En la era del narcicismo y la videocracia, el individualismo y el afán de no sentirse solo son características actuales de las relaciones de pareja. Este modelo parece contradictorio en una figura tradicional para el sentido común que exige la sociedad.
¿Es posible el amor que se profesa en las redes sociales, las reuniones y en la convivencia? ¿Es posible el amor? ¿O solo son dos vocales, dos consonantes y dos imbéciles que no saben estar solos?
El amor es imposible porque el amor es el otro. Esta frase corresponde al último capítulo de El amor es imposible, escrito por el filósofo Darío Sztajnszrajber. Tamaña afirmación es un huracán de aporías que desentona en nuestras vetustas nociones románticas.
La filosofía (amor por el saber) rasca donde no pica.
Considero que en la actualidad, esta expresión aplica, sobre todo, en las relaciones de pareja, en la cual prima la posesión, la adhesión y la cosificación.
¿Es posible el amor que se profesa en las redes sociales, las reuniones y en la convivencia? ¿Es posible el amor? ¿O solo son dos vocales, dos consonantes y dos imbéciles que no saben estar solos?
El amor es el intento de alcanzar o conocer al otro. Primer paso. Nos enamoramos. La imposibilidad aparece cuando influenciamos en el otro y deja de ser otro para convertirse en alguien.
Evidentemente, se le puede contactar al otro pero abandona su estado natural. Es decir, es imposible coleccionarlo.
El amor, una danza. Ir y venir. Explorar y desconocer. No hay conquista ni debe verla porque se genera una invasión. Al otro se le puede visitar, contemplar; incluso, espiar, pero nunca ocupar.
Los ansiados encuentros con el otro, ¿me invaden o transforman? Si me invaden, supongo que tengo algo único que se contamina con la llegada de una persona. Si me transforma, intuyo que no tengo algo propio y que su presencia cambia mi ser.
La cuestión es optar por buscar en el otro lo que tiene de otro y no lo que tiene de yo. En otras palabras, mancomunar las diferencias. Roberto Espósito, filósofo italiano, cuestiona la idea de lo común. Desde su visión, lo común, también, son las diferencias que excluimos cuando priorizamos lo propio: una nación, religión o tez.
Lo común es que somos otros.
La otredad del amor
Si el otro es imposible, lo que me magnetiza es la imposibilidad de conseguirlo. ¿Qué me atrae del otro? O, mejor, ¿me atrae el otro? Sztajnszrajber señala:
“El otro me descubre mundos. No me atrae tanto su propio mundo como su impulso a presentarme mundos otros. Me atrae su impulso. Me enamora su deseo de descubrirme mundos. Me enamora su deseo”.
El yo poético de Blanca Varela describe, en Monsieur Monod no sabe cantar, el sentido de huella (ausencia de la presencia) que adquiere el amor imposible:
querido mío
adoro todo lo que no es mío
tú por ejemplo
con tu piel de asno sobre el alma
y esas alas de cera que te regalé
y que jamás te atreviste a usar
El interés hermético de ver en el otro una forma de mí, es decir, una extensión mía, se consolida desde la necesidad de estar interconectados.
Hoy, existe una tendencia de valorar y sobrevalorar a las personas desde sus bienes y utilidades. La teoría de las gratificaciones ha justificado la garantía de una vida ostentosa a cambio de tratos sexuales y compasivos.
Verlo como una mercancía fomenta vínculos superficiales e ignora las dimensiones profundas de los demás respecto a una responsabilidad afectiva.
El amor, una danza. Ir y venir. Explorar y desconocer. No hay conquista ni debe verla porque se genera una invasión. Al otro se le puede visitar, contemplar; incluso, espiar, pero nunca ocupa
Si el amor tiene una tipología no es comercial en ningún aspecto. Si existe intercambio, hay contrato. Si existe un contrato es un negocio. El amor se mercantiliza y se vuelve un ritual que se legitima, por ejemplo, con celebraciones o festividades como San Valentín.
¿Y si el amor al otro peca en la definición de amor? Revisemos. Según el polígrafo Marco Aurelio Denegri, en latín el verbo amar tiene una connotación pasional. Se refiere al amor que se adhiere y busca enajenarse.
La otra acción es diligir que consiste en el amor reflexivo, atento y tierno que busca la mejora del otro. En la Biblia, este verbo se utiliza 465 veces; amar, 51.
En este contexto, diligir es una tarea compleja. Debemos tomar distancia y cuidar la autonomía del otro para no ser visto como querubines libidinosos. Diligir implica procurar el bien del otro y sentirnos entusiasmados cuando este hecho se cumple.
Milan Kundera, en La insoportable levedad del ser, explica que no tenemos la capacidad de amar porque esperamos ser amados, “porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias”.
Leer más: Amor a lo Schopenhauer: el hijo de Johanna y la madre de Arthur
En conclusión, el amor es imposible. El otro es imposible. Imposible porque anhelamos un “amor desinteresado”. Y en esa búsqueda, al amor lo analizamos, lo interrogamos y lo parodiamos. ¿Deja de ser amor? La paradoja de Teseo.
¿Por qué quiero al otro? “Porque me hace bien, porque me transmite paz, porque me resuelve dificultades, porque me permite ser como soy…”. Siempre desde el “me…”. El amor no debe poner su acento en el yo sino en la otredad.
“Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor” (Fragmentos de un evangelio apócrifo, Jorge Luis Borges).
Escribe: Johan Fiestas Chunga
Fuentes consultadas
- Sztajnszrajber, D. (2023). El amor es imposible. En E. Bértola (Ed.), El amor es imposible porque el amor es el otro (pp. 323-332). Paidós.
- Denegri, M. (2018). Sexo, amor y otros placeres de la lengua. Amar y diligir (p. 37). Debate.
- Denegri, M. (2018). Sexo, amor y otros placeres de la lengua. Somos protéticos (pp. 75-76). Debate.
- Kundera, M. (2008). La insoportable levedad del ser. La sonrisa de Karenin (pp. 310-329). Tusquets.
- Varela, B. (2016). Blanca Varela. Poesía reunida, 1949-2000. En D. Ballardo et. al. (Ed.), Monsieur Monod no sabe cantar (pp. 141-144). Casa de Cuervos.