Contemplar cómo se crean intrigas, engaños y corrupción para obtener uno de los puestos más importantes del mundo católico puede mantenernos enganchados durante casi dos horas.
Cónclave (Edward Berger, 2024) nos enfunda en la piel del decano del Vaticano, encargado de organizar la elección del próximo sumo pontífice, mientras desentraña mentiras, conspiraciones y cabos sueltos tras la muerte del último papa.
Ralph Fiennes interpreta a un personaje consumido por sus dudas, la más importante de ellas: su fe.
Sin embargo, su carácter y su impulso por alcanzar la verdad y hacer lo correcto lo llevan a enfrentarse a un dilema moral profundo.
Pero no solo su actuación construye el personaje: los primeros planos, su expresión de angustia, la pesadez en su andar, su piel arrugada y su calvicie transmiten una sensación de desesperación, donde, incluso, el simple acto de escribir en un papel se convierte en un reflejo de su conflicto interno.
Cónclave (Edward Berger, 2024) nos enfunda en la piel del decano del Vaticano, encargado de organizar la elección del próximo sumo pontífice, mientras desentraña mentiras, conspiraciones y cabos sueltos tras la muerte del último papa.
Los personajes secundarios están a la altura del protagonista, ya que aportan, cada uno, su propia visión y motivaciones.
Desde los cardenales que buscan el poder hasta Isabella Rossellini como la madre superiora, cuya sola presencia genera antipatía, a pesar de que solo cumple su deber como una especie de ama de llaves.
Destaca, también, la transformación del personaje de Stanley Tucci, cuya evolución dramática refleja el ascenso y la caída de un posible líder que termina quebrándose por sus propios defectos.
Los escenarios combinan lo majestuoso con lo claustrofóbico. La composición visual juega con elementos tipo paraguas y los distintos colores de las sotanas sobre el empedrado de las locaciones.

Sumado a ello, la iluminación, la música y la paleta cromática crean una atmósfera de opresión.
Todo este marco sirve para desarrollar la intriga en torno a la elección del nuevo papa, un proceso que, según la tradición católica, debería responder al designio de Dios.
Sin embargo, se convierte en una lucha de intereses donde la corrupción solapada y sus estrategias dictan el resultado.
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La película expone cómo en la política —sea religiosa o secular— se opta muchas veces por apoyar al ‘mal menor’ con tal de evitar que el ‘mal mayor’ llegue al poder, un reflejo de la realidad política a nivel global.
La cinta se siente cercana por su temática política, un ámbito que nos influye a todos como sociedad.
Aunque algunos espectadores puedan sentirse distantes debido al entorno religioso y la ceremonia que lo rodea, la historia trasciende este contexto al explorar la lucha por la autoridad y las diversas motivaciones de quienes lo ansían: desde los ortodoxos, quienes desean un regreso a tiempos pasados, hasta aquellos que buscan la verdad sin temor a las consecuencias.
La película expone cómo en la política —sea religiosa o secular— se opta muchas veces por apoyar al ‘mal menor’ con tal de evitar que el ‘mal mayor’ llegue al poder, un reflejo de la realidad política a nivel global.
Todo esto conduce a un desenlace que parece predecible en ciertos momentos; pero que logra desviarnos con las distintas corrientes narrativas que van surgiendo.
Cónclave es más una película política que religiosa. Su gran fuerza radica en la representación del poder y sus luchas internas.
Deja al espectador con una sensación de decepción o con la confirmación de algo que todos sospechan; pero pocos pueden probar.
En última instancia, plantea una pregunta esencial: ¿hasta qué punto la fe puede mantenerse intacta cuando la política amenaza con oscurecerla?