Lamentablemente, en nuestro país, los escándalos y noticias referidas al actuar de nuestra nefasta y variopinta «clase» politiquera es variada e indignante. Cada semana vemos, escuchamos y leemos estupefactos como nuestros gobernantes, de cualquier nivel del aparato estatal, se encuentra inmerso en actos de corrupción o tráfico de influencias y hasta de prostitución. Sea Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Fiscalía y demás órganos constitucionales, su actuación es francamente deplorable e ineficiente.
Ya en el año 1888, el gran pensador Manuel Gonzáles Prada nos decía que «en resumen, hoy el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus«. Más de ciento veinte años después la situación sólo ha empeorado. La corrupción y la impunidad que la envuelve es mal endémico difícil de erradicar. El desorden y caos de nuestra sociedad es nuestro modus vivendi y hemos, penosamente, normalizado ello como parte de nuestro día a día.

Por ello, me pregunto por qué nuestro pueblo vive aletargado en su complacencia, sin reacción, sin motivación, sin mostrar un ápice de rebeldía frente a la desfachatez de nuestros gobernantes, quienes se regodean en su corrupción sin miramientos ni sonrojo. Porqué permitimos que nos gobiernen personas absolutamente incompetentes para tales fines, que dirijan nuestros destinos aquellos que sólo buscan servirse del poder, mediante componendas y cálculos políticos, que decidan el destino de nuestras vidas lo peor de nuestra sociedad.
Creo que al respecto podemos esbozar varias respuestas, lo que no significa que sean las únicas. En primer lugar, existe una palpable y peligrosa desidia o desinterés de la población por la política y lo que allí se define. Un hartazgo por tantos años de engaños, manipulación, corrupción y abandono de una población que pide solo las condiciones mínimas para poder vivir. A raíz de ello, la población ha normalizado la incompetencia, ineficiencia y vandalismo que desde las diferentes esferas del poder se difunden en las diferentes gestiones y cualquier acción positiva, por mínima que esta sea, se enaltece y crea réditos en quien la ejecuta, por más que sea innecesaria o simplemente su obligación.

En segundo lugar, es posible que la población discurra ensimismada en sus propios problemas como para atender la problemática de nuestro país y defenderla como antaño se hubiese realizado.
En tercer lugar, la falta de un líder claro, capaz de fusionar los diferentes reclamos e indignación de nuestra población, que aglomere tras de sí a todos los estratos y niveles de una sociedad cansada de tanta arbitrariedad y corrupción, o partidos políticos serios y de formación y arraigo popular, que canalicen debidamente los reclamos e intereses de una población.
Actualmente prácticamente nos gobierna un partido sin cuadros políticos serios, formados, con ideas claras sobre su agenda política, dirigidos por un mercachifles de la política nacional que se ha convertido en el hazmerreír de las redes sociales.
Otra razón podría ser los intereses, cálculos y apetitos políticos de aquellos actores políticos que solo buscan su propio beneficio, lo que aumenta el hartazgo y cansancio del votante, quien elige al que ofrece “patear el tablero”, pero sin propuestas claras y objetivos serios.
El silencio de nuestro pueblo solo se vuelve permisivo y cómplice de aquellas autoridades que actúa a mansalva, sin nada que los detenga, y, más grave, sin vergüenza alguna.
Por Carlos Talledo Manrique
Abogado constitucionalista