Neymar Jr. bailando a Fernando Gago en un día cualquiera. Ángel Di María desarmando a un Carles Puyol próximo al retiro. Lionel Messi quebrándole la cintura a Jerome Boateng en el área. Cristiano Ronaldo padreando tantas veces a Gerard Piqué. Virgil van Dijk, con 31 años, enfrentándose a Erling Haaland, de 23, en un clásico del fútbol moderno.
Si reducimos el deporte del balompié a tres acciones básicas, como atacar, defender y atajar, exactamente en ese orden, puedo aseverar, con suma franqueza, que el atacante posee mayores ventajas sobre el defensor y el arquero.
De modo que la estrategia táctica del partido se ocupará de reducir, como un acto de justicia, la brecha de desigualdad entre los jugadores rivales.
En los casos antes mencionados, Gago, Puyol, Boateng y Piqué fueron humillados por sus oponentes de turno, ya sea por las habilidades del atacante o por la negligencia del defensor.
Como fuere posible, los jugadores no supieron contrapesar la balanza para así minimizar las probabilidades de riesgo en el área. Ninguno lo supo, salvo uno: Virgil van Dijk.
El último partido Liverpool vs. Manchester City retrató la jerarquía individual del neerlandés en un duelo contra el noruego que arrancó desde el mediocampo.
Probablemente, Virgil van Dijk sea el central más técnico de la actualidad, por lo que no debería sorprendernos que haya evaluado las fortalezas y debilidades de una contienda que ya se anunciaba con bombos y platillos.
En ese sentido, uno de los factores determinantes fue la velocidad. El holandés alcanzó un sprint de 34,5 km/h en la temporada 2018-2019 de la Champions League, dejando atrás a Leroy Sané, Kyle Walker y Gareth Bale.
Por su parte, Erling Haaland ha logrado una velocidad máxima de 36,22 km/h, convirtiéndose en una pesadilla para cualquier defensa de las ligas de alta competición.
Otro factor es conocer el pie hábil del oponente para tener en cuenta si el amague será hacia dentro o hacia afuera. En el caso de Haaland, es la izquierda y, en el enfrentamiento, decidió por lo más sencillo: amagar hacia afuera y perfilarse para rematar al arco.
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Situación favorable para van Dijk, quien solo debió cortar la distancia ventajosa del delantero antes del disparo a portería. Es importante asegurar nuestra invencibilidad en la posición asignada dentro del campo para compartirle esa fuerza de ímpetu a los compañeros.
El defensa red posee una peculiar forma de marcar, muy diferente a otros destacados jugadores. Se sabe que, al encarar al rival, se prefiere bajar el centro de gravedad del cuerpo para lograr una rápida y mejor hazaña que nos permita recuperar el balón.
Para ello se flexionan las rodillas, se baja el trasero y se fija la atención en el esférico. Van Dijk, sin embargo, contradice esto. Él encorva ligeramente la espalda y corre en sincronía con el rival. Quizá la razón de que opte por otra técnica se deba a su estatura y sus piernas largas: supongo que le resulta más ventajoso picar erguido que luego reponerse y echarse a correr.
Todo líder o capitán es capaz de vencer al adversario si crea una percepción favorable para su equipo. Se debe fingir cobardía solo si se conoce la valentía, de ese modo se creará una cobardía artificial. Me pregunto ¿qué mejor ilusión que jugar todos en el campo rival y dejar a un único defensa en el mediocampo?
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Liverpool no tenía a un central defendiendo la portería, sino a nueve jugadores atacando el arco contrario. Esa decisión permitió al equipo dirigido por Jürgen Klopp posicionarse de los tres cuartos de cancha y obtener más remates a portería y tiros de esquina.
Dicho esto, ¿quién ganó el enfrentamiento? Sin duda, Virgil. La labor de un defensa es imposibilitar al oponente. Si bien es cierto que el noruego superó por la mínima diferencia en carrera al holandés, este último pudo llegar a tiempo a moverlo para que el balón se encañone sin potencia y elevado al centro del arco. Cuánta ciencia hay detrás del fútbol.