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El temor a una vida política, por Carlos Talledo Manrique

Como decía Platón: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”.

Es realmente preocupante y frustrante comprobar que la mayoría de los jóvenes y adultos con una real vocación política y de servicio por nuestro país, sientan un fundado temor de hacer una vida en política; debido a que, en nuestros tiempos, pareciera que ser político es un total despropósito, una locura que sólo nos llevaría al caos y la deshonra por el sólo hecho de pensarlo.

En principio, el sólo hecho de manifestar la intención de dedicarse a una vida partidaria y/o política recibe un sinfín de consejos desalentadores, sorna, miradas suspicaces y hasta adjetivos calificativos de todo calibre, por personas que juzgan y emiten su veredicto de manera anticipada. Esto, producto del desprestigio de la política en nuestro país.

¿Por qué no hay interés en la vida política?

En todas las épocas y en todos los países la política y los políticos han sido objeto de críticas y descontentos, por decir lo menos, pero había en el fondo un inmenso respeto por aquellas personas dedicadas a este oficio y, sobre todo, admiración por las habilidades intelectuales, de conocimiento y oratoria, siendo un deleite escuchar algunos debates encarnizados, pero muy bien fundamentados, lo que permitía el enriquecimiento ideológico de una nación y sobe todo, el desarrollo del sistema democrático y la dación de un conjunto de leyes bien analizadas y discutidas que se adecuaban a nuestra realidad nacional, por lo menos, en su gran mayoría.

Lamentablemente, los interminables actos de corrupción que observamos a diario en las noticias han llevado al desprestigio de este oficio tan importante para el desarrollo de una nación, porque, aunque nos cueste entenderlo, es necesario crear una real clase política o élite política como la denominaba Jorge Basadre en su artículo La Promesa de la Vida Peruana; sin embargo, creo, como decía el poeta peruano César Moro: “En todos lados se cuecen habas, pero en el Perú, sólo se cuecen habas”.

Por otro lado, si a pesar de todo lo indicado, continuamos con nuestra vocación, surge otro problema o interrogante ¿cómo?, y, talvez ¿dónde? Hacer vida partidaria en nuestro país es casi imposible, los poquísimos partidos que existen están coaptados por una cúpula inamovible e inalterable y, para ascender en la organización, no se toman en cuentan las destrezas, habilidades o intelecto y conocimiento; sino, el grado de zalamería y lisonja al que podamos estar dispuestos y, sobre todo, la capacidad económica para el pago de cuotas y de una posible campaña electoral. Esto se ve más reflejado en los partidos o movimientos coyunturales o de momento, que sólo surgen para una contienda electoral o son de propiedad de alguien más con intenciones subrepticias.

Entonces, con todo lo indicado, el ánimo se desmorona como un castillo de arena frente a una fuerte marejada y todo queda en buenas intenciones y pequeños rastros. En una simple ilusión que la frustración y desmotivación terminan por ocultar en lo más profundo de nuestros recuerdos. Otros, simplemente reprimen su vocación y prefieren continuar sus vidas en otros ámbitos profesionales y, así, evitarse problemas.

El problema de estas decisiones es que, como decía Platón: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”, y ahí, radica el gran problema, porque pasamos las situaciones surgidas quejándonos de nuestra “clase política” pero no hacemos nada por cambiarlo, debido a nuestros temores y obstáculos propios de nuestra realidad partidaria y política.

Una verdadera reforma política pasa por establecer las condiciones para la creación de partidos políticos serios y con bases ideológicas, dentro de un espacio de tolerancia y democracia interna, a fin, que todos tengamos la oportunidad de participar con nuestras ideas y promover, algunos más que otros, una real vida partidaria. Esto pasa también por establecer límites a la inversión económica en campañas electorales y sobre todo, una estricta vigilancia de los fondos recaudados y utilizados, mecanismos que permitan participar a todos.

Pasa también por un aspecto personal, es decir, una real vocación política, lo que no significa trabajar sin recibir una remuneración acorde con el cargo, pensar eso es simple idealismo o populismo barato, el condenar a una persona a vivir en la miseria por dedicarse a la política es atraer a los peores cuadros de un país, y considero, que esa es una verdad insoslayable.

Aquí viene a colación también la famosa frase de Manuel Gonzáles Prada, pero reformándola diría, los viejos a descansar, los jóvenes a trabajar, sin temor ni complejos, con vocación política y la acción palpable de hacer las cosas bien.

Carlos Talledo Manrique

Abogado constitucionalista

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