Descubrí a Víctor Jara con la canción Te recuerdo Amanda. Imagino que esto ha sucedido con muchas personas que lograron conocer su voz, ese primer acercamiento al gran maestro con esta canción tan conocida y difundida. En ese tiempo no era muy hincha (y creo que incluso ahora no lo soy tanto) de la trova; tal vez por mi falta de ampliación musical, mi falta de buscar en diversos géneros y estilos un poco más de mundo, de aire, de vida, pero recuerdo que en aquella oportunidad no me causó el impacto que sí logró en mí muchos años después.
Soy de ideales y pensamientos que cualquier persona racional podría tener: busco identificarme con el prójimo, buscar y generar un cambio en la sociedad (por algo decidí ser docente), y tratar que las injustitas sociales sean mínimas, pocas, nulas. Ideales que tiene cualquier persona racional. Recuerdo que cuando empecé a interesarme por la trova, escuchando sus letras, aquellos ideales y pensamientos que siempre he compartido, una persona (no amigo, persona común, de aquellas que dan opiniones sin que se las pidas) me dijo que esa música era de izquierda, que solo los ‘rojos’ la escuchan, que “te vas a volver senderista si cantas esas canciones”, o que de seguros estás en la universidad y te están metiendo ideas en la cabeza.
Me reí. Reconozco que en la universidad sí había compañeros que escuchaban estos temas y hablaban con mucha pasión de trovadores y revolución, y que por ahí escuchaban uno que otro intérprete, uno que otro disco; yo quise formar parte de ellos, formar parte de un grupo e identificarme así, pero cuando sentí que lo hacía solo por seguirlos y que únicamente debatían entre ellos sobre cómo mejorar el país y luego se iban a sus casas con los audífonos en los oídos olvidando todo lo que se comentaba y debatían, preferí alejarme.
Nunca fui muy adepto a ello: prefiero las acciones a las palabras, siempre. Pero no, no estaba en la universidad cuando me interesé por la trova: sería unos tres años fuera de ella, con todo y los años de más. Me sumergí, para empezar, en los clásicos: Silvio Rodríguez, Facundo Cabral, Pablo Milanés, entre otros, pero fue cuando llegué a Víctor Jara que la cosa cambió.
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Yo sabía de Víctor Jara solo por un par de temas. No había investigado su vida, ni lo que hizo, ni su importancia, nada, no había hecho la tarea, lo cual resultó ser muy injusto ahora que vuelvo la mirada atrás. Recuerdo que descargué un disco de grandes éxitos. La primera canción Aquí te traigo una rosa se mostraba como un tema bonito y melodioso, pero es con el segundo tema, A Luis Emilio Recabarren, que uno empieza a sentir el peso, la valía de las palabras. Desfilan Duerme, duerme, Negrito, Preguntas por Puerto Montt (y el corazón duele, duele con ganas, con fuerza, con hermandad), El martillo, la emblemática Te recuerdo Amanda, la hermosa Deja la vida volar, Plegaria a un labrador, El derecho de vivir en paz, El niño yuntero, entre otras joyitas de la composición popular del gran Víctor, y siento que he perdido mucho tiempo no escuchando su música, no permitiéndome amar esta voz, estas letras, este racimo de cristales que inundan el alma con virtud. Pero un tema en especial, siempre un tema.
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Abre la ventana es para mí una de las mejores canciones que se ha creado en este continente, un poema con lances épicos, un himno que explota en el pecho como la palabra libertad, un tema lleno de luz y hermosura propias de infinitos cantos alegóricos. Es el tema que más me gusta, es una composición con muchas interpretaciones, como si cada vez que se escuchara la historia esta se transformara, y con ella los personajes, los caminos y las posibilidades tomaran una nueva forma, una nueva emoción. Este es un tema especial, lo guardo en mi corazón, y al menos una vez a la semana tengo, siento la necesidad de escuchar sus notas, sus acordes, su historia.
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Ya con el paso de los días empecé a investigar sobre su vida y pude reconocer, no sin antes sentir un nudo en la garganta, un dolor en el pecho casi propio, que la virtud del artista es eso: ser acorde con sus ideales y acciones, hacer lo que se dice, hablar con lo que se hace, nada más. Víctor Jara es para mí el ideal del artista latinoamericano, el ser humano y sus convicciones por encima de toda opresión, por encima de cualquier sombra que nos quiera impedir la libertad, esa palabra de ocho letras tan poderosas como “el peligro de un hombre con una guitarra” (Nach dixi).
Porque eso era, y la dictadura militar lo sabía, y los militares de esa época lo sabían, y todas aquellas almas buscando libertad lo entendieron, y fue en el Estadio Nacional de Chile donde quedó impregnada esa huella, esa imagen de sus manos machacadas a culatazos, quemadas con cigarrillos, ensañadas en demasía por aquellos que lo torturaron. Luego los cuarenta y cuatro tiros tratando de silenciar la partida, sin saber que todo aquello no era más que la llegada, el principio, el mito, el cantor.
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Te recuerdo, Víctor, un día al final de cualquier laberinto, de cualquier canción que el viento proclama, esforzando la conciencia muchos años después de tu asesinato, de tu silencio nunca logrado, de tu voz nunca apagada. Punto.