Fue en un almuerzo en El Batán Mochero donde el escritor, poeta y periodista Luis Eduardo García, junto conmigo, animamos a Jorge a publicar su nuevo libro.
Jorge Chávez Peralta —sabíamos— tenía durmiendo entre sus papeles un manojo de prólogos, comentarios y epílogos que distintos escritores de La Libertad le habíamos requerido en diferentes ocasiones.
Como Luis Eduardo y yo éramos beneficiarios de su pluma vigorosa, nuestra intención tenía un fin subsidiario: ayudaríamos a que las ideas de este investigador del conocimiento espiritual extendieran su vida en una publicación propia, la que, de paso, nos promocionaría.
Le dimos la idea y le ofrecimos nuestra ayuda. Los rebosantes vasos de cebada enfervorizaron a Lucho. «Claro, Jorge, hacemos los contactos para que te publiquen en algún fondo editorial».
«Siiiií, ¡salud!», confirmaba yo.
Jorge, por supuesto, accedió gustoso e hicimos el brindis frente al sol de Moche.

Entre los autores a los que Chávez Peralta había «rumiado» figuraban varios nombres importantes de la literatura nacional y regional: Jorge Díaz Herrera, Eduardo Paz Esquerre, Santiago Merino, Teodoro Rivero Ayllón, Saniel Lozano, además de descollantes plumas como la de Jorge Flores Chávez o Carlos Prado y otros, cuyos trabajos habían generado el interés del estudioso.
Este especial manojo de escribas serían la carnecita del libro en proyecto.
Sucesos imprevistos, sin embargo, desbarataron nuestros contactos editoriales y Luis Eduardo y yo quedamos imposibilitados de cumplir la promesa.
Ignorante de esta situación y animado por el impulso de nuestra propuesta, Jorge atravesó, solitario y durante años, diligente, laboriosamente, el proceso de gestación: reunió los textos, los seleccionó, los ordenó y los corrigió hasta dejarlos rutilantes, limpiérrimos y listos para la imprenta.
Luis Eduardo y este pechito —recuerden que somos poetas— ya habíamos tirado la toalla. En realidad nos remoloneábamos en los amplios pastizales de la poesía, mientras el Veintiún escritores liberteños levitó en el limbo de lo indefinido por algunos años más.
Ignorante de esta situación y animado por el impulso de nuestra propuesta, Jorge atravesó, solitario y durante años, diligente, laboriosamente, el proceso de gestación: reunió los textos, los seleccionó, los ordenó y los corrigió hasta dejarlos rutilantes, limpiérrimos y listos para la imprenta.
Entre ceviches y botellas retomaríamos el tema en las siguientes reuniones, pero nuestro entusiasmo decaído y el desgaste tras nuestros propios proyectos nos alejaban del libro de Jorge; la verdad me supo mal haber ofrecido ayuda al maestro y no brindársela.
Con el profesor Jorge Chávez Peralta nos une una amistad de larga data. Lo conocí desde muy niño cuando dirigía un grupo de interesados en el conocimiento esotérico. Mi padre —quien deslumbrado por este importante descubrimiento— pertenecía a su camarilla, me llevaba a escucharlo.
Sus clases eran amenas paráfrasis —desarrolladas con un estilo viril y pedagógico— de los mensajes de los grandes maestros de la humanidad, y aun hoy, a los 56 años, me descubro guiado por aquellas luces que iluminaron mi consciencia a tan temprana edad.
Advierto con sorpresa que toda esta cultura espiritual y sus inimaginables ramificaciones en mi ser, fueron sembradas en aquellas reuniones en que lo fui conociendo y escuchando.
Años después fue mi profesor en el colegio militar, luego en talleres particulares de redacción y, finalmente, en la universidad.
Casi toda mi vida estuvo vinculada al profesor por un misterioso nexo trascendental: el interés en el despertar de la consciencia. Por eso, por todo aquello recibido de él, me era importante ayudarle con su obra.
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El tiempo y el destino hicieron su trabajo y una mañana recibí su llamada: «David, ya tengo el libro diagramado. Ya está el diseño de la carátula y todo lo demás. Acompáñame a la imprenta».
Contento por poder cumplir con mi palabra, fuimos a Gráfica Real, hicimos las gestiones respectivas y nos deslizamos eficazmente en el proceso de publicación hasta que Jorge tuvo en su casa dos cajas repletas de flamantes tomos con olor a tinta fresca.
***
El Veintiún escritores es un libro pedagógico, ameno, lo que no le resta relevancia ni profundidad.
Desde su aparición fue ponderado en el pódcast cultural Hisopofonía en Youtube, en una entrevista al crítico literario David Navarrete, quien luego desarrolló sus ideas en un extenso artículo en el diario Correo:
«Además de la evidente crítica a los recursos estéticos, en los comentarios de Chávez Peralta también resalta el rigor académico; no solo se explica y analiza, también se construye una intertextualidad que propicia el diálogo de los textos reseñados con otros textos que conforman el universo académico universal. Por ejemplo, en su comentario sobre la obra de Eduardo Paz Esquerre, se menciona la siguiente cita: “Mircea Eliade En lo sagrado y lo profano se refiere a la ciudad-cosmos como el lugar donde se libra permanentemente una batalla entre la voluntad creadora y los agentes del caos y el desorden”. La cita empleada es significativa porque sirve como una herramienta teórica para analizar detalladamente cómo la escritura se vincula con la trama. En realidad, el mérito no es solo haber leído a Mircea Eliade, la virtud está en el diálogo que se establece entre los discursos para ofrecer otras posibilidades de lectura».










