En la avenida Prolongación Vallejo, el bullicio del reclamo ciudadano se apagó para que el sonido de los cláxones de autos y microbuses recuperen su hegemonía. Diez días después de la tragedia en el patio de comidas del centro comercial Real Plaza, el frontis luce desolado.
Como palabras que se lleva el viento, en las rejas de la puerta principal aún se exhiben carteles con frases que nos recuerdan la identidad y el perfil de las víctimas, los nombres de los responsables directos e indirectos de la desgracia, y frases de apoyo espiritual para los deudos y heridos.
Algunos transeúntes se detienen para leer los mensajes, se persignan con los ojos cerrados y continúan su camino. Otros se asoman entre las barras de metal para husmear en el interior: igual de desolado que el exterior.

Otro signo de la decadencia en el reclamo ciudadano son la flores secas y marchitas de los arreglos fúnebres. Algunas están esparcidas por el suelo. Las velas de la vigilia están casi intactas, señal de que no se pernocta como se prometió en las horas posteriores al accidente que cobró seis vidas y dejó 80 heridos.




Minutos antes del mediodía del martes 4 de marzo, encontramos a un hombre lánguido y con el rostro agrietado por el tiempo. Nos dice que es un voluntario que tiene como labor cuidar tres carpas vacías, que también fueron instaladas con la promesa de subrayar la búsqueda de justicia con un plantón sin fecha de caducidad.
La vestimenta del voluntario conjuga con los colores del partido político Acción Popular: shorts color rojo y un polo blanco con propaganda electoral, de la campaña de 2023, de la cantidata a la alcaldía de la provincia del Santa (Ancash), Rosa Azaña Briones.
La soledad y el calor lo invitan a una siesta callejera: a la sombra de los carteles de protesta, en la vereda del ingreso principal al Real Plaza y sobre un colchón sin sábanas. Es la única presencia humana que hace eco silencioso de lo que días atrás fue un coro de indignación. «Dame un sol, para un biscocho», me dice. Luego se cubre el rostro.



“La gente, poco a poco se olvida y el Real (Plaza) va a seguir con lo común y la gente va a volver y esto se va a olvidar. Es una pena para las familias, de verdad”, sentencia el transeúnte José Fiestas.
Su novia, Nátaly Saldarriaga, refuerza la percepción de abandono: “Yo creo que la gente lo tiene por un momento en cuenta, ¿no? La gente se olvida y en cualquier momento el Real (Plaza) abre sus puertas y esto va a quedar así: en nada. Igualito las autoridades: no van a hacer nada y esto va a seguir”.
A pocos metros de la intersección con la avenida Prolongación Fátima un cartel advierte sobre el riesgo del olvido que trae consigo el tiempo: “Que este doloroso suceso no quede en el olvido, sino que sea un punto de reflexión para fortalecer nuestra conciencia colectiva y nuestra demanda por un futuro más justo y seguro para todos”.

“La indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia”, martilló Jorge González Moore.


