Todo sistema democrático requiere de herramientas que protejan y viabilicen su desarrollo y conservación. Ciertas garantías que permitan a la población saber y conocer, de la mejor manera posible, el desenvolvimiento de nuestras autoridades, elegidas en una elección libre y respetuosa de la voluntad popular.
Es innegable que una de estas vías es la prensa, sea escrita, radial, televisiva y, actualmente, por redes sociales. La labor de la prensa es informar verazmente de los hechos acontecidos en nuestra realidad y, preponderantemente, del quehacer político y gubernamental, sin censuras o direccionamientos, lo cual, permite el libre tránsito de ideas y una auténtica población informada. Esto último, inclusive, considerado como un derecho fundamental de libertad de expresión y de pensamiento, además de información. El respeto irrestricto de estos derechos, entre otros, permite la cimentación de un Estado Constitucional de Derecho y de la democracia misma.

Un demócrata cabal entiende todo esto, un aprendiz de dictador bananero no. Como decía el gran politólogo Giovanni Sartori, la democracia no solo debe ser representada por el demo-poder; sino, principalmente, por el demo-saber.
Cuidado con los fake news
Y aquí radica el asidero para la propagación de fake news, término utilizado para conceptualizar la divulgación de noticias falsas que provocan un peligroso círculo de desinformación. Las redes sociales permiten que los usuarios sean productores y consumidores de contenidos a la vez, y han facilitado la difusión de contenido engañoso, falso o fabricado. Así se genera un circuito vicioso, y una noticia falsa se replica miles de veces en cuestión de segundos.

Todo esto sucede en un contexto de posverdad, referido a las circunstancias en que los hechos objetivos son menos importantes a la hora de modelar la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales.
Si tenemos en cuenta que la mayoría de personas no se toman la molestia de ir más allá de un titular o de un texto pequeño publicado en la red social X, o, en promedio, no ven videos informativos que duren más de un minuto, es fácil manipular la información y bombardear las emociones y/o exacerbar odios, frustraciones, envidias, resentimiento, desinformando y profundizando la enorme ignorancia que padece una población ensimismada en sí misma y rodeada de un circo mediático, donde sólo importa el chisme, el humor barato y los problemas ajenos.

Siempre han existido las noticias engañosas, pero, a partir de la proliferación del Internet y de nuevas tecnologías de comunicación e información, las Fake News han proliferado a lo largo y ancho del planeta y aquí radica el peligro, la formación de nuestras opiniones dependen, en muchos casos, de la información que nos proporciona la prensa en todas sus manifestaciones.
La solución no parte por controlar o censurar la información que leemos, ello originaría depender de una burocracia que decidiera que debemos leer y qué no, la solución es fomentar la libertad de prensa con la responsabilidad de la objetividad; así como, la lectura, la investigación y la profundización de conocimiento; caso contrario, solo seremos un conjunto de monos repitiendo lo que nuestro instructor nos manda por un puñado de bananas.
Abogado constitucionalista
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