Jesús Raymundo recorre el Perú para enseñar. Con un libro bajo el brazo y una sabiduría que ha cultivado desde niño, imparte conocimiento sobre las buenas formas de escribir. Ahora se prepara para viajar por el extranjero. Su primer destino es México, país donde su libro—que va por la cuarta edición— ya encandila a los paisanos del Chavo del 8.
Entre la primera y la cuarta edición de La redacción no se improvisa, el Perú ha cambiado notablemente: crisis política, pandemia y más. ¿En la manera de escribir también hemos cambiado? ¿Para bien o para mal?
Han pasado siete años desde la primera edición de mi libro La redacción no se improvisa, y el panorama sigue siendo sombrío: solo a una minoría le interesa la buena escritura. Las redes sociales son, por ejemplo, un reflejo de cómo escribimos los cibernautas, las instituciones y las empresas. Lo mismo ocurre con los medios digitales y los blogs, que evidencian un gran descuido. Incluso se publican libros mal editados. Carecemos de políticas públicas para revertir esta situación. Durante la pandemia, las clases virtuales no han permitido acortar la brecha, porque muchas instituciones educativas no implementaron plataformas digitales sólidas, los estudiantes no tenían acceso a internet y muchos docentes, a pesar de trabajar intensamente, no lograron adecuarse a los nuevos entornos. Ahora que hemos vuelto a la presencialidad, seguimos sin rumbo claro.
Una cuarta edición de su libro —más de diez mil ejemplares vendidos en Perú y España—, es la evidencia de un interés por mejorar nuestra forma de comunicarnos, ¿verdad?
Hay un sector, sobre todo estudiantes y profesionales, que se han convencido de que la escritura es una gran herramienta para lograr sus anhelos. Los intereses surgen desde la necesidad de escribir con buen estilo sus tesis y los artículos científicos hasta los documentos administrativos, jurídicos, legales y corporativos. Los profesionales de la publicidad, el diseño gráfico y las comunicaciones reconocen también la importancia de comunicar con claridad, precisión y corrección. En las presentaciones de mi libro, en los talleres itinerantes y en los cursos de redacción confirmo que es necesario desaprender para aprender el uso correcto de las normas de ortografía y gramática, y cómo aplicar las técnicas de redacción y edición de textos.
La buena escritura es parte de nuestra reputación, de nuestra marca personal. ¿Por qué es tan difícil que las personas entiendan esto? Es decir, no reconocen el poder de la buena escritura para su vida, su desarrollo, su progreso…
No hemos reflexionado con honestidad sobre la importancia de la escritura en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Cuando los niños aprenden a escribir, muchos padres de familia y profesores pensamos que aún son pequeños para exigirles a escribir bien. Cuando los jóvenes ingresan a la universidad, la mayoría de ellos no son capaces de crear oraciones y párrafos claros, coherentes, adecuados ni correctos, ni se esfuerzan para recuperar el tiempo perdido. Los que ingresan al mercado laboral, descubren que la redacción está presente en los correos electrónicos, las redes sociales y en todos los documentos generados en sus organizaciones. Si escriben mal, no solo ponen en riesgo su futuro profesional, sino también la reputación de sus instituciones y empresas.
En esa línea, en una situación hipotética en la que una persona le diga a usted que la redacción no sirve para nada, ¿con qué argumentos responde?
Les comparto mi historia de vida. Yo soy hijo de padres analfabetos y quechuahablantes que vivían en una de las comunidades campesinas más pobres de Huancavelica. Aprendí el quechua con mi abuela, y el español, con mis padres que hablan con motosidad. En la escuela conocí a dos maestras que me cambiaron la vida gracias a la escritura. Ellas me encargaban recopilar cuentos andinos que mis familiares y paisanos contaban en sus ratos libres. Yo los escribía en hojas sueltas que recortaba de los cuadernos usados. Luego empecé a escribir cuentos y poemas con la naturalidad de un saludo. Puedo dar fe de que solo la escritura y la lectura me salvaron de la extrema pobreza e iluminaron mi vocación. Hoy comparto mi felicidad con los seguidores en mis redes sociales, los lectores de mi libro y los participantes de mis talleres que recorren el país.
