El estado de ánimo es una manera de ser y estar.
Ser y estar se evidencian en la conducta, en nuestros actos.
Un estado de ánimo es prolongado; a diferencia de la emoción —miedo, sorpresa, alegría, etc.— que es efímera.
“El estado de ánimo es un sentimiento de fondo que persiste en el tiempo”, acuñó Robert E. Thayer
“El fútbol es un estado de ánimo”, ejemplificó Jorge Valdano.
El partido entre Vallejo y Mannucci, qué duda cabe, fue una colisión de estados de ánimo.
Los carlistas vencieron con un contundente 2-0 a los poetas y siguen con vida en su lucha por salvarse del descenso de la Liga1, gracias a su calma-energía: un estado de ánimo óptimo donde las personas y los equipos se sienten, al mismo tiempo, activos y tranquilos, ideal para realizar tareas productivas, como ganar un partido.

La tricolor jugó en estado de gracia. Al arquero Manuel Heredia habría que preguntarle si es que soñó con una actuación como la de ayer. Sofocó hasta 6 oportunidades claras de gol. Al defensa Mathías Llontop habría que interrogarlo para arrancarle la verdad sobre ese cierre en la línea del arco que evitó un tanto inminente.
También, hay que consultarle a Percy Liza si es que estuvo guardando motor y gasolina todo el año para consumirla en estos últimos partidos. Y por supuesto, interpelar al colombiano José Ricardo Cortés —autor de dos dianas— para que cuente dónde diablos estuvo durante todo el campeonato.
Un estado de ánimo afecta la percepción, los pensamientos y las reacciones frente a diferentes situaciones. “Nuestro estado de ánimo depende de cómo interpretamos lo que nos ocurre, no de lo que realmente sucede”, apuntó Epicteto.
Y por supuesto, interpelar al colombiano José Ricardo Cortés —autor de los dos goles— para que cuente dónde diablos estuvo durante todo el campeonato.
Vallejo jugó con tensión-energía: estado de alerta elevado debido a la presión o urgencia, lo que genera altos niveles de energía y nerviosismo.
“Hay que reaccionar rápido”, gritaba a sus dirigidos el técnico Luis ‘Manzanita’ Hernández, luego del primer gol que recibió a los 16 minutos. Se acabó el partido y sus jugadores no llegaron a la rebeldía suficiente para, al menos, descontar.
Vallejo jugó en estado de desgracia: frustración, impotencia y lejos de la paz. También de manera superficial, una connotación semejante al color naranja de su camiseta que vistió ayer, en su partido más importante del año.
La muerte (el descenso) se ha muerto de risa por la forma cómo jugaron los poetas.
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La batalla de Trujillo fue un partido histórico para el fútbol de La Libertad. Vallejo y Mannucci se han enfrentado tantas veces, incluso para disputar un ascenso a la profesional; pero el choque del sábado, el cual pudo haber finiquitado la pérdida de categoría de los carlistas, fue insólito y representativo.
Mannucci jugó con inspiración y transpiración; Vallejo, torpeza y calamidad. Mannucci en sintonía con su realidad y deseo; Vallejo, con incoherencia e inapetencia. Mannucci jugó en un patio en verano; Vallejo, en la sala de espera de un hospital público. Mannucci fue poesía; Vallejo, una letanía.


Uno fue ligero, el otro pesado. Uno fue jardín; el otro, abombado. Uno se eleva; el otro cae sin paracaídas. Mannucci fue significado y significante; Vallejo, sombras nada más. A Mannucci le hace ojitos el fútbol profesional. La tragedia se ensaliva con Vallejo.
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El español José Ortega y Gasset amaba al fútbol y a la filosofía. “Yo soy yo y mi circunstancia”, dijo para la eternidad. Es decir, somos la suma de lo que llevamos en nuestro interior y lo que está en el entorno en el que vivimos.
En consecuencia, nuestra identidad se forja con lo que llevamos dentro y con lo que experimentamos del mundo.
En el Mansiche, Mannucci entalló con su ‘yo’ y sus circunstancias. Jugó en sintonía con su realidad: con ansias de salvarse de la muerte.
Parecía al gallo Camarón de la inmortal Chabuca Granda: “Para reñir fui criado. Tengo la caña cuadrada Y el pecho muy levantado”.
En cada jugada se notaba el vibrato particular de los jugadores carlistas. Una casta diferente. Proyectaban un brillo distinto, un andar especial, un lazo singular con la pelota. Lo importante es invisible a los ojos, repitió el zorro de El Principito. Hasta la fortuna y el VAR se alinearon a sus intereses.
César Vallejo, en cambio, fue una raza distinta, evidenció discordia con su contexto: aún no se dan cuenta de que caminan por un valle de lágrimas, todavía no notan que vagan con deshonra y que lo peor aún está por llegar.
En cada jugada se notaba el vibrato particular de los jugadores carlistas. Una casta diferente. Proyectaban un brillo distinto, un andar especial. Hasta la fortuna y el VAR se alinearon a sus intereses. César Vallejo, en cambio, fue una raza distinta.
El equipo de Acuña siempre jugó otro partido. Con el marcador en cero, apostó por el control del balón y la elaboración y no le funcionó. Cuando recibió el primer tanto, sitió a su rival, pero falló en el toque final.
En el segundo tiempo, cuando las circunstancias obligaban a la inteligencia, nitidez, brillo y eficacia fueron chatos en técnica, táctica y —hay que reconocerlo— fortuna.
Parecían al protagonista de Los desgraciados, una fina cortesía del universal César Vallejo, el vate que siempre disputa títulos y gloria: “Pues es horrible cuando le cae a uno la desgracia y se le cae a uno a fondo el diente”.
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Jean-Paul Sartre apuntó que “somos lo que hemos hecho con lo que hicieron con nosotros». El 2024, los equipos que representan a La Libertad en la Liga1 cometieron tantos errores: llegada y despido de técnicos, contratación de jugadores, planteles más conformados, planificaciones absurdas, etc.
En esta semana de octubre —con sus dos triunfos consecutivos—, Mannucci ha evidenciado que han cicatrizado sus heridas y ha recuperado el camino. “Las cicatrices, pues, son las costuras de la memoria, un remate imperfecto que nos sana dañándonos”, escribió Piedad Bonnett.

A Vallejo, en contraparte, se la apagó la luz. Hace seis fechas que no gana. Ayer sumó su segunda derrota consecutiva. Una caída que duele doble, si se considera que su próximo y último encuentro es de visita en Sullana frente al envalentonado Atlético Grau.
Sin embargo, como en el fútbol el partido más importante siempre es el que está por venir, los dirigidos por Luis Hernández aún dependen de sí mismos. Empero, Mannucci debe sumar tres puntos contra Alianza Atlético en el Mansiche y esperar que los poetas no ganen en Piura; sino todo será en vano.
Los estados de ánimo tienen fecha abierta. Se toman su tiempo. Mannucci debe mantener inflamada su buena llama; Vallejo, por su parte, debe asfixiar sus miedos y seguir el consejo de Víktor Frankl: “No tienes poder sobre el clima, pero puedes elegir tu estado de ánimo”.