Migración y educación: del terror de la secundaria a la alegría de la universidad
El día después de su llegada a Trujillo, Daniel Ramírez Essá sentía un frío teórico y práctico. Era fines de noviembre del 2020 y el verano aún ni se asomaba. “En Venezuela no hace frío”, compara y su cuerpo recuerda el invierno. Luego habla de un sentimiento que lo congelaba: sentirse extraño en su propia familia.
Su madre y hermanos, a quienes no veía por tres y dos años, vivían en un departamento “hermoso, pequeño y lo tenía todo”, menos un espacio para él. O eso sentía.
Un día después de su llegada a Trujillo, Daniel, 16 años, lamentaba que el invierno más duro es el que viene de adentro. Su familia, por la que recorrió unos 2900 kilómetros en bus durante cuatro días, era desconocida en forma y fondo.
Por ejemplo, a su madre no la reconoció.
Cuando bajó del camión de limones que lo trajo desde Tumbes, una mujer corría hacia él con los brazos abiertos. “Mi mamá siempre fue flaquita, ni carne tenía”, dice, recuerda, sonríe. Sin embargo, la persona que se dirigía a él, cuando piso suelo trujillano, era pesadamente distinta.
Esa noche durmió con ella. En la cama, su madre no paraba de llorar y a Daniel lo cautivó la ilusión de despertar sintiéndose como un hijo de familia.

Un día después de su llegada a Trujillo, comió pollo a la brasa y empezó a conocer la ciudad. La encontró brillante, colorida, con mucho movimiento, mucha vida, mucho comercio, muchos parques, mucha gente y muchas cosas qué comer. Nunca la imaginó así.
“La situación estaba muy fea en Venezuela. Literal, no había para comer y el hambre es una cosa seria. Había días, en los que solo podías comprar, kétchup y sal, entonces solo eso comías”, evoca.
La inmigración, apunta Martín Caparrós, es la forma más terminante de decir que no hay futuro: que en ese sitió no hay futuro.
El hambre es una cosa seria, machaca Daniel.
Yo escolar
Cosa seria, también, fue la decisión de matricularse, al año siguiente, en un colegio del distrito de El Porvenir para terminar la secundaria. Las clases, por la covid-19, eran virtuales.
-Sufrí demasiado. La pasé muy mal. Fue traumático.
El Perú garantiza el acceso a la educación como un derecho de las personas migrantes. A partir del Decreto Legislativo N.º 1350 —Ley de Migraciones—, el Estado ha aprobado una serie de normas para cumplir esa obligación.
La primera gran barrera que debe superar el extranjero que desea estudiar es acceder al sistema educativo. El Perú, como casi todos los países de la región, han construido pistas de comando para el ingreso de los foráneos.
Un día después de su llegada a Trujillo, comió pollo a la brasa y empezó a conocer la ciudad. La encontró brillante, colorida, con mucho movimiento, mucha vida, mucho comercio, muchos parques, mucha gente y muchas cosas qué comer. Nunca la imaginó así.
La situación migratoria y de documentos, mala y escasa información, falta de matrículas y discriminación son algunos de los factores que bloquean el acceso a la educación para los no nacidos en el Perú.
Y cuando se accede al sistema, los demonios se transforman en seres más fieros. Más discriminación, más barreras burocráticas, docentes sin ton ni son, acoso escolar y programas de estudios pocos idóneos.
“La inclusión de los estudiantes migrantes está influenciada por la capacidad de las escuelas para poner en marcha prácticas pedagógicas y curriculares adecuadas, y para generar un entorno propicio para la convivencia y el aprendizaje”, señala un estudio de Lorena Alcázar y María Balarín.
Otras matemáticas
En Venezuela, Daniel era el primer puesto de su aula. Acá la pasaba mal. No entendía las clases. Las matemáticas, a veces, parecían las mismas; a veces, eran otra materia.
Un estudio, citado por el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú, enumera las barreras que enfrentan los estudiantes venezolanos para integrarse a plenitud al sistema escolar:
A. | El conocimiento del idioma oral y escrito. |
B | La edad de incorporación al nuevo sistema educativo. |
B. | Los desfases curriculares. |
C. | La familia y su vínculo con el sistema educativo. |
D | La formación de los docentes para educar desde la multiculturalidad. |
“Siempre me ha gustado estudiar, pero, acá, lloraba mucho porque no entendía. No sabía de lo que hablaban. Los profesores tampoco se esforzaban. El que quería daba clase o no”, lamenta Daniel.
