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La sombra de la totora: Huanchaco y un legado en riesgo por la contaminación

La contaminación de los humedales es un asunto que nos compete como sociedad. En el siguiente fotorreportaje, Buena Pepa te invita a reflexionar sobre los riesgos que corre este símbolo de nuestra identidad.

En la orilla, un hombre contempla con nostalgia el mar de Huanchaco. Sentado, en la arena, da la espalda a una realidad que conjuga contaminación e historia. Tras un largo y lento suspiro, desde su alma murmura: «El hombre destruye lo que Dios creó con tanto amor».

La contaminación es un intruso que expone a los totorales de Huanchaco como el símbolo más frágil de nuestro ecosistema. Antes se contaban por decenas; los que sobreviven parecen botaderos improvisados por la mano del hombre y su falta de conciencia.

Huanchaco

La muerte de los totorales fue anunciada hace varios años. En 2017, el estudio de percepción ciudadana “Realidad ambiental en playa de Huanchaco: percepción y participación ciudadana», reveló que el 86.72 % de los habitantes reconocían altos niveles de contaminación ambiental en la zona. Además, el 84.66 % desconocía la existencia de un marco legal que proteja el ecosistema y que fomente la participación ciudadana contra la problemática ambiental.

El desborde de aguas servidas de la planta de tratamiento afectó 80 humedales donde crece la totora: planta sagrada que por siglos, desde la era Chimú, es le insumo principal para la elaboración de los emblemáticos caballitos de totora.

«Cada vez cuesta más encontrarla limpia y fuerte», reflexiona un hombre mar.

Huanchaco: una voz

«Mientras haya totora, habrá caballitos; mientras haya caballitos, Huanchaco recordará quien es», es una frase recurrente entre pescadores y artesanos del balneario más icónico de La Libertad. Para la pesca y la identidad, el ritual es el mismo que desarrollaban los antiguos mochicas y chimús: los artesanos de hoy recolectan la totora más larga y resistente, la cosen, agrupan y amarran con cuerdas hechas con fibra de vegetales y nailon; el resultado es una majestuosa estructura que puede alcanzar hasta seis metros de largo. «Cada caballito es más que una embarcación: es un acto de memoria».

La contaminación de los totorales obligó a una protesta que, como mal viento, apagó la vela de una tradición religiosa: San Pedro y San Pablo, los santos patrones de los 70 hombres de mar que se dedican a la pesca artesanal en Huanchaco y quienes ven peligrar su herencia familiar y el sustento de su hogar.

Este año no habrá celebración; tampoco Patasho (embarcación gigante de totora que se construye cada año para pasear a los apóstoles, en el mar huanchaquero). En el siguiente vídeo, una gota de esa atmósfera que reunía a pescadores y artesanos.

La sombra de la totora nos obliga a reaccionar como sociedad; pues mientras no haya conciencia sobre la importancia de este legado, la contaminación acelerará su muerte y, con ella, la de nuestra identidad.

Fotografía y texto: Andrea Tesen y Danitza Palma.

Videos: Jorge Clavijo.