En medio del caos y la violencia implacable, la vida en Puerto Príncipe, Haití, se ha vuelto irreconocible. Bajo el control casi total de bandas armadas, la capital ha visto cómo su vida social y comunitaria ha sido prácticamente erradicada, mientras que más de 360 000 personas se han desplazado a lo largo del país por la violencia.
Haití se desangra
Los informes de las Naciones Unidas pinta un cuadro sombrío, revelando una escalada en los ataques de las bandas en su aparente intento de derrocar al gobierno del primer ministro Ariel Henry.
Los terremotos y accidentes aéreos en el pasado palidecen en comparación con el miedo y la incertidumbre que ahora impregnan la vida diaria. Johnson Sabin, fotógrafo local, destacó el impacto en su propia vida y profesión, “…ya no puedo hacer mi trabajo como antes, ni simplemente divertirme al hacer mis fotografías en diversos puntos del país.” se quejó.
La erosión de la seguridad y la confianza han llevado a los residentes a vivir en constante miedo de ser la próxima víctima de secuestros, robos, violaciones o ataques armados. “Mi vida ha cambiado mucho, es muy complicado vivir tranquilo y sin miedo” añadió Sabin.
El estado de emergencia declarado ha vaciado las calles de la vida nocturna y los comerciantes abandonan a toda prisa sus puestos. Zonas antes seguras se han convertido en escenas de lucha y desorden, lo que empuja a más personas a abandonar sus hogares en busca de seguridad.
De la misma manera, la vida cultural y social de la ciudad ha desaparecido. Los deportes y la música, que solían ser la vida y el alma de las comunidades, han sido reemplazados por un silencio ensordecedor.
“Las actividades socioculturales están completamente reducidas”, explica Sabin. De todos los informes que recibo de tierra adentro, lo que más sobresale es la desesperación de sus residentes.
“Quiero seguir creyendo en mi país. A pesar de que es complicado vivir con normalidad, debemos luchar para que nuestro hermoso país no desaparezca”, dice Sabin.
Con bandas en ciertas áreas que se han convertido virtualmente en la autoridad, la lucha por volver al orden parece más lejos que nunca.
El desempleo se dispara a medida que las empresas cierran, y la miseria y la pobreza se han convertido en una parte ineludible de la vida diaria.
Miles dejan sus hogares
La brutal realidad del Puerto Príncipe actual está haciendo que muchos haitianos busquen salir a toda costa, llevándolos a países como Estados Unidos, Canadá, Francia, México, Nicaragua, Chile y la República Dominicana.
Destacados profesionales e individuos de diversas ocupaciones están abandonando la nación en masa, lo que sólo agrava las dificultades ya existentes. La violencia y la desesperación han llevado a muchos a traer un viejo proverbio haitiano a la conversación, “Pa gen Kanaran san dezè”, que se traduce como “no hay Canaán sin desierto”.
A pesar de todo lo que está pasando, el espíritu resiliente del pueblo haitiano permanece. Su esperanza es que de las cenizas de este periodo traumático, pueda surgir un nuevo y más brillante futuro para su amado país.