En el Perú viven 1 400 000 venezolanos, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), lo que equivale a toda la población de la región Cajamarca. Sin embargo, organismos internacionales estimaron que, para diciembre del 2024, esa cifra aumentó a 1 600 000.
El Ministerio de Educación registró, hasta mayo del 2023, a 123 886 estudiantes de nacionalidad venezolana matriculados en educación básica regular.
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El índice de deserción escolar de esta población es de 19 %, mientras que para los peruanos es de apenas 1,9 %. Es decir, por cada 5 escolares venezolanos matriculados, 1 interrumpe sus estudios por cualquier causa.
El 91,3 %, de estudiantes venezolanos lo hizo en colegios públicos y el 8,7 % restante, en centros privados.
Daniel Ramírez Essá estudió en un colegio particular. “No lo recomendaría”, dice, se pone serio y no parpadea. “Las clases de mis hermanos, en colegio público, me parecían más provechosas, mejores”.
Le rogó todo el año a su madre que lo cambiara de escuela. No la convenció.
Así llegó a la universidad.
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“Somos una especie en viaje. No tenemos pertenencias, sino equipaje”. Jorge Drexler.
“Quienes migran viven en el horror, pero descubrieron que hay naciones aparentemente seguras y libres. Sueñan con la serenidad, con trabajo. Más que preocuparnos de cómo rechazarlos, deberíamos crear las condiciones para no empujarlos al exilio. Si no lo hacemos, el mundo vivirá una violencia indescriptible”. Mario Vargas Llosa.
“La migración no es un crimen, es un derecho a buscar vida”. Eduardo Galeano.
“Migración es un término genérico no definido en el derecho internacional que, por uso común, designa a toda persona que se traslada fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea dentro de un país o a través de una frontera internacional, de manera temporal o permanente, y por diversas razones”. Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“Los caminos de la vida no son como yo pensaba, no son como los imaginaba”. Los Diablitos.
“El que emigra lleva su tierra dentro, porque la memoria es su patria”. Gioconda Belli.
“Me dicen el clandestino por no llevar papel”. Manu Chao.
“El migrante se desplaza como el agua, buscando donde pueda nutrirse y vivir”. Carlos Fuentes.
“La tierra que dejé me llama en sueños y la que piso me rechaza a gritos”. Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera.
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Daniel quiso estudiar Veterinaria. Solo quiso, porque cuando fue consciente de que, para graduarse, debía cortar o ver morir a un animal, desechó de plano esa vocación. Se matriculó en Comunicaciones.
Acaba de terminar el sexto ciclo.
“Mi trauma fue culpa del colegio, porque aquí (la universidad) yo entiendo. Sí, me gusta”, destaca, una tarde-noche sentado en un ambiente para estudiantes en la Universidad Privada Antenor Orrego (UPAO).
Daniel cree que en las escuelas del Perú le dan una considerable importancia y, por ende, espacio a la Historia. “Hay mucho amor a la patria, a los orígenes. Yo, reconozco y valoro eso”.

Lo que le molesta de la universidad son los horarios. “Mucho desorden”. También, compara. “Allá las universidades tienen horarios para las mismas clases en la mañana, la tarde y la noche”. Estima que así, las personas que trabajan y estudian se organizan mejor.
Perú, migración: tareas pendientes
El Perú se ha comprometido a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El número 4 de estos propósitos está vinculado con la educación y busca, entre otros aspectos, que las personas accedan de forma igualitaria a todos los niveles de enseñanza.
“Sin calidad y equidad, nuestras brechas más importantes en educación en la región, la justicia, la paz y las oportunidades de desarrollo y cambio estarán siempre en riesgo”, declaró, en el 2023, Guiomar Alonso Cano, representante de la Unesco en el Perú.
El Perú tiene una tarea pendiente para alcanzar este ODS —y otros también—. Un primer paso es conocer en profundidad la realidad de los estudiantes venezolanos en los centros de enseñanza de todos los niveles.
Por ejemplo, no existe bibliografía sobre el acceso a la educación superior para estudiantes migrantes, a pesar de que es un fenómeno evidente y significativo.
