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Cine Chimú: antes olvido y ahora un espacio digno y necesario en La Libertad

¿Qué ocurre cuando un edificio en ruinas, estampa de un glorioso pasado de las artes visuales de Trujillo, vuelve a abrir sus puertas tras años en decadencia? Un breve y estimulante recorrido por el inmortal cine Chimú.

En la Sala Olaya del Cine Chimú, ubicado a pocos pasos del Centro Histórico de Trujillo, una película🎬 acaba de culminar, pero nadie se retira. La música final de los créditos da paso a la voz, por los parlantes, de Fernando Mendoza Salazar. El joven presidente del centro cultural ofrece unas palabras de agradecimiento y comparte datos relevantes sobre la película recién proyectada. 

Es una escena inaudita e inesperada en cualquier sala de cine comercial🍿, donde apenas terminado el largometraje, todos recogen sus cosas y se levantan hacia la salida. Aquí no. Aquí, en el Cine Chimú, un recinto que resistió el desprestigio y el paso del tiempo, la experiencia es abismalmente diferente. 

La reapertura

Por detrás de los comercios de la Asociación de Pequeños Industriales y Artesanos de Trujillo (Apiat) y Zona Franca, merodeado por los suburbios de la piratería y los vendedores ambulantes, se encuentra el Cine Chimú. Antes estaba cubierto por la ex-Malvinas, un asentamiento de toldos y puestos improvisados, imagen y semejanza del Trujillo de los noventa: lleno de comercio informal.  

La película de esta noche es Cholo, de 1972, protagonizada por Hugo Sotil, entonces futbolista peruano que jugaba en el Barcelona de España. Un grupo de jóvenes curiosos, recogidos en sus asientos en forma de cojines, observan el filme con atención, como si en ese momento fueran conscientes de aplicar la máxima del director Quentin Tarantino: aprender cine, viendo cine. 

Asistentes en el cine Chimú de Trujillo
La Libertad necesitaba de un espacio alternativo para la exhibición de películas. (Fuente: Centro Cultural Cine Chimú).

Otros jóvenes pasaron por los mismos espacios. En los 50 fue la generación amante de Pedro Infante y las películas mexicanas; en los 80, fueron los acalorados muchachos que se inmiscuían como vándalos en funciones nocturnas del cine para adultos. De hecho, comentar a algún adulto sexagenario que el Cine Chimú ha vuelto a funcionar puede ocasionar una sorpresa que roce la infamia. 

“Ese lugar tiene una mala fama”, comentan. “Da una mala vista para la zona”, sentencian con firmeza. Años de ser percibido como una sala para adultos no es una etiqueta fácil de borrar; pero se intenta, y más para centenials que muy poco conocen de pasados turbios. Lo cierto es que en aquel edificio de la cuadra uno de la avenida Gonzáles Prada, la historia se impregna en los colores azulados de las paredes, en las graderías de cemento y en el fino polvo que intercepta el chorro de luz del proyector.

Génesis

Desde 1946, el Cine-Teatro Chimú fue un punto central dentro de la historia del entretenimiento en Trujillo. Fundado por el empresario Manuel Mendoza Cheng, los orígenes se remontan a Carpa Modaun rudimentario lugar de presentación de artistas trujillanos en el centro de la ciudad. 

El cine Chimú fue el epicentro de la diversión en Trujillo en los años 50. (Fuente: Centro Cultural Cine Chimú).

Largas décadas transcurrieron hasta los 80, época en la que Hollywood se convirtió en una máquina internacional de distribución. Fue en ese entonces que la sala perdió su apogeo y, como otros cines de barrio en el país, volteó hacia las fauces de la lujuria y, con un boleto de cuatro soles, terminaron volviéndose el principal exhibidor de la pornografía. 

Tres décadas de decadencia y cinco años desde su cierre definitivo, tuvieron que pasar para que este espacio se renovara, gracias al apoyo del equipo administrativo, jóvenes voluntarios y la colaboración directa de asociaciones sin fines de lucro como es el caso del Centro Cultural Cine Olaya.

El Ministerio de Cultura, mediante la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) concede un fondo de apoyo a proyectos que promuevan la difusión de cine independiente. El fondo de Salas Alternativas de Distribución Cinematográfica tiene como objetivo convertir espacios en lugares de conversatorios, festivales y talleres de cine. Este fue el reconocimiento que recibió el Cine Olaya, que trabaja en conjunto con el Centro Cultural Cine Chimú.

En un país en el que el 74% de pantallas cinematográficas están acaparadas en la capital, y las salas de proyección forman parte de solo cinco cadenas de cine en su mayoría, un proyecto en del cual se comparte cine clásico e independiente es, por lo menos, una decisión arriesgada. Fernando, junto al apoyo del equipo: André Casana, Gabriela Ramos y Silvia Arellano son conscientes de ello. 

Butacas del cine Chimú de Trujillo antes de la remodelación
El cine estuvo cerrado de manera definitiva durante cinco años. (Fuente: Centro Cultural Cine Chimú).

“Es una gran responsabilidad la que asumí. El cine es un espacio muy importante para la memoria del barrio y la ciudad. Los riesgos son provocadores, dan ganas de meterse a esto”, admite el presidente; sin embargo, en el momento en que se proyecta la película de Bernardo Batievskya lo lejos, el nieto de Fernando Mendoza Alván esboza una media sonrisa pues sabe, en el fondo, que el proyecto en el que está involucrado llegará lejos. 