Por otro lado, el excatedrático Universidad Nacional de Trujillo (UNT), especialista en literatura liberteña, Saniel Lozano Alvarado, presentó a Jorge también en Correo:
«El distinguido escritor, maestro, ensayista y crítico literario, Jorge Chávez Peralta, reconocido profesor universitario, principalmente en la Universidad Nacional de Trujillo, de donde —creo— pasó de manera prematura a una universidad privada, es uno de los intelectuales contemporáneos más lúcidos, inteligentes y brillantes, no sólo de nuestra ciudad y región, sino con justo reconocimiento en la propia capital de la República. Su actividad académica se caracteriza por el sólido conocimiento del ensayo, del análisis y la crítica, a la que saca lustre y ponderación rigurosa bajo patrones ideológicos y metodológicos propios, fuera de lo común para nuestro medio».
«Lector voraz e inagotable, dueño de una concepción ideológica y doctrinaria sustentada en un pensamiento esotérico de sustratos orientales, personalmente ha perfilado una sólida trayectoria como escritor, pensador, creador y crítico insular que desborda las concepciones y métodos tradicionales para presentarnos una visión del mundo y de la vida desde otra perspectiva».
A punto de concluir su artículo, Lozano Alvarado ordena de manera pedagógica a los autores liberteños y rotula el tipo de análisis que hizo Chávez Peralta acerca de cada uno:
- Víctor Manuel Sánchez Rodríguez: El esoterismo en la literatura.
- Carlos Sánchez Vega: Análisis de su primer poemario: La fuerza de los días.
- Eduardo Paz Esquerre: Exploración de la narrativa trascendente.
- Lucio Medina García: Reflexión de sus concepciones místicas.
- Arturo Castañeda Liñán: Visiones esotéricas.
- Teodoro Rivero Ayllón: Valoración de la trayectoria del líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre.
- David Novoa: Análisis de su consistencia poética.
- Juan Paredes Carbonell: Análisis de su poesía sobre el mar: El pez y la espada.
- Santiago Merino: Análisis sobre el mar en su novelística.
- Jorge Flores Chávez: Comentario de su narrativa testimonial.
- Antonio Ferrnández Arce: Elogio de Macchu Pichu y de la gran Muralla China.
- Eduardo Quiroz Sánchez: Narrador, periodista y maestro de notable magisterio en el mejoramiento del lenguaje.
- Jorge Díaz Herrera: Poeta, narrador y dramaturgo.
- Luis Guerrero Díaz: Poeta y ensayista de temas estéticos. 15. Orlando Vargas Romero: Comentarios sobre su libro de poemas: Crónicas.
- Luis Eduardo García: Análisis de la naturaleza y carácter de su obra: Confesiones de la Tribu.
También integran la relación Elmer Robles Ortiz, Rodolfo Quintana, Carlos Prado Muñoz, Hernán Hernández Komt y el mismo Saniel Lozano, escritores que no mencionó en su recuento.
Finalmente, agrega Lozano: «Jorge Chávez Peralta reivindica la crítica literaria según concepciones científicas, filosóficas y estéticas que trascienden el comentario intimista, amical o subjetivo. Por algo, el lexicólogo Marco Aurelio Denegri calificó en su espacio televisivo un título de Jorge —El Ojo en la Tormenta— como un libro de lectura obligatoria en el Perú».

Jorge Chávez Peralta tan necesario
Quede claro, entonces, que —envuelta en reyertas delincuenciales, distraída en frivolidades y descuidada por sus autoridades— la ciudad de Trujillo se da el lujo de tener entre sus habitantes a este pensador profundo, a este intelectual brillante que ha construido una obra sólida y solitaria en provincia, una voz que debiera ser atendida por las autoridades estudiantiles, pues mucho bien haría a las nuevas generaciones conocer el panorama universalista que ofrece el profesor Jorge Chávez Peralta.
Veintiún escritores de la Libertad nos permite acercarnos ahora a su pluma erudita en temas —aunque vinculados siempre a su axis mundi— de carácter más asequible, y conocer así, bajo su mirada esencial, a interesantes escritores liberteños y peruanos.