De lo que sí se conoce es la formación académica de los ciudadanos venezolanos que cruzaron las fronteras y se instalaron en territorio peruano. De acuerdo con la II Encuesta a la Población Venezolana Residente en el Perú, al 2022, el colectivo llanero está compuesto por doctores y maestros (0.8 %) universitarios (37, 9%), técnico superior (19, 2 %) y educación media diversificada (31, 9%).
Las carreras que los migrantes estudiaron en su país se detalla a continuación:

Daniel Ramírez Essá habla de sus planes luego de la universidad. Antes, reitera que le gustan las clases y que ayuda a su mamá en el trabajo. “No tenemos riquezas, pero sí podemos estar tranquilos”, dijo en un momento.
En la universidad hay pocos alumnos y se celebra un acto propio de Navidad. Se escuchan villancicos y varias personas cruzan con bolsas de regalos, panetón y chocolate.
Cuando termine sus estudios abrirá un negocio, dice con la seguridad de quien ha padecido de ese frío teórico y práctico —al que se refería el poeta César Vallejo—, y se ha convertido en lo que decía Caparrós: “Un migrante es el héroe individual de estos tiempos: aquel que va a buscar la vida a un lugar donde su vida no tenía por qué estar, a construirla desde casi cero”.
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Migración y trabajo: “Volver a casa ya no es una opción”
Escribe Danitiza Anaya Montenegro

El día después de su llegada a Tumbes, Luis Felipe Sáenz enfrentó su primer reto como un joven en tierras foráneas Recuerda cruzar las características calles agrietadas y recorrer la ciudad como un viajero sin brújula, guiado solo por su intuición.
Deambulando de un sitio a otro, como un niño extraviado en busca de su madre, se encontró cara a cara con una criatura envuelta en mitos y rechazos: un gato negro.
El felino, lejos de ser un mal augurio, cambiaría su destino para siempre.
Luis Sáenz llegó a Tumbes desde su Venezuela natal en 2017, en busca de un refugio frente a la profunda crisis económica, política y humanitaria que azotaba a su nación.
Para decenas de familias venezolanas, aquel año marcó un punto de inflexión crítico, exacerbado por la hiperinflación y las sanciones económicas y financieras impuestas por Estados Unidos.
Un rumbo a lo desconocido
Durante una semana, Luis reflexionó profundamente sobre su situación. Con apenas 23 años, se enfrentó a un dilema crucial: permanecer en Venezuela para luchar por sus derechos o abandonar su país con el propósito de generar ingresos que le permitieran sustentar a su familia.
La compleja realidad que atravesaban sus padres, marcada tanto por problemas económicos como de salud, lo llevó a dejar su país.
Durante cinco años consecutivos, el Perú destacó como el segundo territorio en el mundo con mayor acogida de migrantes venezolanos. Hasta mayo de 2022, más de 1.3 millones de personas provenientes del país llanero encontraron en suelo peruano un refugio para rehacer sus vidas.
Durante una semana, Luis reflexionó profundamente sobre su situación. Con apenas 23 años, se enfrentó a un dilema crucial: permanecer en Venezuela para luchar por sus derechos o abandonar su país con el propósito de generar ingresos que le permitieran sustentar a su familia.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2017, la composición demográfica de esta población reflejaba una mayoría masculina (59,8 %), mientras que un significativo 69,8 % se encontraba en edad laboral, es decir, entre los 15 y los 49 años.
Estos datos evidencian la necesidad imperiosa de garantizar derechos fundamentales, entre los que destacan la provisión de condiciones laborales justas y dignas.
Sin embargo, la realidad es lacerante, incierta y discriminatoria.
¿Puede un migrante alcanzar una trayectoria laboral estable en un país ajeno, dadas las barreras culturales, económicas y sociales que enfrenta?
Un jueves a las cinco de la mañana, la alarma rompió el silencio. Luis se levantó con el alma partida. Las maletas, ya preparadas, esperaban junto a la puerta. Sus padres, con el semblante descompuesto, lo abrazaron con fuerza antes de acompañarlo a la estación de buses.
“Hasta el último momento deseaba que mis padres me dijeran: ´Mejor no vayas´. Si lo hubieran hecho, habría regresado a casa sin dudarlo, pues le tenía miedo a todo”, recuerda Felipe.
