracterizándose las primeras por padres ausentes en las actividades de sus hijos, los cuales reemplazan la afectividad por objetos materiales; y en cuanto a lo permisivo, resaltan la ausencia de normas y límites, permitiendo a los hijos no ser responsables en sus acciones, ni asumir las consecuencias de sus actos.

Por otro lado, está también el área social, conformado por los amigos, compañeros, entre otros. Ante ello, existen personas quienes refieren que los padres no son responsables de los amigos que los hijos elijan; sin embargo, debo decir que tienen también responsabilidad, puesto que muchas veces se enfocan en el área académica (tareas, notas, colegio, etc.), dejando de lado el área social, no inmiscuyéndose en conocer la realidad social del menor, omitiendo a las personas que va conociendo.

Cabe resaltar que el factor cultural juega un papel importante, a través de los pensamientos y acciones que el menor ejecuta, a veces sucede que normalizan conductas machistas y poco asertivas, las cuales reproducen fuera de casa, y de no existir factores de protección, llevan esas conductas a otras etapas y otros ámbitos de sus vidas.

Ante todo lo mencionado, es importante fortalecer la comunicación con los menores, a través de la afectividad y los límites, recordándole acciones que le van a favorecer, diferenciándola de aquellas que no lo favorecerán; del mismo modo, se recomienda enseñarles a interactuar a través de la empatía y el respeto, no sólo a la mujer, sino también a cualquier ciudadano, finalmente, es importante, recalcar el respeto a los derechos de las personas, fomentando una convivencia sana con los demás, a través de la asertividad, es decir, comunicarnos sin herir a nadie, pensando en las consecuencias de los actos.

Mgtr. Sandra Fuentes Chávez

Docente de la Escuela de Psicología – UCV Trujillo