En ninguna parte del mundo, los temas de pareja pasan desapercibidos, y cuando se trata de figuras conocidas, como Maju Mantilla, la conversación escala rápido. Es el morbo, explican los franceses: nos encanta ver a las estrellas enfangarse en lo mundano de la traición, el adulterio, el amor roto; así nos sentimos menos desfavorecidos.
La ex Miss Mundo, siempre asociada a la elegancia y al glamour, ahora está en el centro de la tormenta por un motivo mucho más terrenal: la infidelidad.
El rumor que más ruido aturde es que la trujillana habría respondido, con la misma moneda, a una vieja traición de su esposo. Hay heridas que nunca cierran. «Me hacía llorar sobre todo una cicatriz», versó Jorge Eduardo Eielson. Los Iracundos lo cantaban tan bien: «Infidelidad quizás mañana como el barro secarás/ Mas aunque seco siempre barro en mí serás».
De inmediato surge la pregunta: de lo que se le acusa a Maju, ¿es justicia sentimental o simple venganza?
El rumor que más ruido aturde es que la trujillana habría respondido, con la misma moneda, a una vieja traición de su esposo. Hay heridas que nunca cierran. «Me hacía llorar sobre todo una cicatriz», versó Jorge Eduardo Eielson.
«La venganza es dulce y no engorda», defendió Alfred Hitchcock. «La venganza es un acto de pasión; la venganza calculada, un acto de justicia», compara el escritor británico Samuel Johnson.
Maju Mantilla: la misma moneda
La idea de pagar con la misma moneda no es nueva, es parte de nuestra esencia como humanos. Venganza tiene su origen en el vocablo latín vindicare/vindicar: reclamar, defender, hacer justicia por una ofensa.
En inglés, el intercambio democrático de traiciones en el ámbito amoroso, se le conoce como revenge cheating; pero en cristiano: si tú me engañas, yo también.
No siempre es por amor ni por deseo; muchas veces es orgullo herido, una manera de recuperar terreno perdido. Tampoco se necesita llegar a la cama, un mensaje con doble sentido o una salida sospechosa bastan para encender la idea de la revancha.

Sigmund Freud explica que el deseo de otro, incluso sin acción, ya puede constituir una forma de infidelidad al romper con el contrato de exclusividad emocional.
La venganza es mujer o de género gramatical femenino. La diosa griega de la venganza es Némesis, de aspecto bello pero severa.
Aristóteles nunca consideró a la revancha como un antivalor o un defecto o un pecado; sino una pasión: lo que en sí mismo despierta placer o dolor. Es decir, la venganza está junto a la indignación, el temor, el apetito.
Venganza por amor: casos de la vida real
Y ojo, Maju no es la primera que se ve envuelta en la conversación del revenge cheating. La salsera Kate Candela admitió que fue infiel “para vengarse de su expareja”. Y lo dijo sin ton ni son; sin rodeos.
Tatiana Astengo, también, reveló que engañó una vez, pero por despecho y venganza, aunque reconoció que la jugada le salió mal. Y en Colombia, Lina Tejeiro contó que en su relación con Andy Rivera cayó en la dinámica tóxica del “tú me haces, yo te hago”.
Sigmund Freud explica que el deseo de otro, incluso sin acción, ya puede constituir una forma de infidelidad al romper con el contrato de exclusividad emocional
¿Y por qué la venganza prende tanto? Porque el orgullo duele, porque las redes sociales exponen cada gesto y porque seguimos creyendo en el “amor eterno” como contrato sagrado. Cuando falla, la revancha parece tentadora, aunque lo único que consigue es agrandar la herida.
La música no está exenta. Shakira convirtió su ruptura con Piqué en un desahogo global con la “BZRP Music Sessions #53”. Sus indirectas —del Rolex al Casio, del Ferrari al Twingo— hicieron que la venganza amorosa dejara de ser íntima y se volviera un espectáculo compartido en memes, playlists y hasta campañas publicitarias.
Es que Friedrich Nietzsche tiene razón: «En la venganza, como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre».
Es tan humano engañar
El estado natural de la persona es la infidelidad o llámelo de otro nombre: poligamia. La cultura —moldeada por la religión— no hacen fieles y monogámicos. Yuval Noah Hararai, con su visión evolucionista, señala que la fidelidad y la monogamia son construcciones sociales relativamente recientes que facilitan la cooperación y la estructura social en grupos grandes de humanos.
Ser fieles nos conduce al orden que se necesita para vivir en colectividad, aunque sea una «fruta amarga», como señala Albert Einstein. El amo y señor de la relatividad reconocía que la infidelidad es común y creía que la tolerancia y discreción podían ser una forma de sobrellevarla. Dios perdona el pecado, pero no…

Un estudio de la Universidad Continental de Arequipa señala que la baja satisfacción sexual y un apego emocional débil elevan la probabilidad de engaño. Aunque la salud mental protege en algo, el deseo suele imponerse.
En otras palabras: hay factores que influyen, pero la decisión siempre es personal.
En el caso de Maju Mantilla, ella ha negado los rumores y anunció acciones legales. Un movimiento distinto al de otros personajes que lloraron en TV o pidieron perdón en público. Aquí, más bien, hay una búsqueda de cortar el tema de raíz, aunque sabemos que detener la bola de nieve en redes es casi imposible.
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¿Sirve vengarse? A corto plazo puede ser liberador, es un “ahora ya sabes lo que yo pasé”. Pero al final no reconstruye, más bien quema lo que queda.
La infidelidad, sea inicial o de revancha, deja cicatrices. Y mientras el debate llena titulares y memes, la vida real de los involucrados se complica más.
Al final, Maju puso sobre la mesa no solo su vida privada, sino una pregunta que todos nos hacemos, ¿vale la pena devolver el golpe con golpe o es mejor romper el ciclo? Marco Aurelio, el gran estoico, tenía una respuesta: «La mejor venganza es ser diferente a quien causó el daño».
Un texto de Jeremy Rimarachín Gonzales.