Del dicho al hecho hay mucho trecho
Tras viajar cinco días llegó al Centro Binacional de Atención en Frontera (Cebaf) de Tumbes, donde pudo registrar su ingreso y así poder acceder a tramitar su Permiso Temporal de Permanencia (PTP).
El trabajo es fundamental para el ser humano, ya que se encuentra en el centro de sus aspiraciones. Constituye el medio para obtener el sustento, mejorar la calidad de vida y alcanzar la realización personal.
Además de su importancia individual, el trabajo es crucial para el bienestar colectivo porque impulsa el progreso social y económico.

El artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su ocupación, a condiciones laborales equitativas y satisfactorias, y a la protección contra el desempleo.
Además, señala que toda persona que trabaje tiene derecho a recibir una remuneración justa y adecuada que le asegure, tanto a ella como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana, y que será complementada, en caso necesario, por otros medios de protección social.
No obstante, durante los años de migración venezolana, en el Perú se inició el debate, pues existe la creencia de que la llegada de extranjeros podría desplazar a los trabajadores nacionales y provocar una disminución de los salarios.
Aquellas ideas infundadas, carentes de una base sólida, hicieron que la obtención de empleo por parte de los venezolanos se convirtiera en una tarea aún más ardua.
El gato de la suerte
Tras abandonar el establecimiento migratorio, Luis permanecía de pie, aferrado a sus dos maletas y con los escasos diez dólares que le quedaban.
Frente a él, el mundo parecía un caos incesante, lleno de sonidos y movimientos desordenados.
Mientras cruzaba la calle, un gato negro de mirada hipnótica, con ojos verdes resplandecientes, apareció de repente, deslizándose con agilidad hacia la plazuela Bolognesi.
Por un impulso inexplicable, decidió seguirlo, casi como si aquella criatura ejerciera un magnetismo irresistible. Sin embargo, una persona, con voz firme, le advirtió que desistiera de hacerlo.
“¡No lo sigas! ¿No ves que es de mala suerte que un gato negro se te cruce? ¡Ta qué salado eres!”, fue la advertencia que le dio un tumbesino y que él aún recuerda.
Por un impulso inexplicable, decidió seguirlo, casi como si aquella criatura ejerciera un magnetismo irresistible. Sin embargo, una persona, con voz firme, le advirtió que desistiera de hacerlo.
No obstante, Luis continuó observando con atención y pronto se dio cuenta de que se trataba de una gata que había parido.
La felina buscaba alimento para sus crías. Aquella escena conmovió profundamente a Sáenz, quien, a pesar de su precariedad, no dudó en comprarle comida.
«Quienes me escuchan suelen burlarse y decir: ‘No tiene ni para comer y, aun así, alimenta a los animales’. Pero para mí, ellos lo son todo. Siento un amor inmenso por los gatos y los perros. Nosotros, al menos, podemos hablar y suplicar a alguien para que nos dé algo de comer, pero ¿qué sucede con ellos?”, expresa.
Aprender a andar
Luis Felipe Sáenz fue un reconocido dj en Mérida, Venezuela, quien dedicó sus noches al vibrante mundo de las discotecas.
Sin embargo, la crisis económica le impidió generar mayores ingresos. Esta difícil realidad fue uno de los factores que lo impulsó a salir de su zona de confort y buscar nuevas oportunidades.
Habían pasado dos días desde su llegada a Tumbes, y la idea utópica de conseguir trabajo al bajar del autobús se desvanecía de a pocos.
La situación empeoró cuando ya no quedaba ni un solo dólar en el bolsillo de su desgastado pantalón. “Debió ser mala suerte”, murmuró resignado.

El Estado peruano, como garante de los derechos humanos, tiene la obligación de velar por la protección de los migrantes que llegan al país.
La responsabilidad se fundamenta en el respeto a la dignidad humana y en el compromiso con los principios de justicia e igualdad.
El artículo 26 de la Constitución Política del Perú reconoce que los trabajadores migrantes deben gozar de los mismos derechos que los trabajadores nacionales.
Ahora bien, el Perú enfrenta serias dificultades para garantizar el cumplimiento de las leyes que protegen al emigrante en el ámbito laboral. El Estado no puede adaptar los procesos burocráticos necesarios para integrar a los ciudadanos extranjeros en las planillas laborales.
