Errar es el único verbo que significa, al mismo tiempo, equivocarse y andar. No es gratis la polisemia. Desatina quien camina. Desacierta quien decide avanzar. El error es parte del viaje y de la transformación. Costa Rica se equivocó —y bien grave— porque quiso dar un salto de calidad frente a la exquisita España. Salió despellejado, humillado; pero vivo.
“A los triunfos épicos o a los resultados como estos hay que darles vuelta rápido”, planteó, con cara de técnico goleado, Luis Suárez, el colombiano que dirige a los ticos, y que alguna vez lo hizo con el Juan Aurich y Universitario de Deportes.
Nunca antes España había ganado por 7-0 en una cita mundialista. Nunca antes Costa Rica había perdido por ese marcador, el cual es la sexta goleada más abultada del torneo de selecciones más importante. “La mejor forma de aprender a enmendar los errores es cometiéndolos”, sugiere el cronista Alberto Salcedo Ramos.
El error es parte del viaje y de la transformación. Costa Rica se equivocó —y bien grave— porque quiso dar un salto de calidad frente a la exquisita EspañA.
Costa Rica es un país de cinco millones de habitantes, sus costas son bañadas por dos mares: el Caribe y el Pacífico. No tiene ejército. Luego de una guerra civil, el presidente de entonces sentenció: “No quiero un ejército de soldados, sino de educadores”. En la actualidad, la tasa de alfabetización es de 98%. Sus principales problemas son el encarecimiento del costo de la vida, el desempleo y la corrupción. Por un par de días, también, fue la indignación que provoca una humillación futbolera.
Reír para no llorar
Luego de la terrorífica goleada, los ticos practicaron un raro deporte: reírse de sí mismo. El canal de televisión Latina divulgó imágenes, en las cuales se observa a integrantes del comando técnico de la selección centroamericana bromear con los memes que se publicaron luego del castigo de España. A veces, escribió Gabriela Mistral, la sonrisa es un modo de llorar con bondad.
En la prosperidad, sostiene el moralista Orison Swett Marden, es fácil alegrarse; pero es realmente varonil, el hombre que sonríe en presencia del infortunio. Un tal Friedrich W. Nietzsche toca y va: “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”.
En esa dualidad, llegó Costa Rica a su segundo partido. Enfrentó a la envalentonada Japón, que había protagonizado una de las sorpresas de este sorpresivo mundial: le dio la vuelta y derrotó a la favorita Alemania.
“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”, recomendó Confucio y aplicó el técnico Luis Suárez. Si te han marcado siete tantos, que ya no te anoten más. Costa Rica cavó trincheras en la defensa para, esta vez, no hacerlo sentir al arquero Keylor Navas como un héroe desamparado. Luego del choque con los ibéricos, la figura de esta selección había sumado catorce goles en nueve partidos mundialistas. Una cifra que ensucia su legado de estupendo arquero, aunque en las ligas de Europa nunca lo traten como un guardameta top, sino como un inmigrante necesitado.
Navas recuperó los brillos y fue determinante en el sistema ultradefensivo de su equipo. Los ticos renunciaron al ataque y se guarecieron para soportar los embates del país que inventó a los kamikazes, esos suicidas por honor. Así sufrieron casi todo el encuentro, hasta que llegó su primer remate directo al arco asiático y Keysher Fuller no falló. Con un tiro colocado envió el balón a las redes y, luego, a seguir soportando el ataque nipón. Hasta la victoria.
“Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite”, escribió Navas, luego del partido, en sus redes sociales.
El triunfo centroamericano ha enrevesado las posibilidades del Grupo E. Alemania (un punto), Japón (tres), Costa Rica (tres) y España (cuatro) comparten similares chances para clasificar.
“Si quieres que algo muera déjalo quieto”, canta el último triunfador en los premios Grammy Latinos, Jorge Drexler. Costa Rica es la evidencia que equivocarse es movimiento y pura vida.