Es una pena que candidatos con opción como Rafael López Aliaga tengan esta sesgada y confusa percepción sobre la problemática de la inseguridad ciudadana que nos aqueja cada vez más. La explicación a ello es porque está mal asesorado por lo siguiente:
1) Nosotros tenemos que aprender de lo pasado, cuando los gobiernos de entonces dieron al esquema militar un protagonismo como si se tratara de una guerra y no de la comisión de graves delitos que tenían un contexto diferente y que debía enfrentarse no con violencia armada, sino como un proceso de inteligencia policial y apoyo tecnológico para que los costos de pérdidas de vidas y materiales no sean altos y sí con resultados efectivos.

2) Una de las razones por las cuales la Comisión de la Verdad y Reconciliación desnaturaliza su cometido fue cuando calificó a los hechos violentos que sufrimos no como terrorismo, sino como «conflicto armado interno», desnaturalizando las cosas y reforzando así la conceptualización ideológica que proclama el marxismo-leninismo-maoísmo que buscaba destruir a la sociedad peruana e imponer un nuevo sistema, tergiversando absolutamente lo que sufríamos todos los peruanos.
3) No podemos incidir en los errores cometidos en la época en que se enfrentaba nuestro país a senderistas y emerretistas terroristas y darle un protagonismo al aspecto militar; sobre todo, pensar que con la participación del servicio militar voluntario se acabaría con el problema. Eso es una preocupante distorsión -cómo se puede pensar que a estos jóvenes se le va a categorizar como profesionales tan sólo porque se le pague sueldo mínimo- eso es una falacia.

4) No se puede decir que Sendero Luminoso y MRTA sí tenían una ideología, porque así como se expresa pareciera que se está connotando el accionar de estos criminales al dar entender que los sicarios, extorsionadores, secuestradores, etc., presentan desventaja porque no lo tienen; sin tomar en cuenta que esta violencia grave, crónica y creciente es un instrumento que está utilizando la ideología del socialismo del siglo XXI para a través de la delincuencia común y el crimen organizado globalizado destruir nuestra sociedad y por ende el Estado Peruano.
5) Por lo tanto, decir que lo que sucede ahora es «conflicto armado interno» para dar pie a la intervención de las FF. AA. es peligroso e irresponsable; prácticamente le estamos dando en la yema del gusto a los proterroristas, caviares y izquierdistas radicales para continuar con su escalada y penetración política y destruir a nuestro Perú. No olvidemos que la ley califica lo que nos ocurre como «terrorismo» y dice literalmente la norma: «El que.. (no dice el miembro de Sendero Luminoso o emerretista), sino cualquier sujeto que genere zozobra, pánico, terror generalizado, en la población o parte de ella, haciendo uso de elementos como armas, explosivos o cualquier medio capaz de generar grandes estragos como la muerte de personas; y todo esto están provocando los alevosos delincuentes.

6) No incurramos en crear figuras delictivas como el «terrorismo urbano» porque eso significaría reconocer que hay otro como el «terrorismo rural»; lo que llegado el momento podría incluso crear confusión en la tipificación cuando el hecho geográficamente se pudiera dar en zonas donde no sea fácil determinar si es «urbano o rural». En todo caso, si se tuviera que recurrir a una tipificación de coyuntura y podría calificarse mejor como «terrorismo ciudadano» palabra que está de moda.
La izquierda radical: una amenaza para el Perú
En los últimos años, el Perú ha sido escenario de una profunda inestabilidad política, una crisis de representación y una creciente desconfianza ciudadana hacia el sistema democrático. En medio de este contexto de fragmentación y debilidad institucional, el avance de corrientes radicales de inspiración comunista y autoritaria se ha convertido en una amenaza latente para la democracia peruana. Este avance no solo se da por vía electoral, sino también por alianzas con redes ilegales, conexiones internacionales y formas encubiertas de penetración ideológica.

Un proyecto totalitario disfrazado de justicia social
El comunismo político en América Latina ha aprendido a camuflarse bajo discursos de justicia social, inclusión y antiimperialismo. Sin embargo, detrás de esta retórica, lo que se esconde es un modelo autoritario que busca cooptar el poder absoluto, neutralizar instituciones autónomas, eliminar la oposición, y perpetuarse en el gobierno sin contrapesos, como ha sucedido en Venezuela, Nicaragua y Cuba.
En el Perú, el caso de Perú Libre, el partido fundado por Vladimir Cerrón, ofrece un ejemplo claro: bajo una fachada democrática, propuso la asamblea constituyente para eliminar el equilibrio de poderes, impulsó el copamiento del Estado con cuadros ideológicos, y alentó la confrontación permanente con el Congreso, el Poder Judicial y la prensa.