A ello se incluye la falta de control por parte de las normas internacionales de derechos humanos, lo que agrava aún más la situación de los emigrantes en el Perú.
Pedir dinero
Susana Mosquera Monelos, vicedecana de Investigación de la Facultad de Derecho de la Universidad de Piura, expresó en un artículo publicado en El Peruano que «el principal problema para proteger los derechos de los migrantes radica en que las normas internacionales carecen de un organismo encargado de supervisar y responsabilizar a los países que no las cumplen».
Ante la persistencia de otros compatriotas de Luis y las ganas de continuar sobreviviendo en una tierra desconocida, él empezó a solicitar dinero para subsistir.
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“Recuerdo la primera vez que extendí mi mano para pedir dinero. Lloraba; no por vergüenza, sino porque jamás imaginé que llegaría el momento de hacer algo así”, comenta, mientras su voz se entrecorta.
Con el paso de los días, Luis logró reunir dinero para viajar a Piura, una ciudad de la que había oído hablar como un lugar con más oportunidades laborales.
“Mi idea desde el principio fue trabajar en Perú y no mendigar. Al inicio lo hice, pero cuando reuní lo suficiente, me vine aquí (Piura) para trabajar y enviar dinero a mis padres”, enfatizó.
Al mal tiempo buena cara
«La persona inmigrante indocumentada que trabaja no tiene derechos laborales, se le puede pagar cualquier cantidad y en cualquier condición, pues no aplica la legislación nacional». Este es uno de los mitos identificados en el Proyecto Políticas de Migración Laboral Sensibles al Género.
Luis Felipe pondera que el trabajo está a la vuelta de la esquina cuando la persona, realmente, tiene ganas de trabajar.
«Porque no se trata de esperar una oportunidad que se ajuste a nuestros gustos, sino de encontrar aquello que nos proporcione un ingreso», expresa Sáenz.
“Recuerdo la primera vez que extendí mi mano para pedir dinero. Las lágrimas corrían y empapaban por completo mi rostro. No lloraba por vergüenza, sino porque jamás imaginé que llegaría el momento de hacer algo así”.
Su primer empleo lo desempeñó en un restaurante, donde laboró durante dos años, hasta que se le presentó la oportunidad de incursionar en el ámbito de los repuestos para celulares.
“Por treinta soles diarios, hacía múltiples roles: mozo, ayudante de cocina, administrador e, incluso, personal de limpieza”, recuerda entre risas.
Según el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 8 el simple hecho de trabajar no garantiza una vida digna. Por ello, resulta fundamental fomentar empleos decentes que permitan a las personas salir de la pobreza y reducir las desigualdades.
Entre sus metas se encuentra la protección de los derechos laborales y la promoción de un entorno de trabajo seguro y libre de riesgos para todos los trabajadores, incluidos los migrantes, con un énfasis particular en las mujeres migrantes y las personas que desempeñan empleos precarios.
Aunque los ODS delinean una visión clara hacia un futuro más justo y equitativo, y pese a los esfuerzos del Estado y diversas organizaciones, las protecciones legales y las condiciones laborales en el país siguen siendo insuficientes para erradicar la pobreza y las asimetrías sociales.
Piura es más que una ciudad
Cada día se presenta como una oportunidad para comenzar una nueva historia.
La simpatía de Luis logró forjar diversos vínculos con piuranos que ya conocían su talento para fusionar la música en distintos eventos.
Así, comenzaron a contactarlo. Sin embargo, estos encuentros no eran frecuentes, por lo que continuaba su labor en la reparación de celulares, habilidad que aprendió bajo observación.
En 2019, Luis Felipe Sáenz conoció a Cecilia Paredes, emprendedora piurana y experta en el negocio de accesorios para celulares, con quien decidió comenzar una relación amorosa y emprender un negocio en conjunto.

Así, después de un año de arduo trabajo, Sáenz logró abrir, en enero de 2020, un local en la concurrida esquina de las avenidas Sánchez Cerro y Loreto.
Este acierto le permitió alquilar un departamento y participar en diversas actividades de ayuda social.
«En esta ciudad me enamoré, logré formar una familia y tener mi propio negocio. Volver a casa (Venezuela) ya no es una opción para mí», expresa.
