La covid-19 ha expuesto desgarradoras historias, que en su mayoría, coinciden con el mismo final: la tragedia. Una de ellas es la del regidor del distrito de La Esperanza, César Alberto Aguilar Rodríguez (53), quien junto a sus cinco hermanos vivieron los momentos más dramáticos de sus vidas en abril de 2021, tras perder a sus padres en menos de dos días.
Su madre, Walberta Rodríguez Paredes de Aguilar (70) falleció el 19 de abril a las 12:30 de la tarde. Su padre, Américo Aguilar Mendoza (75) partió un día después, a las 10:30 de la noche.
“No sé dónde se contagiaron o quién se contagió primero. (El contagio) pudo ser en la familia o en el mercado, no lo sé; solo sé que esas tres semanas (tiempo que sus padres lucharon contra el virus) fueron los momentos más difíciles de mi vida. La covid-19 me los arrebató en 34 horas”, relata César Aguilar.
El regidor, en su larga lucha por salvar a sus padres, llegó a recolectar 60 balones de oxígeno. Recorrió toda la región en búsqueda de la medicina natural. “La mayoría (de los balones de oxígeno) los compramos, los otros fueron donados por familiares y amigos. Recuerdo que una vez me llamó un colega, me dijo que su familiar había fallecido, que tenía un balón disponible, que vaya por él. Ingresé a la casa y el difunto aún estaba allí; no me importó, sin temor a contagiarme, saqué ese balón y lo llevé para mis padres”, relata.
“Yo nunca me contagié”, exalta el regidor. “Mi madre llegó a consumir cuatro balones diarios, 15 litros por minuto. Mi papá estuvo con un concentrador de oxígeno”, agrega.
Recuerdos imborrables
Para César Aguilar, su madre y padre no han muerto. Aún guarda con cariño los momentos de su infancia junto a ellos. “Mi madre fue muy trabajadora y emprendedora desde niña. A los 10 años dejó su pueblo natal en Chuquizongo, un centro poblado de Otuzco. Siempre luchó por nosotros, fue una gran madre. Igual mi padre, quien en vida fue sastre y albañil. Él era casagrandino, se vino a los 18 años a La Esperanza. Acá conoció a mi madre. Se enamoraron y nacimos nosotros. Todo un señor ejemplar, siempre preocupado por sus hijos y nietos”, recuerda.
César es el segundo hijo de seis hermanos. La mayor es Sonia (55). Luego vienen: Rocío (51), Elena (49), Luis (48) y William (43). “Éramos seis, éramos muchos. A mí, por ejemplo, no pudieron darme la educación que deseaba. Estudié y trabajé a la vez para conseguir una profesión. Primero fui técnico dental y luego odontólogo. Todo lo conseguido se los dedico a ellos”, expresa.
“Mi hermano William, el menor de todos, era quien los cuidaba. Vivía con ellos y los tres dieron positivo a la Covid-19. Se hicieron la prueba en el Hospital La Noria. Mi padre aseguraba que no era el virus, que estaba bien. Recuerdo que me dijo: ‘No hijo, solo estoy refriado, me siento bien’. Les pedí que duerman separados, en una habitación cada uno, pero no nos obedecieron, ese día durmieron juntos. Se cuidaron bastante en la primera ola, pero cuando llegó la realidad, no tomaron conciencia, esa es la verdad. Primero cayó mi madre. Mi papá moralmente se sentía mal, veía a mi mamá postrada y eso lo derrumbó”, manifiesta.
Como si fuera ayer
Tras dar positivo el 30 de marzo de 2021, don Américo y doña Walberta fueron aislados en su domicilio. Su segundo hijo, el regidor de la Municipalidad Distrital de La Esperanza, movió cielo y tierra para salvarlos. Pero vivió una verdadera odisea. “Varias cosas me marcaron en esas tres semanas. Recuerdo que un día estaba en la sala revisando los medicamentos y de repente se escuchó un fuerte sonido en el cuarto de mi madre. Me dirigí corriendo y la vi en el suelo. Imaginé lo peor. Se había caído con el balón de oxígeno en su intento de ir al baño”, narra.
“Había días que no desayunaba, no almorzaba, ni cenaba. Y en uno de esos terminé en la Comisaría Ayacucho. Había conseguido tres balones de oxígeno, los llevaba a casa en mi camioneta. De repente entra una llamada de mi hija (Kari, de 22 años), me decía que a mi madre se le bajó la saturación. Recuerdo que tuve un pestañeo y atropellé a una señorita en su moto. Sucedió a las afueras del Banco de la Nación de Trujillo, en el Jirón Diego de Almagro. Recuerdo que fue un viernes por la noche. Gracias a Dios tanto los policías como la familia de la chica entendieron mi situación. Salí y fui enseguida a ver a mamá”, agrega.
“El entierro fue lo peor. Reconocí el cuerpo de mi madre al día siguiente. Sí, ese mismo día en el que me dieron la noticia de que falleció mi padre. Necesitaba fuerzas en ese momento. No fue el entierro deseado para los dos, no era lo que queríamos como hijos, pero se dio así. Me afectó en todo. Dejé de trabajar tres semanas, el dentista que me acompaña me dejó por temor a contagiarse, todo era pérdidas, todo era color gris. Hoy, junto a mi esposa (Rosa Abanto, 42 años) y mi otro hijo Gael (2 años y 10 meses) recordamos los bellos momentos que nos tocó vivir junto a mis padres”, valora César Aguilar.