El vocerío entusiasta de una multitud aguarda, a la salida de un colegio de Quito, Ecuador, a Fernando Villavicencio, aspirante a la Presidencia de la República. La espera no es en vano.
Tras el enrejado de la fachada del recinto educativo aparece el político. No lleva ningún tipo de blindaje en el cuerpo, lo único que reluce en su figura es un chaleco de nylon azul y alrededor de este un pequeño grupo de guardaespaldas que lo dirigen hacia una camioneta blanca.
Un aire de festividad democrática se respira entre los asistentes, que seguro votarán el próximo 20 de agosto en las elecciones presidenciales y legislativas de Ecuador. De pronto, una ráfaga de balazos irrumpe con violencia la tranquilidad e instala la confusión. La cámara se torna errante y gritos desesperados surgen desde distintas puntos de la vereda.
Estas fueron las imágenes que se viralizaron la tarde del miércoles 9 de agosto y que conmocionaron al mundo. Sin embargo, este no es el único magnicidio contra políticos o autoridades ocurrido en los últimos años.
La naturaleza de este tipo de asesinato tendría una terrible tradición que no discrimina nacionalidad ni tiempo en la historia.
Marcas de sangre
Café amargo
Tres candidatos, tres tragedias. Los ochentas y noventas fueron años que los colombianos recuerdan con terror debido a la espiral de violencia que se vivía en el país vecino.
El magnicidio de Jaime Pardo Leal marcó el inicio de un historial encarnizado en contra de los aspirantes colombianos que perseguían ejercer algún puesto político. La escena sucedió un 11 de octubre de 1987. Después de haber pasado un fin de semana junto con su familia trabajando en el cafetal de su finca, el candidato colombiano abordó un vehículo acompañado de sus hijos y su escolta, y en un rápido movimiento fue acribillado por sus asesinos que se encontraban en otro vehículo.
El tiempo siguió su curso y un 18 de agostos de 1989, los ciudadanos de Soacha, municipio colombiano, fueron testigos del asesinato del candidato Luis Carlos Galán. Al igual que Jaime Parlo Leal, el candidato era parte del partido político Unión Patriótica. La víctima también fue acribillado próximo a ser parte de un proceso electoral y según algunos medios de la época habría sido un abanderado de la lucha contra el narcotráfico y de la mafias que azotaban el país.
Un año después, el 22 de marzo, el promisorio candidato de la izquierda colombiana, Bernando Jaramillo, fue asesinado cuando llegaban al Puente Aéreo de Bogotá. El asesino a sueldo fue un joven de apenas 21 años, que habría utilizado una miniametralladora para liquidar al político.
El caso Haití
El 7 de julio del 2021, el país caribeño de Haití sufrió un episodio de violencia que marcaría de forma alarmante a su sociedad hasta hoy. Se trata del asesinato del presidente Jovenel Moïse, a manos de 28 mercenarios en su residencia de Puerto Príncipe.
El hecho, que estuvo rodeado de misterios y brutalidad, causó preocupación en toda la población, lo que agravó la situación económica, social y política.
Hasta hace pocos meses, cuatro personas implicadas en el asesinato del presidente fueron procesadas por la justicia de Estados Unidos y un ciudadano haitiano-chileno relacionado al magnicidio fue condenado tras declararse culpable de los hechos.
Tragedia nipona
Dos disparos en el cuello bastaron para resolver la suerte del ex primer ministro japones Shinzo Abe. El 8 de julio del 2022, el funcionario se encontraba en la ciudad de Nara brindando un mitin cuando las balas de un arma alcanzaron su cuerpo.
Su asesino había sido miembro de las fuerzas armadas japonesas. El hecho deja una marca de dolor en una sociedad caracterizada por el rigor de sus políticas en cuestión de control de armas de fuego.
Tijuana fue una lágrima
Uno de los mayores actos de violencia política en Latinoamérica se suscitó en el país amante del tequila y el picante. El 23 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio, candidato a la Presidencia de México, se desplomó tras recibir un disparo del arma de Mario Arburto.
Esta desgracia significó un cambio negativo en el rumbo del país, ya que desestabilizó la clase política y generó una ola de violencia interna como también una crisis financiera apelada ‘Efecto Tequila’, que marcó a nivel nacional como internacional.
Tentativas sonadas
Si bien un magnicidio cala duramente en un país, los intentos de asesinato hacia autoridades oficiales de gobiernos tanto de la región como del mundo se ha tornado el pan de cada día. Aquí contamos algunos de los más recordados durante estos últimos años.
Shock
La imagen de una pistola apuntando a una cabellera pelirroja, que viajó por miles de noticiarios, parecía ser un fragmento de una película de Tarantino.
El 1 de septiembre del 2022, la vicepresidente Cristina Fernández Kirchner pasó la peor noche de su vida al ser blanco de un intento de asesinato.
El perpetrador, que no logró disparar contra la autoridad, fue reducido al instante por las fuerzas del orden y algunos simpatizantes de la política argentina.
Discurso explosivo
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se encontraba, el 4 de agosto del 2018, en Caracas, ofreciendo una proclama a propósito de 81 aniversario de la fundación de la Guardia Nacional Bolivariana, cuando su expresión solemne se vio interrumpida por el estallido de un dron que sobrevolaba la zona. De inmediato, la atención de las autoridades se enfocó en una tarea: proteger al presidente a cómo dé lugar.
Según expresó el mandatario venezolano, momentos después, los responsables apuntarían a la derecha venezolana. Aunque, también, se escucharon voces de que todo se trataría de una puesta en escena del mandamás caribeño.
Le pudo costar la vida
Un mar de cabezas y encima de ellas una camiseta amarilla pronto se vería manchada de sangre. El 6 de septiembre del 2018, en el marco de la elecciones generales de Brasil, Jair Bolsonaro, entonces candidato presidencial, recibió una brutal puñalada cuando se encontraba en un mitin ubicado en Juiz de Foras, municipio brasileño.
Al instante, las imágenes del candidato subiendo a una ambulancia se volvieron mediáticas en cada tribuna periodística.
La coyuntura solo tenía un tema y ese era el delicado estado de salud del político, lo cual marcó la campaña electoral de principio a fin. Finalmente, tras algunas operaciones el candidato pudo sobreponerse y, además, obtuvo lo que tanto anhelaba: ganar las elecciones.