El virtual alcalde de Trujillo, Arturo Fernández —exalcalde de Moche, el de los huacos eróticos— ha declarado que los comunicadores no son necesarios: “Las instituciones públicas no deben tener comunicadores”. ¿Qué reacción le provoca esta manera de pensar?
El virtual alcalde desconoce las funciones que cumplen los comunicadores en una institución pública y la importancia de la comunicación gubernamental en tiempos tan convulsionados como los que vivimos. De paso, subestima a los ciudadanos, quienes también generan contenidos. Esta situación evidencia, además, el nivel de nuestras autoridades y la necesidad de profesionalización en gestión pública. Recuerdo el caso de una municipalidad provincial, donde dicté un curso para el personal administrativo y los periodistas de la ciudad. El alcalde, quien asistió a la clausura del evento y escuchó las conclusiones, confesó públicamente que desconocía la necesidad de profesionalizar a los comunicadores y de fortalecer el área de comunicaciones de la municipalidad.
¿Cuál es el error o errores de redacción más recurrente en los peruanos?
Desde mi experiencia, los errores frecuentes de ortografía son el uso de la mayúscula inicial en los cargos y los sustantivos comunes, el uso de la coma o el punto en la escritura de los números en cifras, el uso de las mayúsculas en las abreviaturas de palabras comunes, el uso indiscriminado de la coma en las oraciones extensas, entre otros. Las faltas recurrentes de gramática son los casos relacionados con la concordancia verbal, el dequeísmo y el queísmos, el abuso de los incisos, entre otros.
Maestro, podemos establecer un paralelo, una medición comparativa entre peruanos y otros usuarios del español. ¿Cómo estamos en el uso correcto del idioma en comparación a los hablantes de otros países?
A diferencia de los estudios sobre el hábito de lectura y de comprensión lectora, en el Perú no existe un estudio oficial sobre el nivel de escritura de los estudiantes. Al no conocer la dimensión ni las características del problema, es difícil proponer soluciones y alternativas viables. Por tanto, es importante invertir en el diagnóstico. Así como existe un plan lector, deberíamos también contar con un plan para mejorar el nivel de la escritura en la educación básica regular. Para ello, necesitamos convocar a los especialistas de diversos ámbitos.
Usted lleva años y ha recorrido casi todas las regiones del país impartiendo sus talleres. ¿Qué es lo más difícil al momento de compartir las pautas y normas de la escritura y de la lingüística?
Los que participan en mis talleres vienen con muchas ganas de aprender y con un sinfín de dudas y preguntas. Entonces, el primer gran paso se ha dado, porque lo más difícil es convencerse de la utilidad de la escritura para nuestras vidas. Lo segundo es entender cómo se aplican las normas y las técnicas de redacción. En mis talleres ayudamos a las personas a tomar decisiones, y para eso no nos fijamos en memorizar las normas y las pautas, sino en entender qué hemos heredado de la tradición y qué representan las tendencias, así como apostar por una actitud crítica frente a los prejuicios, las creencias y los mitos. Muchos aún creen que la escritura es solo para los profesionales, como los escritores o periodistas, o es exclusivo de algunos privilegiados o eruditos. En mis talleres aplicamos las normas de ortografía y gramática y las pautas de redacción en situaciones concretas y cotidianas de los participantes. Trabajamos con sus textos, en los que identificamos los errores frecuentes y proponemos soluciones creativas.
Usted se ha atrevido a corregir a políticos, artistas, autoridades, ¿cuál ha sido la reacción más virulenta que ha recibido por sus intervenciones?
Los seguidores de los partidos políticos y de algunas autoridades son los que reaccionan de manera violenta, incluso han llegado a atentar contra mi vida, porque piensan, de manera equivocada, que uso los casos para desacreditarlos o desprestigiarlos. Algunos creen que solo veo los casos de un sector de la política o que tengo mis simpatías. En realidad, yo suelo trabajar con casos públicos de instituciones y empresas de diversos sectores, medios de comunicación y personajes públicos de diversos ámbitos. Mi labor no es corregir ni mostrar las falencias de las publicaciones: yo enseño a escribir bien usando casos reales. Este modelo lo aprendí del maestro Álex Grijelmo, quien comparte numerosos casos en su clásico libro El estilo del periodista, incluso del medio donde trabaja. Un profesor no debe ser confundido con un trol, porque su misión trasciende los intereses personales.