Frente al grito desesperado de una población cansada de vivir envuelta en una tormenta de violencia desenfrenada, el gobierno se ha sacudido, momentáneamente, de su acostumbrado letargo, declarando un estado de emergencia a todas luces inocuo sin un plan estratégico de trabajo conjunto; por ello, la pregunta es ¿cuál es el plan?
¿Y la emergencia?
En primer lugar debe establecerse, sin miramientos, una estructura jurídica clara que permita establecer un procedimiento y camino a seguir, facilitando la investigación, acusación y juzgamiento de estos terroristas urbanos, sus delimitaciones y campos de acción, penas más severas sin beneficios penitenciarios, juzgados especializados para estos crímenes, tratar como adultos a los adolescentes que participen de estos grupos terroristas, en paralelo, designar y edificar centros penitenciarios en zonas alejadas de nuestro país donde puedan establecer sus largas estadías carcelarias.
Sin pérdida de tiempo organizar un servicio de inteligencia dirigido por el gobierno y la PNP con un plan de investigación, seguimiento y captura de estos delincuentes, para ponerlos a disposición de las autoridades competentes, como se hizo para capturar a los cabecillas del terrorismo y desmantelarlos paulatinamente.
Dotar jurídicamente y de manera especial a las Fuerzas Armadas de facultades para intervenir directamente en aquellos lugares donde sea necesario y urgente su participación, estableciendo claramente sus límites, pero, dotándoles de fuerza de ataque y captura cuando la situación así lo requiera.
Expulsar a los extranjeros que no cuenten con la documentación requerida para su estadía en nuestro país, lamentablemente, justos pagan por pecadores.
Y lo más importante, contar con autoridades y gobernantes que actúen con voluntad y firmeza frente a este flagelo social, con convicción y sin temores, capaces de tomar decisiones urgentes pero que beneficiarán a millones de peruanos. Como dijo el presidente Bukele hace unos días ante la ONU: “No he apresado a miles, he liberado a millones”. Ese debe ser el objetivo, sin contemplaciones.
Carlos Talledo Manrique
Abogado Constitucionalista