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La fatal arrogancia: una clase política cuestionable

"Se autodenominan los emblemas de la inclusión, el respeto, la diversidad y la tolerancia; sin embargo, no aceptan más que sus propios postulados, siendo absolutamente totalitarios en ello, sin lugar para la contradicción". Lee el artículo de Carlos Talledo.

El gran economista austríaco Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía en 1974, fue unos de los grandes pensadores libertarios del siglo XX, exponente de la escuela austríaca de economía, autor de diversos libros, siendo el más recomendado, en mi opinión, Camino de servidumbre, mediante el cual nos demuestra como la planificación económica va unida, necesariamente, a la pérdida de libertades y al progreso del totalitarismo.

En su último libro, denominado La fatal arrogancia, nos enseña como la arrogancia del socialismo le lleva a pretender diseñar y organizar sistemáticamente, mediante medidas coactivas de ingeniería social, cualquier área del “amplio, complejo e indominable entramado de interacciones humanas que constituyen el mercado y la sociedad”; es decir, cómo un conjunto de burócratas y pseudointelectuales pretenden decirle a los demás cómo deben vivir y qué es lo mejor para ellos. 

Política y de la mala

Esta fatal arrogancia se puede apreciar en cada persona que se considera de izquierda en nuestro pintoresco firmamento político, sólo ellos tienen la moral suficiente para hablar de cualquier tema, aconsejar y decidir qué se debe hacer. Todos los que opinan como ellos son dignos de respeto y elogios; todo lo contrario, sucede con quien tiene una posición disímil, inmediatamente el escarnio cae como avalancha sobre quien ose opinar distinto.

Se autodenominan los emblemas de la inclusión, el respeto, la diversidad y la tolerancia; sin embargo, no aceptan más que sus propios postulados, siendo absolutamente totalitarios en ello, sin lugar para la contradicción. Son los elegidos para hablar y expresarse en representación del pueblo, pero forman parte de las élites económicas e intelectuales que miran sólo su entorno y su reflejo en las redes sociales cual modernos Narcisos, cuando las necesidades reales de la problemática nacional son muy diferentes a las establecidas en sus agendas pseudoprogresistas.   

Llaman fascista o de extrema derecha a todo aquel que desbarata con fundamentos y argumentos lógicos cada uno de sus absurdos postulados, sin saber, probablemente, qué es el fascismo o qué es ser fascista en realidad. Esa es la fatal arrogancia que leo y observo, diariamente, en aquellos que se autoconsideran la voz del pueblo y la reserva moral del país, pero cuando llegan al poder, son más capitalistas que cualquiera y dejan a su paso hambre, violencia, retraso y destrucción.

Carlos Talledo Manrique

Abogado Constitucionalista