Las barcazas, que antes partían al alba cargadas de redes y esperanza, ahora permanecen ancladas, inmóviles, como si compartieran la incertidumbre de sus dueños.
El silencio en el muelle es casi ensordecedor, roto solo por el eco de una realidad que asfixia.
Este puerto, considerado uno de los más importantes del Perú, ha sido históricamente un lugar capital para la actividad pesquera, ya que brinda empleo a una gran parte de la población local y contribuye a la consistencia del Producto Bruto Interno (PBI).
El mar ha sido, durante generaciones, el pulso de esta ciudad. Paita no solo exportaba pescado, exportaba vida.
Las redes recogían algo más que anchoveta y pota; recogían el sustento de todo un pueblo. Pero, en los últimos años, el mar ha comenzado a guardarse sus riquezas, y lo que antes fue abundancia, ahora es escasez.
Los barcos ya no traen la promesa de una buena jornada; traen el peso de lo que no hay. Y los pescadores, que durante tanto tiempo se lanzaron a las aguas con valentía, hoy miran el horizonte con temor.
El mar que se esconde
Hace años, cuando el sol apenas asomaba, la vida en Paita ya vibraba al ritmo del puerto. Los hombres salían al mar, mientras las mujeres y niños los despedían desde la orilla, seguros de que al final del día habría algo que comer.
Actualmente, es un mar que ya no responde. Las mujeres ya no ven a sus esposos volver con el mismo orgullo en la mirada, y los niños ya no corren a recibir lo que el mar ha dejado.
Lo que antes era certeza, hoy es duda, y la vida en Paita ha extraviado su equilibrio.
Además, esas despedidas han perdido su certeza. El cambio climático, implacable y sutil, ha alterado las reglas del juego. Las especies marinas ya no frecuentan estas aguas, obligadas a buscar otros rincones del océano.
Fenómenos como El Niño Costero han desviado los cardúmenes, han alterado las temporadas de pesca y reducido la población de dos insumos primordiales como la anchoveta y la pota.
Asimismo, en 2024, el desembarque de productos pesqueros en Paita, Bayovar y Talara se suspendió.
Esta reducción no solo afecta a los pescadores, sino que también repercute en otros sectores económicos.
La manufactura relacionada con productos pesqueros, como la elaboración de harina y aceite de pescado, decreció un 20.7 % debido a la escasez de insumos.
Por otra parte, el 20 % de las embarcaciones que operan en Paita no están formalizadas, lo que contribuye a prácticas ilegales y a la sobreexplotación de recursos marinos.
Además, esas despedidas han perdido su certeza. El cambio climático, implacable y sutil, ha alterado las reglas del juego. Las especies marinas ya no frecuentan estas aguas, obligadas a buscar otros rincones del océano.
De acuerdo a Segundo Meza Jaramillo, secretario del Sindicado de Pesca de Calamar Gigante, existen unas 2300 embarcaciones formalizadas, de las cuales solo operan un 10 %.
Por su parte, Eduardo Atkis, capitán del puerto de Paita, describe un peligro tanto para los pescadores como para la biodiversidad marina: “Bastantes casos se ven de embarcaciones que salen sin zarpe”.
El peso del abandono
Para los pescadores de Paita, la crisis no es solo una cuestión económica; es una herida profunda en su identidad. El mar, que fue testigo de sus alegrías y luchas, ahora se les escapa de las manos.
“El Estado no nos brinda facilidades para formalizarnos debido a la inestabilidad política. Cada vez que hay un cambio ministerial, nuestras esperanzas se desvanecen”, señaló Edwin Houghton, presidente de la Asociación de Armadores Pesqueros Artesanales del Mar de Paita. Sus palabras llevan la frustración acumulada de años de olvido.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el sector pesquero inició con una gran disminución de 31.7 % durante el primer semestre de 2023. A partir de esta fecha, la producción fue afectada, debido a que las especies marinas se ausentan de la zona hasta por 6 meses.
La crisis pesquera ha tenido un efecto dominó en la economía local. Piura fue una de las regiones más afectadas por este fenómeno, por lo que registró una disminución económica del 8.6 % durante el primer trimestre de 2024.
Pero no es solo el océano el que les da la espalda. En los muelles se escuchan conversaciones amargas sobre la falta de apoyo del Estado. Las promesas de inversión y desarrollo se evaporan con el viento, y la esperanza se ha ido hundiendo con cada cambio de ministro.
Mientras tanto, el desempleo crece. Los pescadores, que solían ser el motor de la economía local, ahora se ven obligados a buscar otras formas de sobrevivir.
Algunos han optado por la recolección de conchas marinas, otros se aventuran a trabajos temporales. Lo que antes era una vida dedicada al mar, hoy es una lucha diaria por no caer en la desesperación.
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En 2023, Raúl Pérez Reyes, exministro de Producción, anunció que se destinaría S/ 13.9 millones para fortalecer la pesca artesanal y asegurar el suministro alimentario. No obstante, dicha medida no ha tenido un avance eficiente.
El enemigo invisible
Y como si la naturaleza no fuera suficiente, un nuevo adversario ha aparecido en las aguas de Paita. Casi 700 embarcaciones chinas han comenzado a operar en las costas peruanas, depredando los recursos marinos con una voracidad que el Gobierno parece ignorar.
La presencia de estas embarcaciones, amparada por acuerdos comerciales entre Perú y China, ha exacerbado la crisis local. Los pescadores, que alguna vez dominaron las aguas de Paita, ahora deben competir con gigantes que arrasan con lo poco que queda.
Según el representante de gremios de la Islilla y Yacila, Pedro Silva Minga, la falta de pota no solo se debe a los anteriores temas, sino también a embarcaciones asiáticas que impiden su paso y la extraen ilegalmente con la venia del Gobierno.
En julio, pescadores paiteños denunciaron la entrada de estos barcos al mar peruano. A pesar de las quejas, el Ejecutivo no ha tomado medidas efectivas para frenar este problema.
Mientras el mar se vacía y las embarcaciones chinas siguen su curso, el precio de la pota se ha disparado.
De S/ 2 a más de S/ 20 por kilogramo en algunos mercados. Así, los pescadores ya no puedan ni siquiera permitirse consumir lo que solían pescar.
En las calles de Paita, la frustración se convierte en rabia. La comunidad se siente sola y abandonada a su suerte.
Paita: horizontes inciertos
Recientemente, la pota ha sido objeto de atención. Según el ministro de Producción, Sergio González, esta situación se debe a fenómenos naturales relacionados con El Niño, que ha alterado las condiciones del mar peruano, lo que provocó que el recurso se disperse en busca de alimento.
Sin embargo, en diálogo con la radio Exitosa, el director científico de la organización Oceana, Juan Carlos Riveros, descartó que la escasez del calamar gigante responda a las secuelas del suceso climatológico.
En las calles de Paita, la frustración se convierte en rabia. La comunidad se siente sola y abandonada a su suerte.
Algunos pescadores están considerando vender sus embarcaciones debido a las dificultades económicas.
Sin embargo, a pesar de la difícil situación, el Gobierno ha descartado declarar al sector pesquero en emergencia y ha instalado a los pescadores a diversificar su actividad hacia otras especies disponibles como el perico, jurel y bonito.
Las olas siguen rompiendo contra la orilla, pero para Paita, el horizonte se ha vuelto un espejo turbio de lo que una vez fue. En cada barcaza anclada hay un futuro en pausa, esperando que el mar vuelva a hablar.
Escribe Johan Fiestas Chunga