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Feria de libro de Paita: la mejor de las guerras

Un evento cultural sin precedentes se desarrolló en una provincia de Piura. Nunca antes los libros fueron motivo de reunión de los vecinos del segundo puerto más importante del Perú. ¿Qué enseñanzas dejó esta fiesta para el resto del Perú?

Organizar una feria de libro es ir a la guerra. Hay que matar el desánimo, el desinterés y esa idea tonta de que los libros no sirven para nada.🪖. La guerra, decía Mark Twain, es lo que ocurre cuando fracasa el lenguaje, es decir la capacidad de entender y ser entendido. 

Entonces, hay guerras que se deben librar para gritar, para sacudir, para generar cambios. Las guerras sirven como válvulas de escape y para romper con la monotonía. Como ocurrió en Paita del 15 al 18 de setiembre.  

En la bahía enclavada en el litoral del norte peruano se libró un conflicto con final feliz. La municipalidad organizó la Primera Feria de Libro y las Artes, un evento sin precedentes. Nunca antes, en este puerto, de más de 141 mil habitantes y fundado por Francisco Pizarro en 1532, las personas se reunieron en torno a los libros. Nunca antes, en el segundo puerto más importante del Perú coincidieron escritores, libreros, editoriales y artistas para compartir su arte.  

Niños, jóvenes y adultos participaron en las presentaciones de libros, exposiciones, talleres, performance de grupos de danzas, entre otras actividades que alimentan el alma y engrandecen a las personas. “Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”, sentenció Cicerón.

La feria sirvió, además, para rendirle homenaje al escritor paiteño Pablo Enrique Medina Sanginés. Aquí recibiendo el saludo de Ricardo Espinoza Rumiche, autor intelectual del evento cultural. (Foto: MPP)
La feria sirvió, además, para rendirle homenaje al escritor paiteño Pablo Enrique Medina Sanginés. Aquí recibiendo el saludo de Ricardo Espinoza Rumiche, autor intelectual del evento cultural. (Foto: MPP)

Los paiteños defienden que Miguel Grau, el peruano del milenio, nació en estas tierras. Aquí, también, vivió sus últimos días —y está sepultada— la ecuatoriana Manuelita Sáez, mujer determinante en la vida del libertador Simón Bolívar. El día central de su fiesta patronal en honor a la Virgen de Las Mercedes, patrona de los reclusos y de las armas del Perú, se celebró ayer.  La mayoría de escolares de esta provincia, según la última evaluación nacional de logros de aprendizaje, se encuentra en la etapa de inicio de la competencia lectora. Es decir, solo han logrado aprendizajes muy elementales sobre lectura de textos. 

Nadie debería permanecer inerte frente a un niño que no aprende a leer. “La lectura es placer, conocimiento, emoción, enajenación”, apuntaló Fernando Trueba.  Para romper este contexto de beligerancia educativa se necesita de espacios y de estrategias que complementen las acciones de la escuela y la familia. Una feria de libro es una estupenda acción para empoderar a docentes y estudiantes con el fin de que alcancen un saber vital: comprender textos. Sino préstenle atención a un tal Mario Vargas Llosa: “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”.

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Paita vive, desde hace años, en una pista de combate. Sus alcaldes han sido —para usar con localismo— pura pérdida. El primero falleció de covid-19. El regidor que asumió el cargo fue vacado. El otro regidor que lo reemplazó recibió una orden de prisión porque se le acusa de ser parte de una red que ha robado más de 4 millones de soles de la comuna. El primer concejal volvió al sillón edil gracias a una orden judicial; pero ahora está a punto de dejarlo, por otra decisión de los tribunales. 

Nunca antes los paiteños habían experimentado una feria del libro. Ahora buscan que se organice todos los años. (Foto: Ricardo Espinoza Rumiche).
Nunca antes los paiteños habían experimentado una feria del libro. Ahora buscan que se organice todos los años. (Foto: Ricardo Espinoza Rumiche).

Entonces, había que librar una guerra para gritar y alcanzar la paz. “No caigas en el peor de los errores: el silencio”, escribió Walt Whitman, uno de los padres de la poesía moderna. La feria del libro fue un oasis en medio de tantas malas noticias. Llegaron escritores rutilantes como Cronwell Jara, tal vez el cuentista peruano vivo más importante de los últimos tiempos, y Miguel Pachas Almeyda, uno de los biógrafos más acuciosos de la vida y obra del poeta universal César Vallejo Mendoza. La historia se encargará de engrandecer estas visitas.  

Pero toda guerra necesita de héroes y, en especial, de soldados. Uno de ellos es Ricardo Espinoza Rumiche, basquetbolista, escritor y fiel devoto de que una feria de libro, en su ciudad natal, era posible. Fue tanto su entusiasmo que sus paisanos lo ignoraron.

La guerra de la feria de libro de Paita fue un asunto tan serio, que no podía ser confiada a los militares, sino a personas de bien. “Una conducta ejemplar conduce gloriosamente al anonimato”, escribió el paiteño Luis Felipe Angell de Lama, conocido con el seudónimo de Sofocleto.

