Ricardo Badani es peruano y vive con seis mujeres. Cree en la idea de que el varón es el jefe de todo y la mujer es la esclava de todo. Tiene un coeficiente intelectual de genio y en el 2000 fue expulsado de Chile por su forma de vida. Ahora pasa sus días, casi refugiado, en las afueras de Lima.
Ricardo Badani se parece físicamente y en algo más al delantero de Sporting Cristal, Martín Cauteruccio. Comparten la barba, la forma de su cara, su inteligencia y la abundancia.
Ambos conllevan la gracia o maldición de ser dos tipos raros. Unos frutos extraños.
Se parecen de cara. Se parecen en distintas canchas.
Ricardo, con su manera de amar, remeció a la mojigata sociedad chilena y peruana, y Martín, con su hemorragia de goles, ha zarandeado al bajito fútbol nacional.
Ricardo lidera una familia poligínica (un hombre y varias mujeres) y la forma de alabar a su dios es haciendo el amor como demente.
Ricardo Badani se parece físicamente y en algo más al delantero de Sporting Cristal, Martín Cauteruccio. Comparten la barba, la forma de su cara, su inteligencia y la abundancia.
En la religión llamada fútbol, Martín, a sus 36 años, se está comportando como el más dilecto de los arcángeles: 10 goles en cuatro partidos. Es una racha santa y pecadora. Virtud y vicio. Excelsitud y abominación. Un portal de hinchas lo apodó Cautesexo.
Es una cifra de otro mundo. Es una producción nunca antes vista en el fútbol peruano, y, por lo tanto, emociona o asusta, que es casi lo mismo.
El mejor arranque goleador lo retenía el brasileño Claudio Adao, de Sport Boys, quien en 1990 consiguió 8 tantos en los 4 primeros partidos del torneo.
Una religión
“El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna”, lamentó el uruguayo Eduardo Galeano. “Marcar un gol es como hacer el amor”, martilló el argentino-español Alfredo Di Stéfano.
En una liga de escasos tantos, de infertilidad en las redes; que aparezca un semental, un reproductor es, por decirlo menos, un prodigio y la esperanza de una vida mejor.
El amor es cercano a la felicidad, y los goles están pegados a los significados de aquellas dos palabras. Cauteruccio se ha convertido en el motor y el motivo para los hinchas rimenses.
El uruguayo nacionalizado argentino es el mesías anhelado por años por los seguidores bajopontinos. La delantera celeste antes agonía, hoy vive un presente milagroso.
Todo por culpa de un hombre que otrora se pintaba el pelo de rojo y ahora lo lleva tan modesto como un seminarista. Nació el 14 de abril de 1987 y en las divisiones menores de el Nacional de Uruguay compitió con ese demonio llamado Luis Suárez.
En el 2014, ganó la Copa Libertadores con el San Lorenzo de Argentina, el club del que es hincha el Papa Francisco. Y ahora apunta a triturar el récord del fútbol peruano: 40 goles en un año.
Todo por culpa de un hombre que otrora se pintaba el pelo de rojo y ahora lo lleva tan modesto como un seminarista. Nació el 14 de abril de 1987 y en las divisiones menores de El Nacional de Uruguay compitió con ese demonio llamado Luis Suárez.
En tanto, en el camino, cincela unas cifras de júbilo y espanto. El periodista Juan Chirinos de Son datos no opiniones lo resume con categoría:
“Cauteruccio registra el mejor promedio de gol de Liga 1 2024. Una locura. Además, es el futbolista más influyente, el máximo goleador, el único en anotar 2 hat-trick, el jugador con más dobletes (2), el de más goles de derecha, el de más goles dentro del área y el único en marcar de todas las formas (derecha, izquierda y cabeza). Fichazo”.
Cauteruccio y sus dilemas
Martín Cauteruccio Rodríguez es un jugador problema dentro y fuera del campo. Lo saben ADT de Tarma, Sport Boys del Callao, Cienciano del Cusco, Chankas y, también, el Independiente de Avellaneda de Argentina, su exclub.
Al primero le anotó tres goles; al segundo, dos; al tercero, dos; al cuarto, tres; y al quinto se le corrió.
Iniciada la cuarta fecha de la Liga 1, es, de lejos, el mejor fichaje del 2024 y, también, un chico complicado para Sporting Cristal y el fútbol peruano.
Los cerveceros lo contrataron como jugador libre; pero el club argentino sostiene que era su empleado y, por lo tanto, exige un pago de 5 millones de dólares por su pase.
Su caso llegó a la FIFA y está a cargo de abogados, por lo tanto, está complicado.
Mientras tanto, Cauteruccio anda por las canchas peruanas con un gesto relajado y la figura de ejecutivo y —como escribiría Jorge Valdano sobre Marco van Basten—, “trasmitiendo la sensación de inocencia de un distraído, la imagen inofensiva de un hombre gentil”, pero también la voracidad de un asesino en serie.
Los goles son un factor que individualiza un deporte colectivo por naturaleza. Quien anota recibe la atención en solitario. Las miradas y las cámaras lo buscan, como, también, los abrazos de sus compañeros para que se recupere la condición gregaria del equipo.
Cauteruccio celebra con un gesto particular: el pulgar en forma horizontal y el índice en vertical, como un L.
Al final del partido, lo buscan los micrófonos y él agradece a sus compañeros y ofrece seguir trabajando para evitar errores. La relación plena y armoniosa entre el ‘yo’ y el ‘nosotros’.
“El goleador es un poeta realista”, escribieron Luis García Montero y Jesús García Sánchez, en el prólogo de Un balón envenenado, una colección de poesía y fútbol.
Lo más importante del gol es lo que viene después. La explosión, el júbilo, el abrazo, que es, según Juan Villoro, el gol después del gol. Quienes se “abrazan en perfecto desorden” siempre son los ganadores.
Lo más importante del gol es lo que viene después. La explosión, el júbilo, el abrazo, que es, según Juan Villoro, el gol después del gol. Quienes se “abrazan en perfecto desorden” siempre son los ganadores.
Para Cauteruccio o lo que ha generado, sigue el delirio de lo inagotable, la promesa de lo prolongado, la obligación de la excelencia, porque los goles están para gritarlos, los récord para aplastarlos y la historia para la inmortalidad.
El fútbol es un animal hambriento y sediento del gol y de sus sinónimos: amor, pasión, locura, idilio. El fútbol, “la religión de los pies”, tiene en el gol al espíritu santo. Y en el Perú, Martín Cauteruccio, un goleador que se parece a un famoso polígamo, es un fiel devoto de esa palabra bendita.