Parece que alguien ha inventado esta mañana de sol violento y de sábado vacío, donde las sombras que proyectan los árboles de la plaza de mayor de Trujillo son de vital importancia.
Hay que entrecerrar los ojos para verlo a la distancia y, poco a poco, a medida que se va acercando, el poeta David Novoa, es más nítido: piel castaña, cabello nervioso, barba canosa y los ojos apacibles.
Nacido en Casa Grande en 1968, vecino de Moche y transeúnte en Trujillo, toma asiento en una de las bancas y de su morral saca la nueva reedición, a cargo de Nectandra Ediciones, de Itinerario del alado sin cielo, obra con la que ganó, en 1990, el famoso premio Poeta Joven del Perú.
Hay que entrecerrar los ojos para verlo a la distancia y, poco a poco, a medida que se va acercando, el poeta David Novoa, es más nítido: piel castaña, cabello nervioso, barba canosa y los ojos apacibles.
La presentación de la obra se realizó ayer, martes 5 de marzo, en el Centro Cultural del Banco de la Nación, en la calle Orbegoso del centro de Trujillo. Participaron junto a Novoa, Carlos Santa María, Luis Eduardo García y Jorge Chávez Peralta.
—¿Por qué reeditar un libro?
— La idea nunca ha sido mía, siempre ha sido de los amigos que durante varios años quisieron reeditar este libro y esta vez ya lo he materializado gracias a Carlos Santa María, director de Nectandra. Y ha sido sumamente poético encontrarme con esta reedición después de treinta años.

—¿Y qué buscaba el joven poeta David Novoa hace 30 años?
—Cuando llegué de Casa Grande me instalé en una habitación en la calle Ayacucho del centro de la ciudad. Leía incansablemente. Y en aquella habitación, dije: ‘Mi búsqueda de la verdad va a ser a través de la poesía’.
—¿Alguna vez, intentaste escapar de la poesía?
—Sí, en mi juventud. Porque, como cualquier joven, he tenido mis complejos ya que no te podías presentar como poeta… y ahora eso soy, soy poeta, porque yo creí y porque le entregué toda mi vida.
—¿Qué se necesita para ser un poeta, para sobrevivir tantos años en la poesía?
— Estar convencido, es un acto de fe. Porque esto lo he asumido como una vocación de vida, un acto inspiracional. Yo no estoy para hacer cosas, estoy para ser yo.

—¿Tu primer poeta?
—Del primer poeta que tengo memoria, en el ambiente familiar, es Vallejo. Porque recuerdo que a mi casa llevaron un disco de un declamador ecuatoriano que era un genio y que es al que yo le saco la voz (la forma de recitar poesía), una voz profunda.
—¿Y los últimos poetas que has leído?
—Últimamente, he leído a David Novoa (ríe). Por la reedición, he tenido que leer como tres veces el libro para subsanar los errores de las ediciones anteriores. Y gracias a la ayuda de Santa María lo hemos dejado impecable. Así mismo, he tenido que realizar una pequeña introducción para mi libro recordando la época (1993) y cómo estaba Trujillo en aquellos años.
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—¿De dónde nace lo de la performance poética?
—Recuerdo, y me hacen recordar los familiares, que cuando llegaban de visita algunos familiares, yo iba al ropero y me ponía un abrigo rojo de mi hermana. Luego salía y me subía encima de la mesa. Comenzaba a hacer chistes o contaba historias, así disfrazado. Allí nació el acto de la performance.
—¿Cuáles son tus manías o hábitos de escritura?
—Todo lo que yo he escrito es poco porque no tengo temporadas o disciplina para escribir. Mi única disciplina es vivir. Entonces, cada vez que cambia mi vida o tomo un nuevo estado de conciencia, escribo un libro de poesía.



—Tus publicaciones son actos de conciencia.
—Mis experiencias poéticas son momentos de conciencia y para mí la voz de la conciencia es la voz de la poesía. La poesía no puede ser bella si no es verdad y la conciencia es la verdad porque te enfrenta a la realidad.
—¿Al momento de la escritura (conciencia), utilizas un papel o la computadora?
—Los primeros años escribía a mano, con la mejor letra y con música clásica, rock y temas de la nueva ola. El primer y segundo libro fue así, aunque el segundo fue acompañado de llantos. Pero hay un quiebre en mi vida cuando escribo el tercer libro que llegué a quemar, titulado La execración del Dios yo.
—¿Por qué?
—Porque no ganó el Copé. Es allí donde me alejo de la poesía porque me sentí herido en mi ego poético y, además, me cuestioné el porqué escribía: si por pureza o vanidad. Viajé a Chile, y si tenía que aparecer la poesía, que sea ella quien aparezca y ya no invocarla. Pasan los años y un día me voy a tomar san pedro y en medio de ese éxtasis me la pasé orando y me di cuenta de que la oración es poesía pura y precisamente es inspiracional. Y ahora he logrado aquella intimidad con lo poético… y por eso, ahora, escribo directo a computadora, porque cuando la poesía viene, viene de una forma tan abrupta y rápida que aquella velocidad la puede cubrir el teclado.
—Tu consejo para los jóvenes poetas.
—Que acepten la poesía como llega, solo si siguen el derrotero genuino de la poesía: donde no hay términos medios, donde hay una felicidad, hay una tristeza profunda.
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Texto: Luis Alejandro García