Cuando solo le quedaba un hilito de esperanza, un funcionario municipal lo buscó, como se busca ahora a las personas: por teléfono. Ricardo había cambiado de número o tenía el equipo en desperfecto. El destino seguía jugándole en zigzag. 

El funcionario es el profesor Edwin Torres Tafur, quien decidió aplicar la vieja escuela para contactar a Ricardo:  fue hasta su casa sin avisar. Ricardo solo necesitaba que lo soplen para que caiga seducido en su propio proyecto.  

Uno de los primeros aciertos del comité organizador fue bautizar el evento en honor a Pablo Enrique Medina Sanginés, un escritor autodidacta, oriundo del distrito agrícola de La Huaca, quien recibió en vida el homenaje que se merece. 

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-No nos podemos quejar de Paita-, grita orondo, desde su estand en plena plaza mayor, Jorge Tume, escritor y director de Infolectura, una de las editoriales más importantes del norte del Perú, que participó en la feria de Paita. 

Cerca está José Lalupú Valladolid, quien mueve la cabeza en señal de concordancia. “Sí, nos ha ido bien”, dirá más tarde este escritor de Chulucanas, sentado en una mesa a la que llegarán fuentes de cebiche de caballa y baldes de chicha.  

Jorge Tume de Infolectura atiende a una paitena interesada en uno de los libros que su editorial lanzó al mercado. (Foto:MPP).
Jorge Tume de Infolectura atiende a una paitena interesada en uno de los libros que su editorial lanzó al mercado. (Foto:MPP).

Los organizadores han ofrecido un almuerzo para los invitados. El gran Cronwell Jara, con un vaso de chicha de jora, pide la palabra y practica la mejor de las virtudes: la gratitud. 

A una feria de libro se le mide por varios indicadores para saber si alcanzo sus objetivos o, dicho de otra forma, fue exitosa. Algunos de ellos son cantidad de asistentes, nivel de ventas en los estand y calidad de expositores y escritores. En Paita hubo de todo. 

Es el domingo 18 de setiembre y en plena Plaza Mayor de Paita se celebra la clausura de la feria del libro. Hace unos minutos, el reloj de la parroquia marcó las dos de la tarde. Hay un sol amigable, un clima llevadero y una banda de músicos con ganas de armar la fiesta. 

Al lado de la mesa de honor, forman los soldados que libraron, en primera línea, esta guerra: Edwin Torres Tafur, Wilfredo Casanova, Iván Farías Noé y Jimmy Abad Coloma; todos empleados de la Subgerencia de Educación de la Municipalidad Provincial de Paita. Ricardo Espinoza Rumiche, micro en mano, agradece y enaltece su trabajo. 

La guerra de la feria de libro de Paita fue un asunto tan serio, que no podía ser confiada a los militares, sino a personas de bien. “Una conducta ejemplar conduce gloriosamente al anonimato”, escribió el paiteño Luis Felipe Angell de Lama, conocido con el seudónimo de Sofocleto, quien desde niño evidenció una afición gigantesca por la lectura, a tal nivel que, a los 8 y 11 años, sus tíos abuelos le heredaron dos grandes bibliotecas: más de 25 mil libros. 

Dos días después, desde Barlovento, su revista digital, Ricardo Espinoza escribirá lo siguiente. “Paita, así de herida y maltrecha, ha brillado ante nuestros ilustres visitantes que, antes de cobrarnos por sus participaciones y su profesionalismo, nos animaron a continuar con su presencia de manera gratuita. Ese es el verdadero sentido que hay que enseñarles a nuestros escritores locales y, también, a nuestros artistas, que las ferias populares en las plazas, no están hechas para que ellos se muestren como divos exigiendo cosas descabelladas. (…) Es que en estos lugares el verdadero valor no es presentar tu obra en sí, ni venderla y volverte millonario y famoso, sino el placer indescriptible de tener contacto con lectores apasionados que te piden una firma, una foto y un cariño; pero más, conocer a personas con mucha más experiencia que te ayudan a entender el mundo que te rodea en pocas palabras. Sí, las ferias también son la oportunidad de conocer gente valiosa. La FLAP ha acabado y nos deja muchos mensajes que cada uno tendrá que descifrar para sentir la diferencia de un antes y un después en nuestra provincia”.

El compromiso, ahora, es institucionalizar el evento. Es decir, convertirlo en un patrimonio de la provincia y que cada año esta guerra contra la ignorancia se libre con tanto amor posible. 

El interés de los paiteños fue evidente durante los tres días que duró la feria. (Foto: MPP).
El interés de los paiteños fue evidente durante los tres días que duró la feria. (Foto: MPP).
César Clavijo Arraiza
César Clavijo Arraiza
Nació en un desierto frente al mar, donde solo crecen árboles de algarrobos. Dice que le gustan todas las frutas, pero en los últimos meses se ha decantado por el pepino, de origen andino; pero con una mala fama: se cree que si se consume después de beber licor puede causar la muerte. Periodista, escritor, docente, padre y esposo. Es torpe con la pelota, pero ama jugar fútbol. En el 2018 publicó "Tercera persona" y ahora está a punto de terminar un doctorado en comunicaciones.