Mientras intenta encontrar una posición cómoda en el sillón, Luis, con la voz entrecortada, declara que está decidido a aprovechar cada oportunidad que se le presente.
“Piura me brindó una oportunidad y estoy decidido a aprovecharla al máximo posible”, manifiesta mientras las lágrimas marcan sus mejillas.
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Migración y espacios de convivencia: el softball juega para Venezuela y para el Perú
Escribe Johan Fiestas Chunga

El día después de su llegada a Piura, Rossana Guerrero aún guardaba en su maleta una gorra de su equipo de softball y un sueño que ni siquiera tenía forma.
Los primeros días en la cuna de Grau fueron un torbellino de emociones. Rossana consiguió espacio en un pequeño cuarto de una amiga, quien había migrado antes.
Trabajaba vendiendo empanadas en las mañanas y ayudaba en un restaurante por las noches. Entre turnos, paseaba por la ciudad, fundada por otro migrante, Francisco Pizarro, allá por 1532.
Durante un descanso en el parque Miguel Cortés, decidió sacar el guante de softball que siempre la acompañaba y lanzó una pelota al aire, por pura nostalgia. Ese gesto la llenó de amor por su país.
El deporte matriz de Venezuela es el béisbol. Los niños cargan por cultura: una pelota y un bate. Cuando la adolescencia termina y algunos no logran surgir a un nivel profesional, aparece el softball.
La Constitución del Perú en su artículo 2 garantiza a todas las personas la igualdad ante la ley y el acceso a derechos fundamentales, sin discriminación de origen, raza o condición social. Esta orden incluye a la población migrante.
Así mismo, la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares establece que los Estados deben garantizar la igualdad de oportunidades para el esparcimiento y el acceso a servicios culturales y recreativos.
Hija del béisbol
El softball se juega con una pelota más grande y en un campo un poco más pequeño. Los equipos están formados por nueve jugadores y se turnan para batear y para defender.
El campo tiene forma de diamante y está dividido en cuatro bases: primera, segunda, tercera y home. La idea es golpear la pelota con un bate y correr por las bases para completar una vuelta al campo.
Si logras cruzar todo el campo sin que te eliminen, anotas un punto.
Mientras un elenco batea, el otro defiende. Uno de los jugadores del defensor, llamado pitcher, lanza la pelota hacia el bateador, que intenta golpearla lo más fuerte y lejos posible.
Durante un descanso en el parque Miguel Cortés, decidió sacar el guante de softball que siempre la acompañaba y lanzó una pelota al aire, por pura nostalgia. Ese gesto la llenó de amor por su país.
El resto del equipo defensor intenta atrapar la pelota o lanzarla rápidamente a una base para sacar al corredor antes de que llegue.
Hay varias formas de eliminar a un jugador. Por ejemplo, si atrapan la pelota que bateaste antes de que toque el suelo, estás fuera.
También pueden eliminarte si te tocan con la pelota mientras corres o si lanzan la pelota a la base a la que te diriges antes de que llegues.
El juego está formando por siete partes o innings y, en cada una, ambos contrincantes tienen la oportunidad de batear y defender. Al final, el equipo que anotó más puntos es el ganador.
Una partida entera puede durar una hora y cuarenta y cinco minutos.
Juego propio
En el 2019, Rossana Guerrero y sus compañeros trajeron implementos deportivos a Perú y tomaron la decisión de seguir cultivando esta disciplina lejos de casa.
Meses después surgió la pandemia del coronavirus y las primerizas actividades que estaban organizando se cancelaron por el confinamiento obligatorio.
Cuando se levantaron las medidas, los muchachos decidieron conformar equipos. Rossana Guerrero tiene doble nacionalidad (venezolana y peruana). Por ello, solicita un permiso en la Municipalidad de Castilla y le permiten el acceso al estadio Miguel Grau.

Fue el primer recinto donde, nuevamente, jugaron con libertad y fueron un grupo establecido. La liga Lisomig se formalizó en setiembre del 2022. El nombre rinde homenaje al peruano del milenio: Liga de Softball Miguel Grau (Lisomig).