Hoy, a pesar de estar condenado por corrupción y prófugo de la justicia, Cerrón sigue operando políticamente desde la clandestinidad, demostrando que los intereses del poder totalitario están más vivos que nunca.
Terrorismo, narcotráfico y crimen: las nuevas alianzas del extremismo político
Uno de los aspectos más peligrosos del avance del comunismo en países democráticos como el Perú es su vínculo con redes ilegales. Grupos radicales han mostrado, directa o indirectamente, tolerancia o connivencia con el narcotráfico y los remanentes del terrorismo: Sendero Luminoso y sus facciones remanentes, como las del VRAEM, no solo controlan zonas de producción de droga, sino que han adoptado discursos de «resistencia indígena» y «antimperialismo» para legitimar su existencia y captar nuevos adeptos.

En ciertas regiones, se han identificado conexiones entre dirigentes políticos radicales y organizaciones cocaleras ilegales, donde se promueve una agenda antisistema vinculada al lucro narco.
El narcotráfico se convierte así en una fuente de financiamiento y logística para movimientos que promueven la desestabilización del orden democrático.
Cooperación internacional con regímenes autoritarios
Diversos informes de inteligencia en la región han alertado sobre la influencia extranjera de regímenes como Cuba, Venezuela e incluso Corea del Norte, que utilizan mecanismos de cooperación ideológica, entrenamiento político y propaganda para fortalecer movimientos afines en países vulnerables.

La Escuela de Cuadros del ALBA ha sido identificada como espacio de formación ideológica de líderes jóvenes que luego son insertados en partidos radicales locales.
El uso de redes sociales y medios alternativos financiados por gobiernos extranjeros sirve como canal de desinformación y adoctrinamiento, alimentando narrativas conspirativas y discursos de odio contra la democracia liberal.
La cooperación médica o educativa en zonas rurales del Perú, impulsada por agentes internacionales, puede esconder propósitos de captación ideológica en poblaciones excluidas.
La trampa democrática: ganar elecciones para destruir el sistema
El comunismo político ya no busca tomar el poder por la vía armada, como en el siglo XX. Hoy su estrategia es más sutil pero igualmente destructiva: participa del juego democrático para destruirlo desde dentro.
Una vez en el poder, los líderes populistas y autoritarios:
Cuestionan la independencia del Poder Judicial.
Atacan a la prensa libre y la desacreditan como “enemiga del pueblo”.
Cambian las reglas de juego (constituciones, leyes electorales).
Persiguen o censuran a la oposición política.
Buscan el control total de la economía y la vida pública.
El caso venezolano es el más claro: una vez que el chavismo tomó el poder, eliminó progresivamente todas las garantías democráticas hasta consolidar una dictadura en pleno siglo XXI.
¿Qué puede hacer el Perú?
Ante este escenario, la defensa de la democracia no debe ser ingenua. No se trata solo de confrontar ideas, sino de prevenir activamente el avance de proyectos totalitarios:
Reforma de partidos políticos: urge evitar la inscripción de movimientos sin ideología democrática o con vínculos ilegales.
Educación cívica y memoria histórica: recordar el daño causado por el terrorismo y los regímenes autoritarios es clave para no repetir errores.
Fortalecimiento de las instituciones electorales y judiciales: sin justicia independiente ni elecciones libres, no hay democracia posible.
Vigilancia ciudadana y prensa libre: la opinión pública informada es la mejor barrera frente al populismo radical.
Política exterior coherente: el Perú debe rechazar toda forma de injerencia ideológica autoritaria y fortalecer sus alianzas democráticas.
Finalmente, la izquierda radical, en su versión moderna, ya no porta fusiles ni manifiestos; usa discursos de inclusión, victimismo y justicia social como armas para tomar el poder y nunca soltarlo. La democracia peruana está hoy más amenazada por la indiferencia y el desgobierno que por un golpe visible. Defenderla requiere unidad, memoria, vigilancia y compromiso con la libertad.
César Ortiz Anderson
Presidente de APROSEC
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