Desde la reapertura de la sala, los jueves, viernes y sábados son días fijos para el séptimo arte, tiempo en el que asiduos espectadores acuden a las proyecciones que ya han superado la valla de las 60 funciones. André Casana, también docente y artista visual, recuerda los inicios del cine con asombro, pues solo han transcurrido un par de años desde que, en su proyecto fotográfico Chimú, dio cuenta de la manera en la que encontró al recinto: paredes despostilladas, techos destruidos, butacas abandonadas. Hoy, por el contrario, los espacios han sido restaurados en su mayoría y otros, están en proceso de mejora. 

Una herencia histórica

Una luz blanca y continua se desprende de la pared. Es el pequeño cuarto de proyecciones en donde se encuentra Fernando Mendoza. Trabaja en dos laptops en simultáneo que iluminan el espacio. De la pared recién pintada cuelgan pósteres de películas, asimismo, dos enormes proyectores del siglo pasado resguardan el ingreso como dos gigantes oscuros. “Esto no hubiera sido posible sin la ayuda de mi tío Kiko Mi padre me enseñó a ver películas y mi tío me apoyó en todos mis proyectos, desde mi primer cortometraje.”, admite al recordar el pariente que le cedió la llave del lugar. En sus años juveniles, Fernando Cheng, bisnieto del fundador del cine Chimú, Manuel Mendoza Cheng, se hace responsable de continuar con el legado familiar.

Desde la reapertura de la sala, los jueves, viernes y sábados son días fijos para el séptimo arte, tiempo en el que asiduos espectadores acuden a las proyecciones que ya han superado la valla de las 60 funciones.

“Recién encontramos unos films en súper 8 donde se ve a mi abuelo caminando por esta zona. Debía tener la edad que tengo ahora”. En aquel entonces, Fernando Mendoza Alván, administrador del cine, dirigía un espacio de proyección de películas pensadas para el ciudadano de a pie, de clases no privilegiadas, que provenían del barrio de Chicago o de las azucareras del norte (las vías del ferrocarril pasaban cerca de la zona). El cine Chimú comenzó a ganarse un nombre y reconocimiento al proyectar películas del siglo de oro mexicano. 

Hoy, los carteles de antaño se intercalan con las fotografías de Casana, el ecran original ha tomado la forma de uno más cercano y de mejor calidad; y las butacas han sido reemplazadas por cojines rojos. “Es poco probable que pongamos butacas, las butacas individualizan”, dice Fernando. Y justo en ellas es donde el público asistente espera sus palabras luego del término de la película. 

Encuentro

Ni bien se encienden las luces, es posible confirmar lo mencionado por el artista durante la conversación: algunos jóvenes juntaron los cojines para armar un improvisado grupo; otros aún guardan los restos de la canchita adquirida a las afueras de la sala. “Es una ficción completa de este personaje, un cholo que tiene ganas de ser artista en vez de jugar”. “Está restaurada, el año pasado se reestrenó en el Festival de Cine de Lima”. “La película muestra muchos paisajes del país, como si estuviera en un viaje constante”. 

Dos jóvenes alzan la mano y participan en el diálogo. Por un momento no parece una sala de cine sino una pasajera aula de apreciación audiovisual. “Las cadenas de cine hacen su chamba en vender entradas y entretener. En cambio, nosotros tenemos salas para educar”, comenta Fernando acabado el conversatorio.

El diálogo luego de cada función convierten al cine Chimú en una espacio ideal para expandir la memoria colectiva de la ciudad. (Fuente: Centro Cultural Cine Chimú).
El diálogo luego de cada función convierten al cine Chimú en una espacio ideal para expandir la memoria colectiva de la ciudad. (Fuente: Centro Cultural Cine Chimú).

Es cuando el concepto de ‘centro cultural’ cobra sentido: estar en el cine Chimú no solo es estar dentro del único recinto de la ciudad que proyecta cine peruano y latinoamericano. Es formar parte de una experiencia, en la cual confluye el amor por el séptimo arte y las ganas de aprender de él, un lugar donde jóvenes y adultos encuentran el momento perfecto para olvidarse del mundo y entrar en universos nuevos.

Las películas son solo una justificación para crear comunidad, en una ciudad que estuvo tanto tiempo marginada de la cinefilia y la apreciación del arte visual. Los alcances comienzan a ser exitosos y son vistos en los diversos festivales que ya ha organizado el centro cultural, como el Festival de cortos universitarios y Star Wars Fest. Trujillanos que participan como espectadores y que, de paso, son protagonistas del rescate de un edificio histórico. 

Hacia el final del evento, los asistentes se retiran del cine. El espacio ha quedado vacío, mas no por mucho tiempo. Mientras suenan de fondo las canciones de Diego Bertie, los voluntarios y asistentes proceden a la limpieza de la sala. Lo que podría ser una noche de función común y corriente, termina con una propuesta de parte de Fernando: “En 10 minutos vemos un cortito, ¿qué les parece?”. Los jóvenes asienten y aceleran sus actividades. Es de noche y mientras los negocios cercanos cierran sus puertas, levantan sus andamiajes y guardan sus vitrinas, un cine histórico continúa latiendo fuerte, con un corazón a 24 fotogramas por segundo.

Jesús Pinedo Montañez
Jesús Pinedo Montañezhttp://Montañez
El mango nunca fue su primera elección. Mientras cursaba la secundaria convenció a la familia de que se dedicaría a las ciencias médicas. No obstante, una fervorosa pasión por la escritura, las humanidades y las artes, terminaron decantándolo por la versatilidad de las comunicaciones. Hoy, a puertas de egresar de la carrera, no se arrepiente de haber esperado a que el periodismo sea como el mango, su dulce e inesperada fruta favorita. Con atisbos de narrador, escribe para conocer el mundo y para contar las historias que lo hacen entenderlo.