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¿Esperar al matrimonio?: la primera vez desde una mirada filosófica y antropológica

Prueba de amor, deseo lujurioso, curiosidad de la carne, llámelo como quiera y según dicten sus pasiones. Al respecto, Alexander Chumbe Porras, especialista en antropología filosófica reflexiona sobre la "espera" como una práctica válida en la era de la autonomía sexual.

En un mundo donde la libertad sexual se celebra como un logro contemporáneo, la decisión de esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales es un tema de debate. Filósofos como Freud y Nietzsche cuestionaron las normas tradicionales; mientras que Aristóteles y Kant defendieron la moderación y el respeto mutuo como virtudes esenciales.

En este contexto, Alexander Chumbe Porras, experto en antropología filosófica y docente del curso de Historia, en el colegio Constantino Carballo, en Reque (Lambayeque), plantea cómo esta elección puede ser un acto consciente tanto de amor como de compromiso, y no una simple imposición cultural.

Mientras pensadores contemporáneos como Darío Sztajnszrajber y Rosa María Rodríguez critican las construcciones sociales del matrimonio, otros consideran que estas normas tienen un propósito ético y cultural que trasciende generaciones. La entrevista que presentamos aborda este tema desde diferentes aristas, y explora si la espera es una práctica desfasada o un acto cargado de significado existencial y espiritual.

Nos encontramos en una era donde la sexualidad se aborda con mayor libertad,
pero muchas parejas aún optan por esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales. Desde una perspectiva antropológica, ¿cómo interpreta este fenómeno?

Este es un tema fascinante. Si bien la libertad sexual es un logro contemporáneo, esperar al
matrimonio sigue siendo una decisión válida para muchas parejas debido a razones culturales, religiosas y psicológicas. Desde la antropología, esta práctica refleja valores colectivos que buscan estructurar la vida sexual dentro de un marco ético, asociando el acto sexual con un compromiso profundo.

Freud señalaba que la represión sexual genera tensiones psicológicas; mientras que Aristóteles hablaba de la virtud en el equilibrio y el autodominio. ¿Cómo conciliar estas ideas opuestas?

Freud argumentaba que reprimir las pulsiones puede generar conflictos internos. Sin embargo, Aristóteles, en su Ética Nicomáquea, nos enseña que la virtud reside en moderar nuestros deseos. Esperar no implica reprimir, sino ejercer templanza. Esta decisión fortalece la relación al priorizar la conexión emocional y ética sobre la satisfacción inmediata.

Rousseau sostenía que nuestras decisiones están condicionadas por la sociedad. ¿Qué papel juega la cultura en esta práctica?

Rousseau tenía razón al señalar que las normas sociales influyen en nuestras elecciones. Sin embargo, estas normas no siempre son negativas. Desde un enfoque antropológico, la espera al matrimonio puede ser entendida como un intento cultural por dar sentido a las relaciones humanas, evitando la fragmentación que puede generar el individualismo

Muchas personas argumentan que evaluar la compatibilidad sexual antes del matrimonio es fundamental. Desde un punto de vista kantiano, ¿cómo se justificaría la espera?

Kant defendía principios éticos universales. La espera puede ser vista como un acto de respeto mutuo, evitando que la pareja se instrumentalice como medio para el placer. La compatibilidad sexual no depende únicamente de la experiencia previa, sino de la comunicación y el compromiso dentro de la relación.

Nietzsche, en contraposición, rechazaba la moral tradicional. ¿Cómo responde a quienes ven su filosofía como una crítica a la espera?

Nietzsche cuestionaba las normas impuestas y celebraba la libertad individual. Desde esta perspectiva, esperar sería válido solo si es una elección consciente. Esto no contradice su filosofía, pues la espera puede ser un acto de autonomía y reflexión sobre valores personales.

Viktor Frankl hablaba del propósito en las decisiones. ¿Qué opina sobre aplicar esta idea a la espera?

Frankl, en El hombre en busca de sentido, afirmaba que nuestras decisiones cobran valor al encontrarles un propósito. Esperar puede ser una expresión de amor que prioriza el bienestar a largo plazo. Este acto refuerza el compromiso y enriquece la relación en todas sus dimensiones.

Desde su experiencia, ¿qué mensaje le daría a quienes consideran esta práctica desactualizada?

Les diría que no deben verla como una tradición arcaica, sino como una elección consciente que fortalece el compromiso. Más allá de las normas sociales, la espera puede ser un camino hacia una relación auténtica y significativa.

Sin lugar a duda, la decisión de esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales es, en última instancia, un acto profundamente personal que desafía tanto las imposiciones culturales como los discursos contemporáneos de libertad. Como sugiere el Lic. Alexander Chumbe, más allá de las teorías filosóficas y las normas sociales, lo importante es que cada pareja encuentre en esta elección un propósito que resuene con sus valores y fortalezca su vínculo.

Por: Anely Pérez Piscoya y Vanessa Malca Corrales.