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Felisma: otras formas de habitar y gestar la cultura

Augusto Rubio Acosta*, escritor y gestor cultural, comparte sus reflexiones sobre el evento que mezcló literatura, salud y medioambiente.

La reciente edición del Felisma [Festival del Libro, la Salud Holística y el Medioambiente] entregó muchas cosas. Más allá del programa cultural poblado de conversatorios, presentaciones de libros, talleres, eventos lúdicos, diálogos alrededor de la salud, la diversidad, el medioambiente y las humanidades, lo que propuso este espacio interdisciplinario e independiente es escuchar al otro, ser plural y paritario, inclusivo y complejo, darle espacio a múltiples y disímiles voces.

Las ferias y festivales del libro suelen ser espacios literarios canónicos o de legitimación de autores emergentes que monologan alrededor de discursos valiosos, pero no necesariamente integradores. Y hay algo en el sustrato de nuestra forma de habitar y gestionar la cultura, que le niega lugar a lo que es trascendente para todos: a los graves problemas que afronta la ciudad y el país, por ejemplo; a las desigualdades, al tejido social desintegrado en que nos hemos convertido, a la forma en que se gestiona y se discute la cultura.

La crítica realidad de Trujillo y el Perú no va a cambiar, si no aprovechamos el poder amplificador que tienen las ferias y festivales del libro [además de otros eventos culturales de magnitud]; no sólo en su dentrura conceptual, programación y ejes temáticos, sino también en la forma en que trabajamos los públicos, en que nos dirigimos y llegamos a los otros.

Un grupo de personas sentadas escuchan a un expositor en Felisma.

Por eso es importante rescatar los emblemáticos espacios que hemos perdido hace mucho: la Feria Internacional del Libro de Trujillo [FILT], la Biblioteca Municipal, las bienales y encuentros nacionales de artes visuales, la publicación de libros de autores liberteños que desarrollaba el desaparecido Fondo Editorial [FEM], la comunidad cultural cada día más dispersa y fragmentada.

Felisma: tan necesario

Trujillo es una ciudad convulsionada en la que coexisten y se contraponen formas de conceptualizar la cultura. Es una urbe colonial en todos los sentidos, quizá nada pueda cambiarlo; sin embargo, el esfuerzo cultural independiente y colectivo continúa resistiendo y haciendo frente a una dinámica de poder cada vez más fortalecida.

En tiempos en que el trujillano postmoderno se vuelve cada día más individualista y menos idealista, indiferente a las ideologías, al progreso mismo que ya no es un concepto a tener en cuenta, el consumo, la vida materialista y las mentiras de la mayoría de medios que coadyuvan a mantener el establishment gobiernan [en múltiples casos] la forma de pensar de quienes desde la gestión de la cultura deberían no ser ajenos a las preocupaciones y a los problemas que existen.

Por eso el Felisma existe, porque creemos en otra posibilidad de habitar la cultura, la existencia misma. El espíritu de la literatura nos habita, pero también la pluralidad de voces, lo multidisciplinario, la voluntad de escuchar a las disidencias, a quienes no piensan como nosotros, pero hay que hacerles lugar.

Trujillo es una ciudad convulsionada en la que coexisten y se contraponen formas de conceptualizar la cultura. Es una urbe colonial en todos los sentidos, quizá nada pueda cambiarlo; sin embargo, el esfuerzo cultural independiente y colectivo continúa resistiendo y haciendo frente a una dinámica de poder cada vez más fortalecida.

La primera edición del Festival nos entregó muchas cosas, contenido valioso, reencuentros, emociones y desbordes. Agradecer a todas y todos los que hicieron posible la realización del Felisma: a Claudia Fernández, José Luis Fernández y Diana Olivares, en el equipo organizador; a quienes desde Casa Savia y sus aliados apostaron por el proyecto; a las autoras, autores, mediadores, artistas y activistas presentes, a las editoriales y marcas feriantes independientes, a los medios de comunicación que se sumaron a la difusión y al público que nos acompañó durante todos estos días.

Son tiempos infames los que hoy vive Trujillo y el Perú, pero no debemos bajar los brazos. La frase que Steiner solía repetir a quienes se dedican a hacer libros y deben ser optimistas en la catástrofe, cobra renovada actualidad: “Cuando las cosas empeoran, la literatura se vuelve imprescindible”. Muchas gracias.


*Augusto Rubio Acosta es escritor, gestor cultural y periodista. Ha publicado una decena de libros de diversos géneros literarios, entre los que destacan la novela Fraga (2015 y 2023), los diarios La peste que te habita (2020), el poemario Toda distancia es exilio (2022) y el libro de narrativa infantil ¡Habla, San Pedrito! (2011 y 2019).

Actualmente, alista la publicación de La luz que nos abraza, su nueva novela ambientada entre Trujillo y Salaverry, así como Los desterrados, volumen de narrativa infantil ambientado en los remotos pueblos de la jurisdicción de Huancabamba.