Guerrero cuenta que buscaron un nombre para atraer al público peruano, pero, también, es una manifestación de aculturación, ese proceso de adaptación gradual de un individuo o grupo de una cultura a otra. Ello, no implica el abandono de los patrones de su cultura de origen.
Compromiso mundial
El Pacto Mundial sobre Migración de la ONU, adoptado en 2018, establece principios claros sobre la inclusión social de los migrantes.
En su sección 17, se enfatiza la importancia de promover espacios de integración y participación, lo que implica que los migrantes deben tener acceso a actividades recreativas y deportivas que promuevan su integración en las comunidades locales.
Además, en el Perú, el Plan Nacional de Integración para Personas Refugiadas y Migrantes 2021-2025, desarrollado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, prioriza la creación de espacios inclusivos que fomenten el esparcimiento y la convivencia intercultural.
Sin embargo, en el estadio Miguel Grau surgieron inconvenientes porque grupos y equipos de fútbol entrenaban y utilizaban las instalaciones con más frecuencia.
«El único día que el venezolano tiene libre es el domingo porque se trabaja de lunes a sábado», afirma.
Se ubicaron en un terreno baldío a espaldas de la Pichanga del gato, un lugar de canchas sintéticas en alquiler para jugar fútbol, ubicado en la avenida Los Tallanes.
Sin embargo, en el estadio Miguel Grau surgieron inconvenientes porque grupos y equipos de fútbol entrenaban y utilizaban las instalaciones con más frecuencia. «El único día que el venezolano tiene libre es el domingo porque se trabaja de lunes a sábado», afirma.
Participan 9 equipos: Los astros (Piura), Cachorros (Piura), Criollos (Piura), Gigantes (Piura), Yankees (Piura), La amenaza (Piura), Marineros (Paita), Tigres (Sullana) y Petroleros (Talara). La liga se hizo conocida de voz en voz.
El propósito de esta liga es impulsar el deporte. En segundo lugar, plantar la semilla de la disciplina en niños y construir una liga de béisbol infantil a cargo del profesor Daniel Figuera, cofundador de Lisomig.
Quieren que se forme un equipo profesional para que represente al Perú competencias internacionales y que simbolice la diversidad de ambas naciones.
Este enfoque se vincula con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 10, que busca reducir la desigualdad en y entre los países.
Fomentar iniciativas deportivas como las de Lisomig no solo apoya la integración social de migrantes; sino que también aborda desigualdades estructurales al ofrecerles un espacio de cohesión y comunidad en su nuevo entorno.
Líder deportiva
Rossana Guerrero se volvió organizadora y presidenta de la liga. Señala que la jornada, los horarios y la previsión del equipamiento es agotadora, pero la pasión por no dejar que este deporte fallezca es abrumadora.
Los domingos transmite vía Facebook, con el mismo nombre de la liga, todos los encuentros.
Señala que la audiencia es fiel y le ha mandado saludos de distintos países como Estados Unidos y Chile. Siempre está acompañada del narrador: Alexander Echevarría.
“Nosotros venimos de un país multicultural y no tenemos esa costumbre de aferrarnos a algo que fuera solamente nuestros. Adoptábamos varias prácticas. Por ello, la migración sí ha sido difícil en ese aspecto porque uno piensa que todos los países son como Venezuela y cuando uno llega a países como Perú, donde tienen un deporte específico fuerte, es duro”, manifestó sobre el poco interés de gestión e inversión que se direcciona a este tipo de deportes.

A finales del 2020, el presupuesto que recibió la Federación Deportiva Peruana de Béisbol, en una primera cuota, fue de S/ 576 170.00. Según el Anexo A del Decreto de Urgencia N.° 014-2019, el monto total asignado fue de S/ 823 100.00.
Para el 2021, la suma total fue de S/ 523, 991.00. El valor se redujo en un 36 %.
“Desde el momento en que tomé este puesto, lo que busqué es tener un espacio justo donde jugar y decir ‘esto es lo que los venezolanos le dejamos a Perú. Bien sea que nos quedemos o no’. Tengo la convicción. Los que estamos, estamos. Y eso le abre las puertas a Perú en nivel deportivo y de selecciones”.
Rossana Guerrero mantiene las expectativas altas. Desea fundar la primera liga de softball profesional, trabajar con el Instituto Peruano del Deporte y organizar el primer campeonato entre regiones del Perú.